IX. Treinta días y una noche

468 20 13
                                    

Este episodio se lo dedico a Noelia, la chica barcedista que me llevó a Madrid vía Wsp y que con sus comentarios me permitió recrear la vida de Helena en la capital española.

Helena

Llevaba dos horas en el aire, había dejado todo atrás. Un sentimiento similar a la levedad la embargaba. Es bien sabido que cuando algo termina, además de generar angustia, también otorga la sensación de liberación. Su consciencia estaba tranquila, sabía que había dado todo por Sofía, que se proyectó con ella y estuvo dispuesta a traerla consigo a España, pero Sofía no fue capaz de dar el salto y, frente a eso, nada podía hacer. Las pausas en su vida terminaron hace años, al igual que los sacrificios por amores no correspondidos. No pensaba dejar en pausa sus proyectos por nada ni por nadie. Por más que amara a la pelirroja, no la iba a esperar. Llevaba años sin estar en total libertad, se sentía extraña, con la adrenalina arriba y la expectativa a flor de piel. Cualquier cosa podía pasar...

Se obligó a dormir, pues las seis horas de la diferencia de horarios entre Santiago y Madrid seguramente le causarían un Jet lag tremendo. Tenía un leve recuerdo de juventud en España, más específicamente de Barcelona y de Ibiza. ¿Se parecerían a Madrid? Su alma de viajera revoloteaba dentro de sí, estaba muy emocionada. Cerró sus ojos, pero durmió intermitentemente. En un momento, además de estar volando sobre las nubes, sintió que flotaba sobre ellas; era una sensación sublime no estar en ningún lugar.

14 horas después, el vuelo de Iberia aterrizaba en el aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas. Allí la esperaba Ana María, quien al verla la saludó muy amablemente con los dos besos españoles típicos. Ana, era la chica contratada por la agencia que manejaba a Helena para que le diera la bienvenida en Madrid. Así mismo sería la encargada de llevarla a su nuevo apartamento ubicado en Conde Duque, el barrio donde viviría los próximos dos años y le daría todas las instrucciones para moverse por la ciudad.

Llegaron al penthouse amoblado que le habían reservado. Helena descargó maletas y se sintió como una mariposa totalmente libre, una mirada expectante iluminaba su rostro. El apartamento era precioso, contaba con tres habitaciones, un living adornado con una pintura de Miró, un tv pantalla extraplana y un microcomponente; dos baños (uno en la habitación principal que incluía tina) y otro en el corredor; una terraza que le daba una vista preciosa de Madrid; un estudio con una gran biblioteca, adornado por un afiche del Quijote que la miraba desde la pared; y una gran cocina abastecida con lo necesario. Ya se imaginaba haciéndole pasteles de manzana a Felipe. Sin duda un apartamento muy español. Le alegró no encontrar allí nada relacionado con la tauromaquia.

Ana le pasó la clave del wifi, la aplicación actualizada, dos copias de la llave y una guía turística. Le dijo que al día siguiente regresaría en la tarde para llevarla a conocer un poco la ciudad. Ese día debía descansar.

Al encontrarse sola, lo primero que hizo Helena fue llamar a Camila y avisar que había llegado bien y para que les dijera a todos que el viaje estuvo tranquilo y que el apartamento que le habían prestado estaba espectacular. Le envío algunas fotos. No hizo ningún comentario sobre Sofía.

Después de un baño espumoso y relajante, acompañado de la música de Adele, se acostó. Era temprano, pero pese a las horas que durmió en el vuelo, su reloj biológico le indicaba que era media noche en Santiago. Se durmió.

Sofía

Aún no caía en cuenta de que Helena se había ido para el viejo continente. No caía en cuenta de que estaba muy lejos, tan lejos que hasta su número era otro; no tenía cómo comunicarse con ella. Fue hasta que en el noticiero anunciaron el viaje de la morena y su cancelación con Mega, que sintió el vacío de la soledad. Sabía que no tenía que reprocharle nada a ella, que lo único reprochable era su cobardía. En vano miraba la última hora de conexión del WhatsApp. Habían pasado ya 24 horas... y no había rastros de ella.

Behind the BarcedesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora