Capítulo 3: Galaxias

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"No hay mayor dolor que recordar los tiempos felices desde la miseria."

–Dante.

¿Era eso un bosque?

¿Un bosque dentro de un ojo o un ojo dentro de un bosque?

¿El ojo del bosque?

¿La vista de los árboles?

¿Siquiera había un ojo en realidad ahí, en la espesura de "la vie en vert", como su amigo lo había llamado?

–No entiendo esta mierda –. Entonces Luka lo pellizcó.

El chillido de Dave se mezcló con el asfixiante ruido que hacía el resto, en el salón.

–Eso es porque eres un bruto sin conciencia artística –. Miller simuló un títere con su mano mientras el ojizarco menor hablaba.

Bla, bla, bla...

–Es que no lo veo... ¿se supone que hay un ojo ahí? –. Ricci bufó.

–No hay un ojo ahí, la composición es el ojo –. El deportista seguía mirando con fijeza el sketchbook mientras lo giraba.

–No, no idiota. Eso es un bosque... –. El azabache negó y él solo pudo ofuscarse. –¡¿Entonces por qué?! ¿Cómo diablos ese montón de arbolitos puede ser un ojo? –.

–Somos universo, Dave –.

Él soltó el cuadernillo de mala gana sobre el escritorio. –Estás loco... deberías decirle a mamá Ricci que te interne, o compartir lo que sea que te estés fumando –.


"El recuerdo melancólico y lejano de una mujer que amó en su infancia le sacudió el corazón; recordó a su abuela contándole mientras pintaba, sobre el parecido humano con el universo, con el mundo.

Las ramas de los árboles, iguales a esas pequeñas fibras que se entretejían dentro de sus pulmones. Veía las líneas en sus palmas y luego la hoja seca en el alfeizar de la ventana; y una foto de la galaxia en un libro de su papá y lo comparaba con el brillo en los ojos de su madre o la corteza del gran árbol contra la piel de su abuela.

–Recuérdalo, mi pequeño. Somos universo... y tú estás hecho de polvo de estrellas –."


Luka lo pellizcó otra vez.

La tarde anterior había seguido mezclando pinturas, haciendo bocetos a lápiz y tirándose del cabello con la música a todo volumen. A la tercera vez que tropezó y uno de sus cuadros terminó hecho trizas, decidió irse a dar una vuelta. No pudo evitar enamorarse del pequeño cuadernillo cuando lo miró. La tapa era blanca, de cuero sintético; pulcro, inmaculado, las pequeñas florecillas de cerezo salpicaban los bordes de la pieza, coloreándola de esa sensación tirante de pureza y amor.

Semanas más tarde, al enterarse de ciertas cosas que le harían sacudirse y llorar, tiraría de las solapas del cuaderno hasta desarmarlo, conservando solamente algunos dibujos.

–Si ya terminaste de maltratarme... tengo que contarte lo que me enteré ayer –. Su expresión de curiosidad y carencia de sutileza le hizo revolear los ojos. Luka comenzaba a frustrarse, el deportista podía tener la lengua demasiado suelta con él. Miller podía contar con los dedos de su mano izquierda las cosas que nunca le había dicho a Luka, su confianza en el artista era casi plena.

–No me interesan los chismes, Mildred –.

–Ya sé... pero es sobre nuestra nueva amiga –. Una parte de Luka se tensó, pero antes de ser capaz de pronunciar algo, la sala se sumió en un silencio espeso.

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⏰ Última actualización: Feb 06, 2022 ⏰

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