Capítulo dos.

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Aer no lo había pensado demasiado una vez que su infiltrado en Hydra le confirmó que mantenían a Ronald dentro del Cubo, una antigua base de S.H.I.E.L.D, la cual hoy en día era utilizada como un centro de investigación científica y, a su vez, una cárcel para los enemigos de Hydra. No estaba de más decir que los científicos del lugar tenían la costumbre de usar a los presos como sujetos de prueba y siendo que en aquel lugar no existía ninguna ley que los limitara, los experimentos solían terminar con la vida de aquellas personas o algo peor.

Su preparación había consistido en asaltar el almacén de armas de su propia base y tomar todo aquello que pudiera explotar. Sabía que Lola encontraría su nota, lo cual implicaba que sus refuerzos no estaban más que a un par de horas de distancia y, por ende, él tenía que encontrar al mayor antes de que llegaran, puesto que de esa manera solo tendrían que preocuparse por salir del lugar. Aquello no era un problema tan grande si tenían a Rain, quien se especializaba en el rescate.

Al ser solo una persona quizá hubiera sido más fácil infiltrarse discretamente, burlando la seguridad de uno de los puestos de control y obteniendo información del paradero de su compañero. El problema era que estábamos hablando de Aer y en lugar de aquello, había optado por acercarse lo suficiente al puesto de control oeste y colocar una bomba en dicho lugar, para a continuación correr con dirección al puesto este en donde, justo en el momento en que llegó, se encontraba detenido un camión de carga a la espera de entrar a la base.

Sus armas consistían únicamente en una mochila llena de explosivos de diversos tipos, su carcaj de flechas y su arco. Aprovechando su posición y la oscuridad de la noche apretó el botón que denotaba la bomba del puesto este y disparó una flecha al guardia que estaba cerrando las puertas traseras del camión. La explosión llamó inevitablemente la atención de los guardias y gracias a ello, pudo correr en dirección al guardia caído sin ser visto, tomándolo por debajo de las axilas y subiéndose con él al camión, cerrando las puertas. Al parecer la carga que transportaba dicho camión era algo importante, pues, rápidamente sintió como se movían entrando a la base.

En los minutos que pasó dentro de aquel vehículo se encargó de revisar las cajas, cuyo contenido consistía en una serie de frascos de diversos colores y tamaños. El chico no tenía idea alguna de cuál era su naturaleza o su uso, por lo que decidió concentrar su atención en el guardia, tomando su arma y la tarjeta que traía colgada en el pantalón, de algo iba a servir. Pronto el camión se detuvo y escuchó claramente como varias voces se acercaban a la puerta, por lo que abrió todas las cajas en tiempo record y colocó una bomba cronometrada con un minuto sobre la caja que tenía los frascos más grandes, rezando en su interior para que aquellos líquidos fueran inflamables.

Preparó su arco y en cuanto la puerta del camión se abrió, disparó sin mirar, bajando de un salto y echando a correr lo más lejos posible, dándose cuenta de que se encontraba en una especie de cochera gigante, en la cual, afortunadamente no había demasiados guardias por lo que continuó su carrera entrando a la primera puerta que encontró. Apenas si le dio tiempo de agacharse en el suelo antes de que la ola expansiva rebotara contra los cimientos del edificio y no pudo más que preguntarse a si mismo, qué se suponía que eran los químicos que transportaba aquel camión.

No se entretuvo pensándolo demasiado y se levantó del suelo, comenzando a adentrarse en el pasillo frente a él, dándose cuenta de que se encontraba en el área de máquinas. Se detuvo donde encontró un motor enorme, el cual, según los ductos a su alrededor, era el motor principal del sistema de ventilación del edificio. Había traído consigo una bomba que, según Jako, al explotar soltaba químico en forma de vapor que explotaba al contacto con el agua, eso debería bastar para acabar con aquel lugar, por ello, colocó la bomba justo sobre el motor y puso el reloj detonador en cuenta regresiva de una hora, tiempo más que suficiente para encontrar a Ronald y que el resto los sacara de allí.

Mientras tanto...

Ronald se encontraba siendo transportado por los pasillos del lugar, con los ojos vendados. Desde el día de su captura no había sido golpeado nuevamente, lo habían alimentado al menos 2 veces para ese momento y el contacto con otras personas había sido limitado a una sola persona. Una mujer cuyo nombre desconocía y que durante las horas que habían transcurrido desde su encarcelamiento, había ido a sentarse en diferentes momentos frente a la enorme pared de vidrio que formaba parte de su celda.

—¿Dónde está la gema? —Esa era la única pregunta que solía repetir por horas. Ronald había decidido mantenerse en completo silencio, simplemente observándola y dejándole claro con aquello, que no pensaba darles información alguna. Lo más resaltable del asunto, es que la mujer estaba completamente segura de que él sabía y a pesar de que aquello era verdad, no dejaba de preguntarse a si mismo cómo es que tenían aquella información.

Unos 10 minutos atrás, un par de guardias habían entrado a su celda y esposado sus manos contra su espalda, para después vendar sus ojos y conducirlo por los pasillos. Ronald no había ofrecido resistencia alguna, a contrario de lo que le dictaba su naturaleza, puesto que, sabía que cualquier movimiento brusco de su parte podía hacer que le sedaran, lo cual, implicaba perder cualquier información que pudiera obtener del lugar al cual lo habían llevado después de su captura.

Pronto se encontró a sí mismo en una camilla, amarrado contra esta y tomando nota de los tres individuos que se encontraban en la habitación, uno de ellos se encontraba preparando una jeringa y el otro par estaban hablando en alemán con rapidez mientras le dirigían miradas furtivas de vez en cuando.  Observó atentamente como los tres se acercaban a donde él se encontraba, con aquel que tenía la jeringa en su mano palpando su brazo en busca de sus venas. Se mantuvo lo más impasible que podía, sin despergar la mirada de aquella jeringa llena de un suero color rojo que pretendían inyectarle. Probablemente era algún tipo de químico que provocaría que hablara o algo por el estilo, puesto que, Hydra era bien conocido por sus técnicas de control mental.

Ya se había mentalizado para resistir lo que fueran a ponerle cuando su corazón se detuvo al escuchar un estruendo y seguidamente sentir como todo el lugar temblaba, siendo que, algunos de los frascos en los estantes cayeron al suelo, desparramando su contenido. Un instante después luces rojas iluminaron todo el lugar y la alarma de intrusos resonó en el edificio, provocando que su corazón volviera a latir nuevamente. Ronald estaba completamente seguro de que aquello era obra de sus compañeros y pudo respirar aún más tranquilamente cuando los científicos en la habitación tomaron un par de maletines y salieron del lugar.

En otro lugar...

El resto de Soul river no había tenido demasiado tiempo para pensar en un plan elaborado para el rescate de sus compañeros, en realidad, el plan se resumía en: entrar a la base, encontrar al par que les faltaba, salir de la base y no morir en el intento. Sin embargo, una vez que llegaron al lugar y observaron el completo desastre que era la instalación desde afuera, con guardias movilizándose por todo el lugar, camiones entrando y saliendo por los puesto de control, llegaron a la inevitable conclusión de que Aer había decidido hacer las cosas por completo a su manera, lo cual, al menos por esa ocasión, les daba una gran ventaja. 

—Ya se cómo vamos a entrar. —Habló en voz alta Phoenix con una sonrisa de gato surcando su rostro mientras miraba fijamente a Jako. El aludido no pudo evitar temblar un poco, estaba completamente seguro de que iba a terminar siendo la carnada de nuevo.

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