Por la noche, las calles de cualquiera de las ciudades de la Costa Este proporcionan al paciente nocturno visiones del extraño y lo terrible, de lo macabro y lo insólito: al amparo de la oscuridad, salen de las rendijas y grietas, de las bujardillas y callejones de la ciudad aquellos seres humanos que, por razones tenebrosas y remotas, se guarecen durante el día de sus grises nichos.
Ellos son los deformes,los solitarios,los enfermos, los ancianos, los perseguidos y esas almas perdidas que están siempre buscando se hacen misma bajo el manto de la noche,qué les es más beneficioso de lo que jamás puede serlo para ellos la fría luz del día. Son los heridos por la vida, okay buscado experiencias no permitidas al hombre. En cualquier lugar en que la soledad humana se ha concentrado por un periodo el tiempo considerable, aquí están ellos, aunque sólo se les ve surgir en las horas de la oscuridad, como mariposas nocturnas que se mueven en los alrededores de sus guardias por breves horas antes de huir de nuevo cuando surge la luz del sol.Cómo había sido un niño solitario al que dejaban hacer lo que le daba la gana,debido a mi persistente falta de salud, desarrolle muy pronto el hábito de deambular por las noches, al principio sólo en la calle Angell y la vecindad dónde viví durante mi niñez, y luego, poco a poco, en un círculo más amplio de mi nativa Providence. Durante el día, si lo permite a mi salud, paseaba por el río Seekonk desde la ciudad hasta el campo abierto, o cuando me encontraba fuerte, jugaba con unos compañeros escrupulosamente elegidos en una "casa-club" edificada en una zona boscosa no muy lejos de la ciudad. También me gustaba leer, y pasaba largas horas en la copiosa biblioteca de mi abuelo. Ley sin discriminación, y por lo tanto asimilaba una gran variedad de conocimientos, desde las filosofías griegas hasta la historia de la inglesa, de los secretos de la antigua al química a los experimentos de Niels Bohr, de la ciencia de los papiros egipcios a los estudios regionales de Thomas Hardy. Mi abuelo era muy católico en sus gustos de materia de libros: desdeñaba la especialización, y de todo lo que compraba sólo conversaba lo que, según el, era bueno; esto representaba, en el conjunto de sus lecturas, una variedad inaudita y a menudo desconcertante.
Pero la ciudad nocturna superaba todo lo demás: caminar era lo que prefería a cualquier otra cosa, y salir por las noches, durante los años de mi niñez y los de mi adolescencia, en el curso de los cuales procure--pues las enfermedades esporádicas impedían mi asistencia al colegio-pasarme a mí mismo y me volví más y más solitario. no podía decir ahora qué es lo que buscaba con tanta insistencia en la ciudad durante la noche, que me atraía de las calles mal iluminadas, porque merodeaba por la calle Benefit y los alrededores sombríos de lacalle Poe, casi desconocidas en la extensa Providence, que esperaba ver en las caras furtivas de otros pacientes nocturnos que se deslizaban y es capuchina por las oscuras calles y pasajes de la ciudad.
quizá fuese para escapar a las más intensas realidades del día, que no te insaciable curiosidad acerca de los secretos de la vida de la ciudad que sólo la noche podía descubrir. Cuando por fin finalice mis estudios de secundaria, se esperaba que me dedicaría a otros menesteres. Pero no fue así. mi salud era demasiado precaria para garantizarle la matrícula de la Universidad de Brown, A dónde me habría gustado ir para continuar mis estudios. Esta restricción Silvia sólo para incrementar mis ocupaciones solitarias: duplique emisoras de lecturas y aumentó el tiempo durante el que paseaba por las noches, con la compensación de dormir durante las horas del día. Sin embargo, me las arreglaba para llevar una existencia normal; no abandoné a mi madre viuda, ni a mis tías, Con quienes vivíamos. Mis compañeros de juventud se habían alejado de mí, pero me encontré con Rose Dexter,descendiente de las primeras familias inglesas que se instalaron en Providence, de ojos negros, de proporciones singulares atractivas y refacciones de Gran belleza, A quién persuadi para que compartiese mis paseos nocturnos.
Conecta continúe la exploración de la Providence nocturna, con un nuevo aliciente: el ansia de enseñar a Rose todo aquello que yo ya había descubierto en mis paseos de la ciudad. Al principio nos encontrábamos en el viejo Ateneo, Y continuamos encontrándonos a ti cada tarde, y desde sus portales nos introducimos en la noche de la ciudad. Lo que ella empezó como una ocurrencia del momento, pronto se convirtió en un hábito. te mostraba tanto deseo como yo por conocer los ocultos pasajes, y los tantos caminos no utilizados desde hacía ya muchos años, y se sintió pronto como en su casa en medio de la ciudad nocturna, al igual que yo. tampoco le gustaban las charlas intrascendentes, con lo que queda demostrado hasta qué puntos nos complementa vamos.
Durante algunos meses habíamos estado explorando Providence en esta forma, cuando una noche, en la calle Benefit, un hombre con una capa hasta la rodilla, sobre una ropa raída y arrugada, se acercó a nosotros.
Le había visto antes al doblar la esquina: estaba a poca distancia de nosotros, detenido en la acera, observe al pasar delante de él. Me chocó, porque su cara de ojos negros y bigote, y el indomable pelo en la cabeza sin cubrir, me resultaron familiares. Además, al pasar, piso intención te seguirnos. Por fin nos alcanzó, me tocó el hombro y habló conmigo.
--Señor--dijo-,¿Podría decirme cómo se va al cementerio donde estuvo Poe?
Se lo explique y después movido por un repentino impulso, le sugerí que podíamos acompañarle a donde deseaba ir. Antes de que me diera cuenta plenamente de lo que había pasado, íbamos los tres caminando juntos. Observe enseguida con que aire escrutador aquel individuo examinaba a mi compañera. Sin embargo, cualquier resentimiento que pudiese surgir, en mi estaba descartado porque reconocía que el interés te extraño era inofensivo: resultado más frío y crítico que pasional. También aproveché la ocasión para examinarla lo más atentamente posible, en los momentos fugaces en que la luz de las calles alumbraba el camino por el cual pasa- bamos, y me inquietaba cada vez más la certidumbre de que le conocía o le había conocido alguna vez.
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LA HERMANDAD NEGRA, LLENA DE MISTERIO
RandomProbablemente las circunstancias que rodearon la misteriosa destrucción por el fuego de una casa abandonada situada en una colina, a orillas del Seekonk, en un distrito poco habitado entre los puentes de Washington y Red, no llegarán a conocerse nu...