Se despertó como cualquier ,otro día. Se bañó como cualquier otro día. Se vistió como cualquier otro día. Agarró su mochila y se la pasó por el hombro como cualquier otro día. Pero lo que él no sabía es que al cruzar el umbral de la puerta ese dejaría de ser un día normal.
Facu salió a tomar un poco de aire rogando por poder escaparse del almuerzo que tenía junto a los amigos de su padre y sus insoportables hijos. No pensaba poder resistir más de media hora con toda esa gente que bien no le caía justamente. Embelesado en su propio pensamiento no vio la bicicleta que se le avecinaba rápidamente. Cayó de espaldas en el momento en que el chico montándola le soltó en grito estrepitoso:
- ¡Córrete del camino!
"Mocoso", pensó Facu cuando el chico pasó por su lado sin decirle ni "perdón" siquiera. Aunque por alguna razón una parte de él sabía que eso no era del todo lo que pensaba. Recordaba esa persona de alguna parte.
Sacudiendo el polvo de su ropa se levantó, volviéndose a acordar la tortura que le esperaba. No es que le emocionara ir a un lugar lleno de viejos homófobos y sus malcriados hijos. Y tampoco es que la idea de juntarse con gente que apenas había visto en su vida, aunque supiese exactamente quienes eran. No podía sacarse de encima el sentimiento abrumador de que todos los de su edad los iban a estar persiguiendo con la mirada, criticando cómo hablaba, cómo se movía, cómo se vestía o qué hacía. Tampoco quería pasarse la tarde sentado, solo, sin nadie con quien hablar porque no tenían absolutamente nada en común o simplemente porque le costaba relacionarse con otros.
A la mayoría de quienes conocía, Facu no les podría haber contado todo lo que sentía sin parecer paranoico, pero no le sobraba razón. Sus verdaderos amigos, que tampoco es que fueran muchos, sabían de la ansiedad social que sentía en este tipo de situaciones, y sabían que eran producto de previas experiencias que él había sufrido desde muy niño. Su timidez era sólo respuesta a aquellos dedos apuntadole, aquellas burlas, aquellos sobrenombres, aquellas risas que los perseguían como ecos en su cabeza.
Ahora estaba seguro que ese día iba a ser un completo desastre. ¿Pero sería tan así?
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Aburrido sentado en una mesa con gente que apenas conocía o con la que no tenía intención de relacionarse, lo único que podía hacer era concentrarse en su celular. Cuando le llegaron un par de mensajes:
De Luu:
Eu
Facu
¿Querés venir hoy a hacer algo a mi casa?
A las 5Era la primera buena noticia que había recibido en todo el día. No podía esperar a salir de ahí e ir a pasar el rato con su amiga. No dudó ni un segundo en responder que obvio que quería.
Después de más de 3 horas revisando el reloj cada 5 minutos mientras veía al resto de chicos de su edad jugar al fútbol (que Facu detestaba), se subió al auto con su padre y se fue a hacer algo más divertido.
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