‘Te estoy olvidando’, me dijiste indirectamente mientras te despedías de mi aquella madrugada del siguiente día, un nuevo día que apenas iba a comenzar en el que tú no ibas a estar presente. Ese día en el que comprendería que no todo iba a ser igual a partir de él. Llegué a puras y fugaces conclusiones que se convirtieron en una reflexión sobre lo que hay entre nosotros. Un hallazgo escondido que no quiere hacerse visible pero que ambos sabemos que es real y nunca llegará a florecer como flor de mayo.
Y ahí me dejaste, sin alma en mano, aire en pecho, únicamente hundiéndome en mis pensamientos. ¿No soy suficiente para ella? ¿Tan pronto se cansó de mi? ¿Ya me va a dejar por otras personas más importantes en su vida? Probablemente solo y únicamente fueran paranoias de ese momento, unas paranoias que me tenían cautivo en mi mente realista y a la vez idealista fantástica.
—Siempre es todo igual, ahora ella. –Decía el chico mientras dejaba el teléfono apartado de él a la vez que tomaba su cabello estirándolo como manta arrugada hacia arriba.
—No sabe lo que acaba de perder –musitó muy abrumado y desesperado– al fin y al cabo yo si sé que he perdido.
La relación de ambos había comenzado desde hace algunos años, no más de dos, pero su amistad se había fortalecido apenas hacían unos meses. Quién sabe por qué, el destino los había unido en una misma pasión, un mismo interés, un mismo deseo, un mismo sentimiento. La escritura. Y no una cualquiera, una escritura verdadera.
Se pasaban el día hablando por mensajes día tras día, hora tras hora, era genial. Ella era la que más experiencia tenia en aquello pero, no lograba del todo atraer al chico a su zona de confort, pues a él le interesaban mas otros temas de escritura que a ella no le disgustaban pero, prefería otros más a sus gustos. Aún así, siempre sacaban tema o idea del que poder hablar. En ocasiones la chica debía atender otros temas y él lo respetaba. Luego, al revés, y ella lo esperaba. Eran tal para cual. Aunque no tenían los mismos gustos y ciertas cosas del otro le parecían raras, al igual que cuyas cosas de la chica le parecían extrañas a él. A pesar de todo, su relación era bastante sana.
En ocasiones, ella fantaseaba y le hacía "bromas" sobre el amor, cosa que el chico no llevaba muy bien y decidía pasar de lejos. Pero ella seguía, y en ocasiones hubo problemas entre ambos. Realmente todo surgió cuando ella comenzaba a hablarle de otro chico que también era igual de adicto a la escritura como ella y, como nuestro pequeño escritor protagonista. Pero claro, no podían haber dos, pues ella se dejaba pronto llevar por todo y de una forma u otra, acabaría dejándolo y yéndose con el otro. Comenzó a preocuparse, cada día él le hablaba más secamente y con actitud muy fría, todo por esos cambios de humor típicos en la adolescencia. Él no era así, pero, parecía que ella se lo tomaba a broma lo que hacía que eso cabreara muchísimo al joven. Le quemaba por dentro. Pero, lo dejó pasar y al fin y al cabo, debía dejarle libertad, no era solo para él, ¿verdad?
Y, todo fue a peor. Sobretodo, en esta noche. No sabía qué ocurrió, que pudo suceder. Pero ella estaba perdiendo contacto con él. Siempre se quedaban todas las noches. Ahora ella, decía que tenía sueño y no aguantaría o simplemente desaparecía en un momento inoportuno. Eso hacia pensar al chico, plantearse el buscar a nuevos amigos, nuevas amistades, entablar mas relaciones con personas de su entorno. Pero, tenía algo especial con ella que no podía dejar perder así como así y, eso le hacia daño. Únicamente quería ver que ella se percatase que era la única que tenía con esa pasión por la escritura, la única, la única que le hacia sentir cosquilleos y mariposas en el estómago con sus alocadas ideas. Pero, ella, lo estaba dejando, lo estaba dejando todo a un tercer plano y él no podía asimilarlo. ¿Con quien escribiría ahora? ¿Con quien haría ideas tan maravillosas para poner en práctica? Con nadie.
