00

0 0 0
                                    

El hedor que provenía de aquella sala le habría removido las entrañas al más duro de estómago ni siquiera hacía falta tener nariz para asquearse. Aquel aroma a perro muerto con sutiles trazos de carne podrida al sol, además de desagradable era intenso. Bastaba con estar a metro y medio de la puerta para notarlo quemando los ojos, adentrándose en el cuerpo y abrasando las córneas con saña. Si no fuera quien soy y no estudiara lo que estudio habría dicho que ese olor tenía vida propia, nombre y apellidos (puede que hasta esposa e hijos).
Por razones que solamente a mi me incumben, me aventuré a abrir la puerta de lo que más que una habitación parecía una cloaca. El pomo oxidado por lo visto no aprecieba mucho su lugar entre la madera podrida, o quería huir del horroroso hedor, pues con el más leve de los giros se desprendió de la puerta y decidió que mi mano sería su nuevo lugar, mientras al otro lado se escuchó su otra parte caer sobre algo blando.
Con cuidado como buenamente pude tiré de la desvencijada madera tras dejar el pomo a un lado. Las visagras se quejaron escandalosamente mientras la puerta se abría con parsimonia. Puede que ellas también supieran que no había nada ni nadie a quien despertar en aquella casa, al menos eso creía entonces.
Si bien al principio el hedor se te metía poco a poco en el cuerpo entrando por los ojos, nada mas poner un pie en la viscosa sustancia que cubría el suelo de la habitación, este se dirigía hacia ti sin miramientos y te propinaba un buen guantazo.
Si antes parecía un perro muerto que había pasado semanas al sol, ahora el perro había vuelto de entre los difuntos para vomitar arenques caducados sobre una montaña de heces, coronada por una mofeta en estado de descomposición. Y lo que en primera instancia parecía solo atacar a los ojos ahora iba a por todo el cuerpo. Te asfixiaba metiéndose por la nariz y los ojos, al acecho esperando a que fueras a toser para adentrarse en tu garganta, como si el mismo perro revivido entrara en ella a sacarte la arcada.
Tuve que salir un momento y abrir de par en par cada ventana que hubiera en ese pasillo. Cogí aire, me cubrí hasta la nariz con la gruesa tela de la camisa y de nuevo entré a la habitación que desprendia ese terrible olor. La curiosidad no mató al gato, el gato saltó por la ventana tras pasar por esa puerta infernal.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: May 24, 2019 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Mi clase en verano(título provisional)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora