🌸Capítulo VI🌸

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No le iba a contar que anoche me había escapado de casa.

- Entonces... ¿Quieres ir contándome lo que pasó aquel día?

- Es lo que usted siempre quiere saber. ¿Por qué quiere saber sobre eso? Me atormenta. No quiero recordarlo. No quiero hablar sobre eso.

- Si tú no hablas de eso, entonces, ¿Qué va a pasar contigo? Ese día te estará atormentando toda tu vida.

- Si lo cuento, sería igual de todos modos. Es un trauma que jamás voy a superar ¿Sabes? No quiero hacérsela difícil, Sra. Robinson.

- Me la harías muy fácil si sólo te animas a contarme sobre eso -se veía muy impaciente- Por favor, Lali. Ya me familiarizo mucho contigo, somos amigas. Olvida que soy tu psicóloga. Olvida mi edad. Imagina que yo tengo tu misma edad, y soy tu amiga y quiero apoyarte.

Esa palabra. Imaginar.

Mi mente era muy buena para imaginar cosas.

- Ese día -comencé diciendo- Fue el peor.

Hice una pausa, y vi el rostro de la Sra. Robinson. Sus ojos estaban bien abiertos, como si estuviera esperando ansiosamente lo que iba a decir. Se veía sorprendida y ansiosa. Como si fuera el mejor logro que había hecho. Sus ojos se iluminaron.

Suspiré. ¿Qué pasaría si me detuviera? ¿Si no dijera nada sobre lo que ocurrió ese día? La Sra. Robinson se cansaría de mí. Todos se pudrirían de mí. Mamá y papá estarían estresados esta semana.

La Sra. Robinson me trataría fríamente y diría que su trabajo se estaba escapando de sus manos; como arena entre sus dedos... Porque si no lo confesaba, iba a arruinar todas las cosas de las personas a mí alrededor. Y no quería eso. No. No más.

- Estaba muy enferma. -Dije mirando a mis manos, tragando saliva para sacar ese nudo en la garganta que no me permitía confesar la verdad-. Las cosas se me habían escapado de las manos. Todo estaba terrible. Mis tres amigos, Jazmin, Ramiro, Melodi y yo habíamos asistido a una fiesta. No era la primera vez que lo hacíamos, pero en esta se salió de control. No me acuerdo claramente lo que ocurrió -confesé avergonzada, queriendo borrar esos recuerdos de mi mente que a cada rato se repetían como retazos de película- Habíamos tomado algo, no me acuerdo muy bien. Creo que nos drogaron, no sé quién.

- ¿Quieres decir que alguien colocó un tipo de droga intoxicante en sus bebidas?

Asentí

- Y sentimos cosas raras. Terminamos en el hospital, y nos diagnosticaron un tipo de intoxicación. No lo recuerdo claramente.

- Continúa...

- La... la enfermera me dejó sola en la habitación. Mis amigos estaban separados de mí, y no sabía dónde estaban. Sentí un mal presentimiento, no lo recuerdo. Lo que sí sé, es que algo me empujaba fuera de ese lugar. Lejos de ese hospital.

- ¿Y saliste de la habitación?

- Sí -asentí- Salí de ahí, y en los pasillos no había nadie. Es como si todos hubieran desaparecido, entonces, yo caminé, aunque no sabía dónde se encontraban mis amigos, los busqué, para irme de allí.

- No te gustan los hospitales. ¿Verdad?

Me quedé observándola. Le supliqué con la mirada, que me dijera que me detuviera. No quería recordar. Sentía un sabor amargo y ácido en la boca, como si esos recuerdos en mi memoria renacieran de mis labios. Sangre... sangre.

Ella no hizo nada. Siguió observándome como una jodida interesada, y no pude detenerme.

- Caminé. Caminaba. O corría. No lo recuerdo -mis labios temblaron y me sorbí la nariz, a punto de llorar- Yo sólo... yo sólo comencé a correr cuando los gritos comenzaron.

La Sra. Robinson tragó saliva angustiada, y eso me puso peor.

- Había humo. Había fuego, gritos, cuerpos agonizando. Las puertas del pasillo comenzaron a abrirse. Las personas salían tosiendo, salían gritando, salían con fuego vivo en todos sus cuerpos.

- ¿Y tú qué hiciste?

