capitulo 27

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—Ya, Jenna, si no nacen en las mismas fechas, no importa. Al menos tendrán casi la misma edad y...

—¡No! —grité, interrumpiendo a Louis. Me puse de pie y corrí a encerrarme a mi habitación otra vez. Me tiré en la cama y me hice un ovillo, eran demasiadas cosas por asimilar.

Escuché como la puerta se abría, y esperanzada con tener otra vez a Harry, alcé la mirada. Pero me encontré con Louis.

—Hey.

—Hey —le respondí. Me senté y él a mi lado. Lo observé, se había afeitado y aún parecía ese chico de 16 años que se burlaba de Zayn en el campamento y que se hacía pasar por novio de Harry.

Y recordé la despedida de solteros.

—Louis, te he contado alguna vez que te besaste con Harry frente a mis narices —quería distraerlo, apartarlo del tema inicial. Y funcionó, porque abrió los ojos como plato.

—¿Qué? Seguro soñabas.

—No, ustedes estaban ebrios y se besaron mientras bailaban arriba de una mesa. Debo confesar que se veían lindos, pero espero por tu bien que no se haya repetido jamás.

—Palabra de honor que ni siquiera lo recordaba.

—¿De qué honor me hablas? —reímos por un buen rato, pero se puso serio de pronto y supe que tendría que contárselo.

—Jenna... ¿qué sucede? Tienes los ojos hinchados y te ves horrible, bueno, ya sabíamos que eras fea y que Harry estaba contigo sólo para aparentar heterosexualidad y ocultarme como su amante, pero... en serio, no te ves bien.

Tomé una buena bocanada de aire, aún no lo terminaba de asumir por completo, así que era difícil contárselo.

—Soy estéril, no puedo tener hijos, Lou —me sentí orgullosa de no llorar, ni siquiera se me aguaron los ojos. Suponía que mientras más veces lo dijera, más liberaba al dolor.

—¿Estás segura? Digo, a veces te puedes equivocar...

—Me lo dijo el médico ayer. Hay exámenes y todo, definitivamente no puedo tener hijos.

—Oh, Jenna... —me besó el cabello y me recosté en su hombro. En verdad me gustaban los abrazos en esos momentos—. En serio lo siento...

—No te preocupes, Lou. Harry y yo sabremos salir de esta, él es muy listo.

—Y tú valiente, no lo olvides —sonreí para mis adentros.

Valiente.

Nunca me habían dicho un halago tan bonito. Siempre era la de al medio, Jenna Descerebrada. Pero me gustaba mucho Valiente. Supongo que lo era por afrontar esta situación sin pensar en el suicidio o en alguna otra locura más.

—Bueno, al menos pueden adoptar.

—¿Cómo?

—Adoptar, Jenna. Dime que siquiera pensaste en esa opción.

Por supuesto que no, de lo contrario no habría llorado como magdalena toda la mañana.

Adopción. No sonaba tan mal.

(...)

25 años


—Harry, la corbata.
—Sólo es un detalle.
—La corbata, Harry —mascullé entre dientes, bajito para que nadie oyera más que él. Se la terminó por acomodar de todas formas y me fulminó con la mirada. En esos momentos, ni su más amenazadora cara podría asustarme, los nervios eran más grandes.

