Día 01:

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Advertencia: The Promised Neverland y sus personajes son propiedad de Kaiu Shira y Posuka Demizu. La siguiente historia está escrita enteramente sin fines de lucro con el propósito de participar en la "Neverland Week"

Género: Humor/Family

Semi-Au: ubicado cuatro años después del arco actual y tres años después de salir al mundo humano (Ray, Emma y Norman tienen 17 años, Don y Gilda 16 y Anna 15)

Pairings: Menciones al Norman x Emma (leves Guiños al RayAnna y al Don x Gilda)

Temática: Tecnología/Internet

Cuando Ray quiere descansar

El frío le azota cruelmente, sus dientes castañean levemente y los hombros se le estremecen al compás de las ruedas. Siente las gotas de lluvia deslizarse por su cabello, el flequillo pegándose a su frente, la chaqueta de cuero empapada hasta sus huesos y todo el cuerpo congelado del cuello para abajo. Afuera llueve a cántaros y toda su ropa esta estropeada; con el ruedo de sus pantalones cubierto de mugre y sus calcetines emulando el mismísimo océano atlántico. Honestamente desea darse un baño antes de tener que lidiar con un resfriado.

El olor a humedad le hace gotear la nariz y se le escapa un estornudo mientras se frota los brazos con las manos. Suspira.

«Aprende a dejar la mente en blanco, concéntrate, pero concéntrate en la nada. Relájate y aprende a visualizarla.» recuerda —porque Norman ya se lo ha dicho un millón de veces—. Es un mal gasto, pero evita que piense más de lo debido.

Aunque no sea tan efectivo.

—Norman eres un maldito estúpido—murmura sin sentido, con una sonrisita de maníaco que solo la buena de Anna podría considerar adorable.

Por el camino ve como Cislo se desliza a toda velocidad por la simiente empujando un carrito de supermercado que lleva a Zazie y una extraña mujer con ¿una cabeza de caballo?, mientras Gillian les sigue la pista montada en un trineo y con su cámara de video en una mano.

Se friega los ojos con su mano izquierda hecha puño y parpadea unas cuantas veces.

«Esta es una visión perturbadora» Les observa, y se queda tanto tiempo trastornado que no se da cuenta el momento exacto en el que su cuerpo también comienza a descender.

—¡Mierda!

Un fuerte grito de agonía se oye por todo el bosque. Agudo, muy agudo. Sumado a unas increíbles maldiciones muy bien construidas; insultos que nunca antes nadie había oído y que ninguno de sus hermanos inocentes debería oír nunca.

(Solo Dios y la cámara de Gillian podrían dar crédito de ello).

Ray desea gruñir todo su repertorio personal de malas palabras porque, sinceramente, ha tenido un día de mierda (en muchos sentidos). Entonces, cuando termina de subir nuevamente la jodida colina, suspira y cuenta: "1, 2, 3" y se atreve a girar levemente la perilla de la entrada, con pausa, dejando que el viento gélido se cuele por la puerta principal; despacio —haciendo pequeños charcos en el suelo—. Y con mucho cuidado pasa sus tenis mojados por el tapete de felpa que (probablemente) hagan que Gilda lo mate si se olvida de limpiar las leves manchas de lodo que han dejado las suelas de sus zapatos en la suave superficie blanca.

Se promete que ya después el mismo se encargará de limpiar o le pedirá rogando a Anna que lo rescate de su miseria. Porque no se pasó diecisiete años de planes y estrategias suicidas (fallidas) para que Gilda le pisará el estómago hasta hacerlo vomitar o algo mucho peor, no señor, primero volvería para que los demonios lo mataran de una forma más rápida e indolora.

Entre cotidianidades y absurdas humanidades Donde viven las historias. Descúbrelo ahora