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Punto de vista omniscienteBerlín -Alemania Pure Blood Institute 15 - 05 - 2019

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Punto de vista omnisciente
Berlín -Alemania
Pure Blood Institute
15 - 05 - 2019

La cafetería era sin lugar a dudas el sitio más ruidoso y desordenado de ese ostentoso lugar, el instituto más prestigioso de Berlín, donde sólo los estudiantes de élite podían entrar, chicos súper dotados por decirlo así, pero hasta las personas con un IQ más alto que el resto tenían su momento de desorden, el momento en el que se olvidaban que tenían que ser perfectos, que tenían que ser mejor que los demás, que tenían que ser las personas más inteligentes del país, eran por decirlo así, sus 20 minutos de calma, sin sentir la presión de la perfección hincando en sus hombros, ese pequeño receso al que lo llamaban "almuerzo".

Todos allí tenían mentes diferentes, bueno, hay algo que todos tienen en común, y eso es que son brillantes, pero eso no cambia el hecho de que tengan imperfecciones en sus personalidades, al menos eso es lo que Louisette Von Kleist pensaba al ver a sus amigas, ellas eran tan perfectas imperfectas, en realidad, todos en ese lugar lo eran, ella misma lo era, a decir verdad lo único que la rubia consideraba más o menos perfecto en esa gran cafetería era la gran máquina expendedora en una de las esquinas de esas cuatro paredes, y sin embargo había atorado sus golosinas en los resortes en varias ocasiones, pues hasta las maquinas — que han sido creadas para ser perfectas — tienen imperfecciones, entonces ¿Qué queda para los humanos?

Estaba irritada por la charla de sus amigas, quienes hablaban mal de alguno de los alumnos del instituto, pero ya era normal para Louisette ignorar esas charlas, simplemente porque odiaba escuchar como sus amigas hablaban mentiras de personas que no conocían, o incluso de ser verdad, seguía sin ser su problema.

Pero esa vez fue diferente, tal vez porque estaba cansada de ignorarlas, o tal vez fue por escucho el nombre de Frederick Müller salir a relucir en la tan animada conversación de sus amigas.

Cabello negro, tez blanca como la nieve y unos ojos azules que hasta los mismísimos querubines envidiarian, así era físicamente Frederick. El chico cursaba undécimo grado junto a ellas, pero la verdad ninguna había entablado una conversación con él, excepto Louisette, aunque la verdad no se le podría llamar conversación, más bien como un intercambio de palabras con tu compañero, hacia unos dos meses (Tal vez más) el profesor les había asignado un informe en pareja en el que cruzaron un par de palabras, nada del otro mundo, fue algo como: "¿Te parece bien este párrafo?" "¿Me prestas tu lapicero? Al mío se le ha agotado la tinta" Y no podía faltar él "Hasta luego Louisette, que tengas un buen día".

—Él es un chico tan extraño — comentó Beylee, una castaña de ojos azules y piel tostada.

—Yo escuche que su padre es uno de los hombres más peligrosos de Alemania y él cómo todo un buen hijo lo ayuda con el trabajo sucio — agregó Annalise apartando un mechón de cabello rubio de su rostro.

One And Thousand TimesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora