00

825 87 7
                                    


Severus tomó el mango del cuchillo de plata y cortó con precisión en cuatro trozos (específicamente dos centímetros cada uno) de aquella rama de acónito tan delgada. Juntó esos trozos con dos medidas de Ingrediente Estandar en un mortero, donde comenzó a triturarlos. Al acabar dejó el resultado en un pequeño frasco, con una mano agitándolo suavemente mientras con la otra se aseguraba de que el fuego en su varita no estallara el líquido lila en el caldero.

Minutos después logró estabilizar la poción y se sentó tras su escritorio de caoba, tomó la pluma en el tintero para escribir luego los avances en un pergamino. Se conformó pensando las diferencias y el suave rasgar en el papel.
Cuando acabó dejó la pluma en su lugar y se relajó.

Unos golpes sorprendieron en su puerta, utilizó un movimiento de varita para abrirla, sin ganas de levantarse despues de siete horas de arduo trabajo. La jefa de la casa Hufflepuff, Pomona Sprout, se asomó por el umbral con una suave sonrisa.

—Es bueno verte, Severus. ¿Qué tal has estado en tu día de reclusión?—habló al ingresar a sus aposentos.

—No estoy en aislamiento, Pomona. He desayunado en el Gran Comedor y también pasé en el almuerzo.—alzó una ceja el hombre al mencionarlo.—Aveces creo que tú y Minerva piensan que me ahogaré entre los vapores del caldero un fin de semana o algo así. Filius mencionó algo sobre mis experimentos, verdad?

—Por supuesto que confiamos en tus habilidades, no hay duda en que serías capaz de evitar cualquier envenenamiento.—permaneció la mujer con una sonrisa al decirlo, pero sus ojos se desviaron a otra parte.

—¿Qué necesitabas?—cambió de tema el profesor, enrollando el pergamino con la tinta ya seca.

—Poppy necesita algunas reservas de Dormir Sin Sueños, pero está algo ocupada así que decidí venir en su lugar.—suspiró la Hufflepuff.

Con un movimiento de varita, Severus levitó un pequeño cofre de la estantería a su izquierda.

—Lo preparé hace unos días, son los meses en que más los solicita. Hay suficiente.—lo dejó en sus manos.

—Gracias, siempre fan eficaz!—dijo risueña.—Si te ausentas en la cena Albus vendrá a buscarte, ya lo advirtió.

—¿Y cenar dulces muggles? No, gracias. Prefiero soportar el cuchicheo de los mocosos.—bufó el de negro entrelazando sus manos bajo su mentón.

La mujer se retiró con el cofre y cerró la puerta tras su espalda.
El profesor finalmente observó la habitación, observó el caldero, dirigió sus ojos a sus manos, regresó al fuego y una vez más a sus manos.
Por alguna razón, recordó que Lily solía mencionar lo ásperas que eran sus manos. Recorrió con su indice derecho un camino desde la muñeca izquierda hasta la palma con melancolía.

—Deberías cuidar más tu piel y tu cabello, se ven mal por tantos químicos.—mencionó una vez mientras pasaban el tiempo en el lago negro, tomando la mano del pelinegro—Pero, ya sabes. De todas formas tus manos son geniales, y demuestran tu esfuerzo. Las manos siempre nos delatan.—sonrió extendiendo las suyas.—Tienes ese tipo de manos...

Severus se acomodó en el respaldo, recorriendo los bordes de un libro aleatorio con su mano derecha. Sus ojos apagados, reviviendo recuerdos.

—Las manos de un pocionista, eh?—susurró.

Y por un momento, el hombre se planteó cenar dulces muggles si eso significaba no tener que ver los ojos del crío de la pelirroja.

Y por un momento, el hombre se planteó cenar dulces muggles si eso significaba no tener que ver los ojos del crío de la pelirroja

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Las manos de un pocionista -One Shot-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora