SIMULACIÓN 8

1.6K 98 19
                                    

Al día siguiente los jóvenes se encontraban sentados en la sala común de su hotel, recordando lo divertida que había sido la fiesta de la noche anterior.

-¡Qué risa cuando Isabella empezó a bailar merengue con el camarero! -comentó Marie, riéndose a carcajadas mientras llevaba las manos a su barriga

-Pero no se te olvide cuando David borracho empezó a hablar en francés inventado con el barman -dijo Antonio, señalando a David con su mano.

-Hey, yo no tomé tanto -respondió David, riéndose también y encogiéndose de hombros.

Después de un rato de risas y anécdotas, decidieron cambiar el tema de conversación.

-Hoy visitaremos la mina de larimar -dijo Isabella-. ¡Estoy emocionada! -saltó en su asiento con los ojos brillantes

-¡Sí! -Antonio asintió con la cabeza y una sonrisa en el rostro-, será genial -comentó.

-Espero encontrar una piedra larimar para llevar de recuerdo -dijo Marie, frunciendo el ceño y apretando su puño mientras pensaba en ello.

-Nos tocará subir un poco la montaña para llegar allí -dijo David, agotado.

Viajaban en la camioneta a través de caminos de tierra y piedra hacia Los Chupaderos, donde se encontraba la mina de larimar. El paisaje que se abría ante sus ojos era impresionante, con montañas verdes y escarpadas que se alzaban en la distancia. Finalmente, llegaron al lugar y pudieron ver que la mina estaba ubicada en una montaña rodeada de pequeñas comunidades que vivían en casas modestas construidas con madera y láminas de zinc. A medida que se acercaban a la mina, podían escuchar el ruido de los mineros que se producía en el interior de la montaña. Mientras esperaban hablar con el encargado, los jóvenes pudieron observar a los habitantes de la zona que se movían por las calles polvorientas y estrechas. Algunas personas estaban sentadas en los porches de sus casas, mientras que otras se ocupaban de sus negocios. Algunos niños jugaban con pelotas improvisadas hechas con pedazos de tela y alambre.

Finalmente, Joseph habló con el encargado del lugar para que los jóvenes pudieran subir y ver un poco la mina, lo que el señor aceptó. Al llegar a la entrada de la mina, todos notaron que había un gran número de trabajadores ocupados en diferentes tareas, algunos cargando materiales, otros perforando la roca con martillos neumáticos y otros transportando las rocas que contenían el larimar. Antonio, Marie, David e Isabella estaban fascinados y comenzaron a hacer un montón de preguntas sobre la mina y los trabajadores. La actividad era frenética y el ruido de las herramientas era ensordecedor. El encargado, abrumado por tantas preguntas, les ofreció entrar a la mina para ver de cerca la extracción de larimar y conversar con los mineros. Joseph se mostró reacio a la idea, ya que podía ser peligroso, pero los jóvenes estaban decididos a hacerlo. David parecía un poco asustado, pero también estaba intrigado.

Los jóvenes y Joseph seguían al encargado de la mina a través de los túneles, las paredes estaban oscuras y húmedas, las lámparas de los mineros iluminando el camino mientras admiraban las rocas de larimar en las paredes. Joseph intentó advertirles sobre los peligros de la mina, pero los chicos estaban demasiado emocionados para prestar atención.

De repente, el encargado desapareció y un extraño susurro llenó la mina: "cu chi chi".

-¿Lo escuchan? -preguntó Antonio.

-¿Es un susurro? -añadió David.

Los jóvenes se vieron envueltos en una especie de trance hipnótico, pero el encargado apareció de la nada y les indicó el camino correcto. Mientras inspeccionaban el lugar, la tierra tembló, la vibración del suelo y el sonido ensordecedor fueron alarmantes y el encargado les gritó que corrieran hacia la salida de la mina.

Al salir del lugar, todos estaban agitados y asustados. David parecía especialmente afectado. Se agarraba el pecho y tenía dificultad para respirar. Marie intentó hablar con él, pero David solo podía llorar. Isabella se acercó rápidamente y lo abrazó. "Tranquilo, David. Estamos aquí contigo". Los demás los miraron con extrañeza, pero Isabella parecía saber exactamente qué hacer. Después de unos minutos, David se calmó y los jóvenes continuaron su camino hacia la salida.

Una vez fuera del lugar, los jóvenes se alejaron lentamente del lugar mientras seguían discutiendo sobre lo que acababa de suceder. David todavía parecía afectado, pero se mantenía en silencio. Marie intentó hablar con él de nuevo, pero Isabella lo detuvo.

-Deja que se tome su tiempo, Marie. Todos procesamos las cosas de manera diferente.

Mientras viajaban en la camioneta de regreso al hotel, Antonio rompió el silencio y preguntó con entusiasmo:

-¿Podemos volver a la mina mañana, Joseph? Quiero seguir explorando.

Marie se mostró igual de emocionada que Antonio y asintió con la cabeza. David e Isabella se quedaron en silencio, pero se notaba en su mirada que no estaban interesados en la idea. Lo que sí era seguro era que todos estaban curiosos por los susurros que habían escuchado dentro de la cavidad, a excepción de Joseph. Era como si él no los hubiera escuchado.

-Chicos -Joseph suspiró con seriedad-, después de ese temblor pueden haber réplicas en cualquier momento. Es demasiado peligroso volver a la mina. Lo mejor es que mañana regresen a Saintville con sus familias.

La guerra de la Restauración había llegado a su punto crítico. Los soldados dominicanos estaban luchando con valentía en las montañas. El general Gregorio Luperón, uno de los líderes de la revolución, estaba en una cueva secreta, tratando de proteger la piedra mágica de los españoles. Mientras Luperón se encontraba en la cueva con dos de sus hombres de confianza, vigilando la piedra mágica. De repente, escucharon ruidos afuera y supieron que los españoles se acercaban. Luperón tomó la piedra y la escondió en su mochila.

-Sabemos que los españoles quieren la piedra mágica -dijo uno de los hombres-, ¿por qué no se la entregamos y evitamos más derramamiento de sangre?

-No podemos permitir que los españoles se apoderen de nuestra riqueza -respondió Luperón-. Lucharemos hasta la muerte para protegerla.

Los españoles entraron en la cueva con sus espadas desenvainadas. Luperón y sus hombres lucharon valientemente, pero fueron superados en número. Él tomó su mochila y huyó por un pasadizo secreto, mientras sus compañeros se quedaron peleando. Luperón logró escapar, pero no sin antes recibir una herida de espada en el hombro.

LARIMAR: Un misterio bajo tierra ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora