Prólogo

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SAMARA NAVARRO


—Deberías hacerlo, Samy, por favor, ¿qué puede pasar?

—No voy a hacerlo, hazlo tú si quieres.

—Eres una odiosa. —Afirmó exagerando su enojo. Cosa que me causo algo de risa. —¿De qué te ríes?

—¿Cómo me acabas de llamar?

—¡Ay, nada, nada! Al menos acompáñame, ¿okey?

—Emma Graves, ¿acabas de ceder ante una respuesta así de fácil? —Exageré tanto mi reacción haciéndola obviamente falsa— ¿Quién eres y dónde está mi mejor amiga?

Normalmente ella insistía e insistía, rechazando cualquier respuesta que no fuera un "sí".

—Cállate y ven conmigo.


El viejo cartelón rojo de madera nos indicó que era ahí el lugar que buscábamos.

"Casa de madame Boris"

Al entrar, sonó la pequeña campana que estaba colocada sobre la puerta. Mire al interior y para mi buena suerte no había nadie; nadie, más que un lindo gato gris sentado sobre el mostrador.

—Uy, qué mala suerte, no hay nadie. Tendremos que irnos.—Dije mientras fingía estar decepcionada mientras me dirigía a la salida dispuesta a salir por aquella puerta.

—¿Buenas tardes? —Escuché decir a Emma.

Hice un mohín y me situé nuevamente junto a ella. Y de la nada, un terrible olor invadió el lugar.

—¿Hueles eso?

—¿Oler qué? —Dijo Emma mirándome confundida.

¡....!

Un fuerte sonido la interrumpió, seguido de unos taconazos que retumbaban en el piso.
Apreté a Emma muy fuerte del brazo percibiendo lo atemorizada que ella estaba.
Al igual que yo.


La puerta se abrió y apareció una mujer la cual era bastante vieja. Llevaba un vestido de noche color esmeralda.
Era extraño, muy extraño, nada más y nada menos porque estábamos en pleno verano, y estábamos como a 30 grados.

—Buenas tardes, jovencitas...¿qué las trae por aquí?

—Eh, nada. De hecho, ya nos ibam... —Hablé intentando que mi voz no delatara lo nerviosa que estaba, pero la voz de Emma me interrumpió.
Otra vez.

—No, quiso decir que...—se quedó callada un par de segundos. —Vimos que usted puede adivinar nuestro futuro, leer cartas y todo eso, ¿es cierto?

—¿Nuestro? —Pregunté mirando a Emma.
Me ignoraron.

La señora sonrío de una manera que de verdad me dio desconfianza. Yo nada más quería salir corriendo de allí.

—Sí, señoritas eso hago, me encargo de que ustedes sepan algo sobre lo que su destino les traerá.

—¿Ustedes? —Me ignoraron nuevamente.

—Queremos intentarlo...—Murmuró Emma

—No, no, no, se refiere a que ella quiere intentarlo, sólo ella. Yo no.

—Cómo sea. —Dijo rodando los ojos.

—De acuerdo, ven conmigo.

Y me quedé, viendo cómo se levaban a mi mejor amiga aun cuarto donde lo único que pude ver, eran velas y más velas.

Aquel lugar era enorme, bastante más grande de lo que aparentaba. Había de todo, especialmente objetos rarísimos que parecen de hace mil siglos. Y de forma inconsciente, empecé a recorrer todo el lugar, caminando por todos lados. Sorprendida e incluso maravillada por las cosas tan bonitas que había ahí.


No sé cuánto tiempo pasó desde que Emma había entrado, pero podría decir que estaba en un trance entre ese lugar y la realidad. Me acerqué a una repisa de cristal en la cual había distintos dijes y accesorios; o al menos eso parecían ya que se veían muy antiguos.