—Probablemente, debido a estas fechas, esté abrumada con los estudios y, no disponga de tiempo, claro será eso. –decía mientras soltaba una pequeña sonrisa de medio lado y centraba su mirada y sus pensamientos en el techo, oscuro, frío, solitario, borroso, neutro, fugaz, maldito, descarado, estúpido techo, comentaba en su mente sin aportar nada útil. Qué culpa tenía la edificación. Sus pensamientos ya iban mas allá de los sentimientos lagrimosos a los que echaban humos por doquier.
—¿Me merezco todo esto? –depositó sus manos en su cara, dejándolas resbalar por su cara, deformando con el paso su cara.
El chico había tenido duras circunstancias, había perdido amigos, amores, de todo. Y esto era lo único que le faltaba. Él podía organizar su vida y dejar un tiempo de su día dedicado a lo que él quisiera, como, la escritura, su gran pasión. ¿Por qué debía ser diferente con ella?
—Y pensar, en todo aquello que me arriesgué para hablarle.
Su familia tenía fama por ser unas personas encantadoras, pero todo se ocultaba tras las puertas de su casa, donde reinaban los gritos, miradas que matan, comentarios sarcásticos y malos ratos. Él estaba cargando con un gran peso encima que esperaba que pudiera aliviar en los próximos meses. Aunque, a él, le daban igual la mayoría de las cosas al principio. Era uno de estos que esquivaban los malos pensamientos, etapas y dejaban todo atrás, no se dejaban influenciar por nadie. Pero, en las noches, se desahogaba de todo aquello en su pequeño sitio de confianza, su viejo diario y, su amiga. Pero últimamente, el diario parecía que lo comprendía mejor que ella.
En fin, unos problemas que daban para mucho, pero, que en tales circunstancias, no podía permitirse recordar. Con apenas quince años, y problemas tan serios, para el al menos, a saber lo que le depararía el futuro.
—Debo olvidarlo, tendré sueño, nada más. Tengo que dejar a la gente que siga con su vida y yo saber aceptar eso de una vez. No es tan difícil Alex, no lo es. Comprendelo de una vez. –se decía para si mismo logrando una auto convicción que por ahora, no sonaba muy efectiva.
Y sí, él era Alex, un chico de quince años, bastante perfeccionista y creativo. Tenía fama en su clase e incluso, probablemente entre sus profesores, sobre uno de los mas listos y que mejores notas saca en prácticamente todas las asignaturas. Eso despiertan los celos de los estudiantes de su alrededor, metiéndose con él en ocasiones, cosa que le "entra por un oído", y le "sale por otro". Como diría el propio chico. Aún así, aunque no se deja influenciar tan fácilmente, hay cosas que si le llegan a afectar. Pero sigue adelante como debe ser, poniéndole cara al miedo y a la tristeza con un: "Aquí estoy yo, derríbame si puedes"
Pero llegados a este punto, quizás si tuviera razón desde un principio y son únicamente paranoias por esta última etapa de exámenes, el estrés es malo para reflexionar. Y el lo tiene muy aprendido.
—Bah, me da igual. Mañana, será otro día. –concluyó finalmente para girarse y quedar de lado. Era más sano para su columna. Cerrando sus ojos y adentrándose en sus sueños, oscuros y profundos sueños imaginarios que sin duda iban a alejarlo de los problemas y, mantener su mente en blanco durante varias horas.
Todo quedó sepultado por un oscuro e inquietante silencio donde únicamente se distinguía una luz que entraba por su ventana, unas respiraciones profundas y unos ronquidos provenientes de la habitación de sus padres. Vaya marrón y vaya fiestecita de ronquidos iba a tener su madre, por aquellos gritos de desesperación que retumbaban por el pasillo, a los que Alex respondía con una carcajada, antes de finalmente, sucumbir en el sueño.
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Paranoias
Novela JuvenilUn chico, una chica, unos amigos y un destino poco esperado es lo que encontrarás aquí. Decenas de reflexiones que pondrán a prueba hasta donde es capaz de llegar la mente humana con una simple preocupación. ¿Somos capaces de morir por ello?