Kelly detesta hablar con extraños.
Dylan piensa que cada persona es un libro abierto.
Kelly se angustia cuando piensa en el futuro.
Dylan ni siquiera piensa en él.
Kelly empieza a sudar y temblar al salir de su casa.
Dylan pasa todo el día afue...
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Candace dejó mi habitación hace un par de horas. Durante todo este tiempo he estado repasando en mi mente cada suceso que me guio a arruinar mi vida. Yo solita, sin ayuda de nadie más. Fui yo quien decidió tomarse las burlas como ciertas, es absurdo culpar a otros. Si no les hubiera creído desde un principio, si hubiera confiado en mí en lugar de en sus opiniones, todo sería diferente.
En quinto grado, Billy Larson se burló de mi cabello alborotado diciendo que parecía un "escobillón". Esa palabra terminó siendo mi apodo por dos años enteros.
En séptimo grado, Megan y sus amigas me recordaban día tras día que tenía sobrepeso, y me lo siguieron recordando año tras año hasta que mi madre me ayudó a deshacerme de esas libras demás que aniquilaban mis ganas de asistir a clases y que naturalmente desaparecieron una vez llegó mi período.
Pero no se terminó allí.
En el décimo grado, James Garner se rio de mí frente a todos en la cafetería al enterarse de que me gustaba. "Jamás sucederá, ardillita", dijo, apoderándose del apodo que Fuller me había dado a causa de mi ortodoncia y mis mejillas regordetas en ese entonces.
Así es. La secundaria fue una absoluta mierda. Puede que ese sea el motivo por el cual hoy en día evite a las personas. Allí están, todas mis debilidades, todos los motivos por los cuales cuando alguien me mira o debo hablarle temo que halle algo en mí que no le agrade y no tarde en echármelo en cara. Entiendo que no hay manera de evitar lo malo, pero sí que hay maneras de reaccionar frente a esos males, y yo he estado reaccionando de la manera errónea.