Un pequeño amuleto que se encontraba al extremo de la repisa llamo mucho mi atención; una fina cadena sostenía a ese precioso dije en forma de algo que parecía ser un atrapasueños. Era precioso.
Acerqué mi mano lentamente para tomarlo, hasta que un grito me distrajo de ello y fue ahí cuando regresé a la realidad.

—¡Sammy! —Vi a una Emma molesta acercándose a mí. — ¿Qué haces aquí? Es tu turno.

—¿Mi turno? —¿pues cuánto tiempo estuve embobada en la tienda?, pensé para luego reaccionar. —No, no, tú sabes perfectamente lo que opino de todas estas cosas, además, solo vine porque me arrastraste hasta aquí.

—No seas aguafiestas, hazlo por mí, plissss —Dijo mientras hacia un pucherito.

—Dios mío, te odio Emma, de verdad.

Entonces me dirigí hacia donde estaba la mujer, y ella, como si estuviera esperando y segura de que iba a aceptar entrar ahí, me tendió la mano.

La habitación era pequeña y tenía las paredes cubiertas con telas de color vino, la alfombra del suelo era del mismo color que estas.

—¿Cuál es tu nombre, querida?

—Samara—respondí rápidamente.

—Lindo nombre, Sammy. —Y eso ultimo lo dijo de una forma tan extraña que me causó escalofríos. —Puedes sentarte.

Ella se quedó parada, para luego empezar a prender algunas velas. Yo hice lo que me dijo sin decir nada más.

—Veamos, Sammy, ¿qué puedo ver de ti? —Al oír aquellas palabras, algo me dijo que no esperaba una respuesta mía, así que no respondí.
Cerró los ojos y colocó las manos a los extremos de mi cabeza, lo que hizo que me sobresaltara, la sujetó con fuerza y empezó a murmurar unas palabras.

Para ser sincera, no creo en esto. No creo en el destino, ni en el verdadero amor, ni mucho menos en el amor a primera vista, el hilo rojo, nada de eso. Es ilógico, no puedes enamorarte de alguien que no conoces y nadie puede decirte algo de tu vida futura, de quién te enamorarás después, o qué trabajo tendrás, de eso solamente te encargas tú.

Estaba molesta con Emma por haberme convencido de entrar a este extraño lugar, pero estaba más molesta conmigo por haber aceptado, porque, al fin y al cabo, nosotros somos los responsables de lo qué pasa en nuestras vidas.
Sentí un pequeño tirón en mi cabello, y al regresar a la realidad, la mujer me había arrancado unos cuatro cabellitos, esa fue la gota que derramó el vaso.
Me levante tirando la silla hacia atrás por el movimiento.
—No se ofenda, señora. Pero esto se me hace una completa idiotez. —exclamé. —Quiero irme.

La mujer simplemente se quedó mirándome de una forma bastante extraña, incluso llegué a ver una sonrisa en su rostro, pero no estaba segura. Asintió sin decir una palabra más. Caminé hasta la salida de ese pequeño cuarto del mal y ella habló:

—Puedes llevártelo.

¿ah? ¿llevarme qué?

—El collar. —respondió como si hubiera leído mi mente.— El que mirabas. Te gustó, ¿no?

Quedé estupefacta, ¿cómo sabía que lo había mirado? Sólo pude asentir e intenté formular un "Gracias" para luego salir de esa habitación.

—¿Cómo te fue, te dijo el nombre? —mire a Emma, fulminándola con la mirada y me pase derecho. Tomé el amuleto y me dirigí a la salida, cuando la mujer gritó:

— Tú no lo encontraste a él, pequeña, él te encontró a ti. —La miré con completa duda, pero lo que más quería era irme, estaba muy agobiada, así que, sin más, salí del lugar con Emma caminando detrás de mí.

No hagas cosas malas que parezcan buenas, escuche alguna vez. Y lo primero que pude pensar fue en las cosas que empezaban por algo malo y terminaban siendo buenas después de todo.

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La historia que comenzó con un sueño.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora