Epílogo

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—La canción os quedó fantástica, chicos. Pronto sonaréis en las listas de éxito. Os haré subir como la espuma —los felicitó Aitor—. Va a ser un trabajo impecable.

«De Madrid al cielo». Así llamaron a su primer trabajo que esperaban que fuera todo un éxito.

—¡Oh, vaya tíos! Tengo que salir pitando —gruñó Nico, agobiado—. Tía Olga me espera para ayudarla en su negocio. —Fue a salir, corriendo—. ¡Nos vemos a la tarde! —dijo, a punto de atravesar la puerta de salida.

—¡Oye, acuérdate que tenemos que ensayar para la boda de mi prima! Ya no podemos echarnos atrás. O voy a llevarme una reprimenda de las buenas —les recordó Daniel, apurado.

—¡Lo tengo en cuenta! Tranquilo.

Llegó a tiempo. El local estaba a rebosar. Alma también se había ofrecido para ayudarles después de que Nico accediera a comer un par de domingos en su casa, y sus padres —su madre, en concreto—, viera que era totalmente inofensivo, acabando por aceptarlo. ¿Qué podía hacer? Su niña estaba encaprichada con él y cuanto más se lo prohibiera, mayor sería la tentación. Luchar en contra de ambos jóvenes no iba a servir de nada.

—¿Cómo fue? —quiso saber después de que le diera un beso rápido.

—¡Bien! Tan bien como cuando grabamos para YouTube.

—¡Estupendo! —celebró ella.

—¡Chicos! —gritó Olga.

—¡Que sí! ¡Que ya nos movemos! —gruñó Nico, empezando a moverse con rapidez. Colocándose el mandil. Anudándolo con destreza.




Sala Caracol, diez treinta de la noche... Los focos bañaban el recinto. El público ansiaba escucharlos cantar en directo. Respiraron hondo. Tenían que hacerlo bien.

—¡Qué nervios! Aunque no sea la primera vez que tocamos frente a una marabunta de gente, pero juro que esto es diferente —expresó Sergio, con inquietud.

—¡Ahí afuera está a tope! —agregó Mario, después de haberse asomado para escudriñar.

—Lo haremos bien. ¡No hay más! —los animó Lucas, mucho más nervioso que ellos.

Aitor apareció junto al organizador del evento.

—¿Estáis listos, chicos? —preguntó el tipo que acompañaba a Aitor.

—Ya os toca salir —anunció este, dando un par de palmas. Estos chicos lo harían de oro si todo iba según lo previsto.

Asintieron. Y salieron en busca de encontrarse con el público. El que aplaudió con euforia en cuanto pisaron el escenario. Y como de costumbre, las chicas se encontraban abajo, en la primera fila. ¡Sus animadoras personales! Eran privilegiadas. Privilegiadas por tenerles como amigos, pareja... compañeros de canciones y de tardes amenas.

La música empezó y el concierto duró hasta bien entrada la madrugada. Hubo coros, palmas, móviles en alto con sus linternas encendidas animando las canciones. Y fotos, muchas fotos que, por la falta de luz, saldrían de una calidad dudosa.

Y aplausos. Muchos aplausos cuando acabó. Y la pena porque había terminado con demasiada rapidez. Y no habría un próximo concierto, Dios sabe cuándo y dónde. Para ser principiantes, ya tenían un buen puñado de seguidores. Tanto en Internet, como ocupantes de cualquier local, en uno de sus animados conciertos. Este, el primero más en serio y donde eran los únicos protagonistas.

De regreso a los camerinos, uno de los tipos que organizaban aquello, los hicieron esperar.

—Hay unos chicos que preguntan por ti —le hizo saber.

Nico se extrañó.

—¿Me esperáis?

—Te acompañamos. No sea cosa que se trate de algún loco suelto.

—Yo puedo acompañarle. No os preocupéis —dijo el tipo que estaba siendo pagado para estos menesteres. Fueran cuales fueran, tenía que velar por la seguridad de todo y de todos.

Lucas negó.

—Iremos todos.

La sorpresa fue mayúscula ya que aquellos chicos eran sus amigos de Getafe.

—¡Por Dios, chaval! ¡Cuánto tiempo! —chilló Germán, chocando la mano con originalidad, para luego abrazarlo. Le echó un vistazo rápido—. Te veo más viejo —lo criticó, en broma.

—¡Cállate! —gruñó Nico, empujándolo, para luego ensanchar la sonrisa.

Se saludaron uno a uno. Y luego les presentó a su nuevo grupo musical. Tenían que quedar para tomar unas cervezas. Ellos se quedarían hasta el domingo por la noche. Nico quería presentarles a todos sus amigos. A su chica. Contarse todo lo que les quedaba pendiente y que no se habían contado con relatado y señales por Skype. No sería la única ocasión en la que se verían.

Quedaban varias cosas pendientes. Entre ellas, tocar para la boda de la prima de Daniel. Y que Alma visitara a sus amigas de Astorga. Las vacaciones navideñas serían ideales para ello, siempre recordando las obligaciones del negocio de sus tíos. Y de los estudios. Fidel ya le había dado aviso de que tenía que terminarlos fuera como fuese con todas aprobadas. ¡Nada de suspensos! A ser posible, incluso llegar a pasar por la universidad. Aunque «El Refugio» necesitara de mucha ayuda, Nico tendría que labrarse su porvenir, al igual que el resto de sus amigos. Porque era capaz de todo. Capaz de subir a la superficie y respirar cuanto oxígeno necesitaba y aguantar a flote. Porque el pasado ya era pasado. Porque necesitaba vivir el presente junto aquellos que, a pesar de sus baches y defectos, lo habían aceptado tal y como era.  

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