Capítulo III

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Las luces están apagadas en mi fría habitación, presiento en mis huesos que será otra larga noche, otra noche en compañía de la soledad. 

Soledad: circunstancia de estar solo o sin compañía. 

No estoy sola, esa sombra a la que he llamado "soledad" me persigue día y noche, no obstante, revela su siniestra figura cuando las luces se apagan y la noche se alza en el cielo. Siempre está ahí, parada en el umbral de la puerta de mi habitación, vigilando en el silencio.

 ¿Dónde, cómo y cuándo apareció? Fue hace algún tiempo, tras aquel acontecimiento que no puedo recordar, imágenes confusas invaden mi memoria y la intranquilidad empieza a picar mi acelerado corazón. 

Escucho voces a lejos pronuncian palabras que no puedo comprender, llantos, y nuevamente palabras, aunque no las entienda tengo el presentimiento de que hubieran servido antes, ya que en el ahora carecen de sentido. Entonces, surge de la nada el silencio, pero, no es un silencio cualquiera, ya que en el entorno quedan suspendidas en el aire las palabras, las palabras que no pudieron ser pronunciadas se encuentran palpables en el viento. 

La soledad siempre anda tras de mí, me acecha y cava dentro de mi pecho este agujero que cada vez se está volviendo más profundo, más frío y por sobre todo tenebroso. ¿Cuándo acabará? No lo sé, pero, estoy segura que no puedo huir de lo que llevo dentro, si negara este sufrimiento estaría negando una parte de mí. ¿Qué hacer? Tampoco sé, si lo ignoro estaría ignorando una parte de mí y me entregaría de lleno a la rutina.

 A veces los problemas no necesitan solución, así como algunas preguntas no necesitan respuesta. En cambio, necesitan ser comprendidas, averiguar porque están ahí y trabajar en el punto donde comenzó todo. Las preguntas necesitan formularse adecuadamente, aquellas que cumplen este requisito obtienen la respuesta de la duda.

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