- Corrí, no lo sé -dije ahogándome en mis propias lágrimas- Yo no sabía qué hacer. Sólo corrí por instinto. No corrí porque quise salvar mi vida -la miré por fin- Yo quería morir -le grité- Quería morir, como mis amigos. Ellos se merecían la vida, no yo. Ellos me hubieran salvado si habría estado en sus lugares, pero yo sólo corrí y los dejé morir.

Comencé a desesperarme. Las manos me temblaron como si estuvieran hechas de silicona. Las lágrimas bajaban por mis mejillas en un tiempo récord, y mi cara se arrugó. La tristeza, el agotamiento, el remordimiento que sentía. Sufría por mi crueldad, por mi egoísmo. Sentía la sangre hervir de la impotencia, de la bronca, de la tristeza. Mi instinto propio había sólo pensado en mí, y en nadie más. Y yo siempre quise morir. Siempre quise morir.

- Esta es la parte que le cuentas cuando me viste -habló Melodi detrás de la Sra. Robinson, con su cabello rubio quemado en las puntas- Cuando salí de mi habitación, tosiendo sangre y quemándome viva.

- Melodi, mi amiga. Fue la primera que vi -dije observándola- Ella salió tosiendo sangre, con el fuego consumiendo su cuerpo. Quemándola por completo. Quise ayudarla, pero todos me suplicaban. Me gritaban ayuda, todos morían, menos yo.

La Sra. Robinson trató de disimular su espanto. Muy poco logró.

- Ella se arrastró en el suelo detrás de mí, mientras corría. Me pedía auxilio, y yo corría.

Tragué saliva, y cerré los ojos cuando ellos aparecieron.

- Jazmin y Ramiro salieron después. La cabeza de Jazmin estaba en llamas, y ella ya no podía ni gritar. Ramiro rodaba en el suelo con desesperación, mientras el humo lo consumía, las personas lo aplastaban y el fuego lo mataba vivo. El olor a naftalina y alcohol estaba por todas partes. Chorreado apropósito en las paredes y en cada rincón. El fuego seguía el camino de la naftalina, como el agua. Tan rápido. Tan mortal. Terminó con todos.

- Y terminó con tu vida -dijo Ramiro.

- Corrí, como una cobarde. Quise morir, pero ni siquiera me puse junto a mis amigos para que el fuego también me consumiera viva. No los ayudé. Sólo observé sus pieles quemarse, la sangre de todos derramarse en mis pies, a mi alrededor. El hospital fue quemado por completo. Vivo.

- ¿Quieres decir que el incendio no fue un accidente?

Negué con la cabeza

- Nunca fue un accidente. Fue apropósito. Terminó con las personas que algún día iban a morir allí, pero antes de tiempo. Terminó con las almas de todos.

- Eso es lo que necesitábamos escuchar -sonrió temblorosa- Los investigadores han querido confirmar ese detalle, y tú los has ayudado. Bien hecho.

Asentí y observé a mis amigos.

Ellos sonrieron. Se abrazaron entre sí, observándome con felicidad y alegría. Los ojos de ellos brillaban, sus sonrisas blancas y perfectas los iluminaban.

Y todo dio vueltas. Ellos se separaron. Sus rostros estaban negros, quemados. La sangre corría por todos sus cuerpos, chorreantes. Sus sonrisas estaban deformadas, los dientes quemados, la carne viva en sus mejillas. Los ojos ciegos y llenos de sangre. Sus cuerpos estaban desfigurados, las ropas que tenían, quemadas por completo. Tiras negras que apenas tapaban mi pesadilla. Las mechas de sus cabellos caían en sus hombros, como si hubieran salido del incendio y me miraran en ese instante. Eran como cuerpos de zombis, pero vivos, quemados, reales en mi mente. Frente a mí. Interminables.

- Llegué a la salida, Sra. Robinson -dije sin mirarla. Porque los observaba a ellos, y sin temblar. Estaba observando mi pesadilla frente a mis ojos. Detrás de mi psicóloga. Ellos estaban como habían quedado, tirados e investigados en el hospital como los demás cuerpos- Y cuando abrí la puerta, todo se derrumbó.

Cuando abrí la puerta, en vez de morir, continué viviendo. Por la venganza. Para consumirme a mí misma en aquella pesadilla.

El sol de mi tormenta© ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora