Capítulo dos:
El clima afuera era terrible, un frío helado y húmedo se calaba por los huesos de Paige y de no ser por su abrigo ya hubiera pescado un resfriado. A pesar de la baja temperatura, la rutina matutina de Paige había sido muy productiva, aquella vuelta al parque le había bajado la irritabilidad unos cuantos niveles. Dejó las llaves en su lugar y ni se molestó en entrar a la habitación, sabía que él se encontraría totalmente dormido.
La temperatura de la ducha estaba perfectamente caliente, tanto que su piel al ponerse en contacto con esta se enrojecía inmediatamente. Se tomó su tiempo para lavarse con tranquilidad su cabellera negra, limpiando todo el sudor y contaminación del aire del exterior. Se pasó su exfoliante corporal con olor a frutos rojos por cada pulgada de su cuerpo, aplicándolo con mayor presión en algunas zonas.
Al salir de la ducha, apagó el radiador, que mantenía el baño libre de vapor, y con su toalla se secó el cuerpo, haciendo leve presión en cada zona en lugar de frotarlo. Se puso las cremas de todas las mañanas y se secó el pelo, recogiéndose este en una firme coleta alta, engominando la base para que los pequeños cabellos crecidos no la hicieran parecer desprolija.
Salió del cuarto de baño y entró a la habitación, encontrándose con un cuerpo desnudo, el cual se encontraba encorvado, como buscando algo en el suelo.
—¿Qué buscas?
—Mi camisa ¿No la tiré por aquí anoche? — Respondió mientras trataba de mirar bajo la cama.
Paige entró a su guardarropa mientras le indicaba: —En la sala de estar, en el suelo.
Escuchó como el rubio salió por la puerta de la habitación y ella se dedicó a buscar que ponerse. Luego de ponerse la ropa interior, optó por un pantalón recto de vestir color blanco y una camisa de seda azul marino. Los stiletto combinaban con su camisa y aunque eran odiosamente incómodos, no podía negar que lucían preciosos.
Cuando salió, el rubio ya estaba perfectamente arreglado y se estaba colocando el reloj. Inmediatamente él notó su presencia y le sonrió.
—¿Fuiste a correr? No te escuché.
—Tú nunca escuchas nada, voy a correr todas las mañanas y siempre te encuentro igual cuando vuelvo: desnudo y dormido. — Le reclamó con cierta diversión en su voz, alzando una de sus cejas.
—Te levantas todos los días a las cinco de la mañana para correr con dos grados bajo cero, me parece que lo que hago es muy normal. — La molestó con aquella sonrisa tan particular que poseía. — Cambiando de tema ¿Qué tal te fue ayer? —Preguntó, ahora ambos saliendo de la habitación, pronto arrepintiéndose de haberla formulado. Aquél era un tema que no debía haber tocado, pero era muy tarde para deshacer su pregunta.
La cara de Paige se transformó, ahora por una expresión dura que no era extraña en ella.
—¿Quieres saber cómo me fue? Terrible. No conocía a nadie en el lugar, y eso que estaba repleto de personas porque, al parecer, Daniel era una persona honrada y de bien. —La ironía en su voz dejaba en evidencia lo mucho que le molestaba pensar cómo había sido tan buena persona con todos, excepto con ella. —Ah, pero sí estaban dos personas conocidas: Patrice y su amoroso hijo Jesse. Oh pobrecitos, que buenas personas son. — No se estaba dando cuenta de que su tono de voz subía cada vez más. — Y espera, porque hay más. Me estaba yendo de ese aburrido lugar y ¿sabes quién apareció? ¡Pues claro! El bueno e inocente Jesse, diciéndome que estaba feliz de verme ¿Feliz de verme? Ja, como si fuera estúpida, está claro que es un hipócrita, que lo único que quiere es mantenerme lo más controlada posible, pero no voy a permitir que eso pase, claro que no.
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La Herencia
RomanceLa muerte inesperada de su padre y una herencia compartida abrirán las puertas a una historia llena de sentimientos nunca antes experimentados y secretos reveladores.