Belated Birthday Gift

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Nota: O sea, atrasado y pico, porque el cumple de Erina pasó hace, ugh, dos meses ya, pero escribí esto días después de su cumple (lol). En fin, atrasadísimo y todo, pero espero disfruten.

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Oh por todos los cielos. Lo que menos esperaba encontrar en la entrada de la mansión cuando una mucama fue a llamarla diciéndole que alguien insistía en verla ya era a Yukihira Sōma que parecía fresco como una lechuga y no como alguien quien apenas había dormido para tomar un vuelo hasta Japón.

—¿Qué te tomó tanto tiempo? —Fue el saludo que le dio cuando ella abrió la puerta y se quedó mirándolo aún somnolienta e incrédula.

—Yukihira... —Se pasó una mano por el rostro y respiró profundamente—. ¿Sabes qué hora es? —Y le miró con absoluta seriedad con una mano en su cintura.

—Faltan exactamente 15 minutos para las seis de la mañana —respondió él con simpleza mientras acortaba la distancia entre ambos y acunaba su rostro con una de sus manos—. ¿Qué, no te alegra verme después de casi un mes? —Preguntó, curioso.

Alegrarse no expresaba del todo su sorpresa y felicidad de verlo allí, pero aún no salía el sol siquiera, estaba agotada y él la había hecho salir apenas con una bata por encima de su pijama ante la aún demasiado fresca madrugada.

—Lo estoy, pero no quita que esté irritada, estoy cansada —su tono fue seco pero no apartó la mano masculina de su rostro —y podías perfectamente entrar, así que, ¿qué sucede?

Sōma soltó una risilla por lo bajo y le acarició la mejilla con su pulgar.

—Nunca puedo ganarte, ¿eh? —Murmuró—. Si entraba, no iba resistir echarme en la cama contigo y no puedo darme ese lujo, tenemos que darnos prisa, hay un vuelo que tomar —añadió, más animado.

Erina arrugó el rostro y apretó los labios.

—¿Un vuelo? —Repitió, la incredulidad tiñendo su voz.

—Así es —con su otra mano la sujetó por la cintura y la pegó contra sí —es tu regalo de cumpleaños atrasado —rozó su nariz con la de ella de forma cariñosa —así que prepárate y vuelve aquí.

—Ya me diste un regalo de cumpleaños, Sōma... —Erina le miraba confundida, tratando de seguirle el hilo —y tampoco puedo irme de viaje y dejar todo de lado, tengo responsabilidades —espetó, dándole un golpe suave en la barbilla con sus dedos.

—Te envié un regalo, que es distinto, éste me va a incluir a mi —la miró a los ojos —y ya me hice cargo de esas responsabilidades con Arato —rió por lo bajo, notando como ella abría los ojos en sorpresa —ahora ve, vístete y vuelve aquí, tienes menos de 20 minutos —y dándole un beso rápido, la hizo volverse hacia la entrada —tampoco te preocupes por el equipaje, también nos encargamos de ello —añadió, dándole un pequeño empujón para que entrará.

Erina estaba tan atónita que no encontró palabras para replicarle.

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Luego de haber llegado al aeropuerto de Haneda y embarcarse en un vuelo de casi 3 horas hasta el aeropuerto de Miyako, en Okinawa, Erina estaba lista para arrojar a Sōma por la ventana, ferry o tren en el momento en que se diera la oportunidad.

Pero como él tenía un vehículo rentado ya listo a la salida del aeropuerto, era quien conducía y sabía hacia dónde se dirigían, no tenía forma de lanzarlo del auto en movimiento.

Durante todo el trayecto Sōma había sido endemoniadamente encantador, sonriendo aquí y allá, diciéndole de forma sutil que esperaba disfrutará la sorpresa sin decirle en realidad qué era.

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