9: Amar duele

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Tres semanas antes...

La pequeña Alice no dejaba de llorar con fuerza, su padre la mecía en sus brazos para intentar calmarla pero ella parecía empeorar cada vez más.

— Ya, ya, mi princesita. —Jughead susurró dulcemente, meciéndola para dormirla. — Ya, mi amor, no llores más. 

— Jug, ya... Ya cállala. —pidió Betty harta en un leve susurro, con un dolor de cabeza, acostada en el sofá.

— Ya bebé, no llores más. —nuevamente pidió Jughead, meciendo a su hija. — Sssh, sssh, duerme un poco princesita.

Pero la bebé no dejaba de llorar.
Y Betty estaba demasiado sensible.

— Betty, Alice está teniendo mucha fiebre. —Jughead informó, meciendo a la bebé mientras la pegaba a su cuerpo. — Será mejor que la llevemos al hospital.

— S-sí, Juggie. —Betty asintió un poco, con la cabeza doliéndole demasiado.

— ¿Betts... Qué tienes? —preguntó el castaño, mirándola con preocupación.

— Me duele mucho la cabeza. ¡Aaagh, ya no soporto su llanto! —Betty se quejó, molesta y cubriendo sus oídos, con los ojos rojos y espasmos en las manos.

— ¿Tomaste tus pastillas? —Jughead preguntó, aunque ya sabía la respuesta.

— No y no quiero tomarlas porque no estoy enferma. —Betty dijo, levantándose del sofá irritada. — ¡No estoy loca!

— A ver, mi amor, no estás loca. Estás enferma y tienes que medicarte pero eso no es malo. —Jughead explicó con una sonrisa sincera, aún calmando a su bebé.

— ¡No quiero! —gritó Betty, comenzando a tener un ataque y empezó a caminar por todo el tráiler. — No, no... ¡Ya no quiero, Jug!

Jughead maldijo por lo bajo, ahora no solo tenía que cuidar de su bebé, sino también de Betty, y cuidar que no hiciera alguna locura.

— Betty, por favor. —pidió Jughead. — Toma tus pastillas, ¿si?

— N-no. —Betty negó, empezando a llorar y sentándose en el sofá.

— Betts...

— Abrázame, a-abrázame. —pidió Betty entre temblores y empezando a llorar más fuerte. — Juggie... Abrázame.

Jughead fue hacia ella, sentándose en el sofá aún con la bebé en brazos, y con un brazo libre abrazó a Betty.

— Odio esto. —espetó Betty sobre su pecho, Jughead tenía la mayor atención en su hija pero su brazo alrededor la hacía sentirse segura y protegida.

— Toma tus pastillas, por favor. —volvió a intentar, acariciando su cabello con su mano libre.

— ¡No, no, no! —Betty chilló, levantándose del sofá y tomando su abrigo. — Ya no, ya no...

— Betty, no puedes...

— No me digas lo que puedo hacer y lo que no. —fueron las últimas palabras de Betty antes de salir por la puerta.

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Cuando Betty llegó al apartamento de Brooklyn, el chico neoyorquino inmediatamente le sonrió con deseo.

𝗧𝗢𝗥𝗡𝗔𝗗𝗢 𝗪𝗔𝗥𝗡𝗜𝗡𝗚𝗦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora