Capítulo único

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Advertencia

Esta historia es una adaptación de un libro que no es de wattpad; Puede que ya lo hayan leído, pero les digo que cambié a los personajes y algunas partes del libro. Es una historia muy bella en mi opinión, espero y les guste.

Disfruten la lectura.
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Jungkook dejó a un costado el libro abierto y se tendió sobre el pasto, boca arriba y con los brazos bajo la cabeza. La escasa luz le había obligado a abandonar la lectura de su libro favorito.

El celeste horizonte fue cambiándose rápidamente de vestidos en un loco juego de colores: del celeste dorado al amarillo radiante, del naranja al rojo estallante; del suave morado al violeta azulado...

Jungkook era embelesado espectador de esta maravilla. Y como ya la conocía, aguardaba con ansias, casi con contenido suspiro, los sucesos siguientes.

El cielo, del violeta azulado pasó al lila profundo. Y como si no quisiera terminar con el vacío negro misterioso, fue prendiéndose, aquí y allá, caprichosamente en millares de llamitas plateadas.

Jungkook fue siguiendo atentamente esa aparición, aparentemente desordenada pero tan regularmente repetida.

Como ya el cielo fue una fiesta de luces, suspirando dijo:

—Pero están tan lejos... tanto...

Y una vocecita metálica, vibrante y clara le preguntó:

—¿Te gustaría verlas más cercanas?

Asombrado, giró la cabeza buscando a quien había hablado. La voz, ¿venía del libro? ¿De la lámina que ilustraba un cielo igual al que tenía encima de sí? Su asombro creció al máximo cuando del dibujo se desprendió una estrellita, la más luminosa, que en rápido vuelo se ubicó frente a él y se convirtió en un niño de asombrosa belleza.

—¿Te gustaría verlas más cercanas?—repitió.

—Bueno... yo... ¡claro que sí!—estalló.

El niño estrellita describió un arco luminoso que quedó prendido en sus manitas. Como una hamaca.

—Sube—invitó.

Jungkook dudó.

—¡Vamos! ¡Sube! ¿Qué esperas?

Jungkook probó con cuidado si el niño lo sostenía.

—¡Vaya! ... ¡Qué bueno! ¡Me sostiene!—exclamó.

—¿Qué creías?—preguntó el niño estrellita.

—¡Atájate, que allá vamos!

¡Aaah! ... ¡Qué estupendo!

Pero... ¿adónde irían? Porque no iban hacia arriba, sino hacia adelante, al norte. El viento silbaba en sus oídos y el paisaje se deslizaba raudo por debajo de ellos. En realidad, Jungkook sólo veía luces, a veces algunas, a veces montones.

Después de un viaje velocísimo fueron aminorando la marcha.

Ahora sí, veía mejor. Un paisaje de pinos en cumbres rocosas y... ¿un hongo? ¿un hongo gigante?

A Jungkook le resultaba familiar. ¿Dónde, dónde lo había visto antes?

¡Ya! Pero... no, no podía ser. ¡Cómo iba a ser!

¡Sí, claro que era! Lo había visto en la lámina de su libro favorito. Era un observatorio, que tenía un telescopio cuyo espejo medía cinco metros de diámetro, y estaba en el Monte Palomar, en California. ¡¡En California!! ¡Dios bendito! ¿Adónde lo había traído?

—¿No querías ver las estrellas?—preguntó el niño estrellita, con un poco de burla— No te asustes, que luego volveremos tan rápidamente como vinimos

—¿Cómo te llamas?—preguntó curioso, Jungkook.

—Taehyung—hizo una pequeña reverencia—. Y tú eres Jungkook, me lees todo el tiempo—Dijo, mostrando una sonrisa rectangular y muy bella.

Subieron al tercer piso, donde se encontraba el telescopio. Jungkook sentía que las piernas no le respondían. ¡Era tan impresionante aquello! ...

El niño estrellita lanzó un rayo que prendió una mano del otro niño y lo arrastró  hacia adentro. Le susurró al oído:

—Es el telescopio Hale, el más grande del mundo

Jungkook se acercó a él como atraído por un imán, agarrotada la garganta y golpeándole el corazón con fuerza. Arrimó sus ojos a un pequeño tubo que comunicaba con otro, grandioso, y ¡oh! ... ¡oooh!

¡Miles, miles de estrellas! Todas mucho más grandes que vistas al natural.

Pequeñas, grandes, medianas, menos brillantes, brillantísimas...

¡Allí!, un grupo de siete hermosas estrellas... ¡la Osa Mayor! Y más abajo, el León, con una bellísima estrella brillando en el lugar del corazón. Y a la izquierda...

Jungkook se hubiera quedado para siempre.

Taehyung, tirándole de la camisa, lo apartó del telescopio. Esta vez tuvo que emplear tres rayos para lograrlo.

—Es hora de regresar—le dijo— Has estado dos horas sin apartar tus ojos de allí. ¡Vamos!

Jungkook lo siguió, con las estrellas todavía en los ojos. No habló palabra en todo el viaje de regreso.

Cuando descendieron, Taehyung fue a ubicarse directamente en su cielo de papel. Jungkook levantó el libro y así, abierto, lo apretó contra su corazón.

Antes de entrar en la casa, una última mirada al cielo verdadero. Luego, unas palabras en voz baja:

—¿Me llevarás alguna otra vez, Taehyung?

—¿Por qué no? Hay mucho que ver todavía...




19-05-2019

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