—¿La pareja Styles? —oímos de pronto, al final del pasillo. Una muejr de cabello gris y totalmente recogido, hasta el punto de estirarle la cara, nos indicó que pasáramos al despacho de la directora.
Harry se colocó de pie primero, y extendió su mano para que hiciera lo mismo. La diferencia, es que mis rodillas temblaban de una manera que nunca antes había visto, y las nauseas que sentía me impedían mover un solo músculo.
—Jen, es hora —susurró Harry, con la mirada brillante y emocionada. Sostuve su mano, lo hice por él y por mí, por ambos y por nuestro futuro. En cuanto la toqué, el comenzó a acariciar mis dedos con los suyos. Hace tiempo que no hacía eso, y su roce me tranquilizó lo suficiente para caminar hasta el final del pasillo.
Entramos, y la misma mujer nos esperaba detrás del escritorio. Ella decidiría todo, era nuestra última esperanza.
—¿Harry y Jenna Styles? —asentimos—. Tomen asiento, por favor.
Nos sentamos, y de inmediato, la mujer clavó su dura e
impenetrable mirada en nosotros.
—Harry... profesor en una escuela pública... Jenna... mesera —me mordí el labio, dicho así, nuestra vida parecía carecer de muchas cosas, cuando en realidad, era que no nos faltaba nada gracias a mis padres, aunque claro, faltaba la guinda del pastel y está mujer era quién nos díría si podríamos comer o no—. ¿Se sienten preparados para ser padres?
Harry tragó saliva y con la voz ronca, pero segura, dijo:
—Desde hace más de un año —la directora nos miró con suspicacia y sonrió de medio lado. Era extraño para un rostro como el suyo. Comenzó a revisar unos papeles, leyó otras cosas, y finalmente cerró la carpeta en la cual se encontraba todo el informe que nos hicieron durante un año para verificar si seríamos buenos padres o no.
—Bueno, todo luce en orden, los papeles están al día y han hecho todos los trámites... ¿Quieren ver a su hija ahora?
Solté un grito ahogado de la emoción, Harry tuvo que sostenerme para no caer desmayada de la silla.
—¿A-a-ahora? —murmuré, casi sin creerlo.
—¿A eso han venido, no? Vamos, les presentaré a Meredith Styles —me prometí no llorar, y no lo hice. Pero no pude ocultar toda la emoción que sentía de saber que en unos minutos vería a mi hija.
Mi hija.
Cruzamos todo el hogar de protección de menores. Habíamos acordado con Harry, adoptar a quién más lo necesitase. En sí, todos los niños de los orfanatos se merecían lo mejor, pero el hogar de protección de menores apareció de la nada, como si supiera de nuestros planes.
Nunca vimos a la niña, aunque específicamos que queríamos a una. No nos importaban sus rasgos, su etnia, de dónde procedía, porque todo eso no importaba, ya que lo único que queríamos, era darle amor.
Entramos a un cuarto de techo alto, mohoso y amarillo. Era deprimente, a diferencia del resto del hogar, que desbordaba colores.
—¿Qué hay aquí? —me atreví a preguntar.
—Aquí duermen los más pequeños —me respondió la directora. Me sentí mal de inmediato, y quise gritar-. es que están pintando sus habitaciones y el olor a pintura fresca es muy fuerte para ellos —eso me tranquilizó. Pero sólo un poco.
Nos indicó que la siguiéramos y se detuvo a mitad de la sala, frente a una cuna. Debía tener sólo unos meses, era pequeña, rosada y lo más pequeño y enternecedor que haya visto en mi vida. Y era mía.
—Llegó hace tres meses, tiene cinco. La abandonaron en un carro de supermercado, luego supimos que su padre era alchólico, y que su madre estaba muerta por sobredosis.

—Es hermosa —murmuró Harry, aún sosteniendo mi mano, y apretándola con fuerza.
La directora la tomó en brazos y me la ofreció, con mucho cuidado. Meredith seguía dormida, era como una pequeña y frágil muñequita de esas que tenía de niña.
Cuando la tuve conmigo, contra mi pecho, supe que ya era feliz. Harry me abrazó por la espalda y acarició la mejilla de Meredith, con extrema dulzura.
—Vamos a rellenar unos cuantos papeles más, y ya se podrán ir con la pequeña —asentimos sin prestarle mucha atención, inmersos en las pestañas de Mer y en sus pequeñas manos.
Firmamos algo por aquí, algo por allá, ni siquiera lo leímos del todo, queríamos irnos ya.
Cuando al fin nos despedimos, la niña despertó. No supe que hacer, ella seguía en mis brazos y temía soltarla y que cayera al suelo. Pero sólo abrió un poco sus ojos y miró a su alrededor... y me sorprendí de ver que tenía los ojos tan verdes como Harry.
—Tiene los ojos de su padre, ¿no te parece, Rizos? —él me mir'extrañado, hasta que se dio cuenta del detalle. Sonrió como nunca y me besó en los labios. Ahora me sentía completamente segura de que al fin, éramos una familia.

Last first kiss ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora