Ya no queda nadie para depositar flores en el portal de granito y pocos se aventuran entre las deprimentes sombras que parecen demorarse en forma extraña alrededor de sus piedras gastadas por el agua.
Nunca olvidaré la tarde en que me encontré por primera vez con esa casa de moribunda apariencia. Era mediado el verano, cuando la alquimia de la naturaleza transmuta el paisaje Silvestre en una vívida y casi homogénea masa de verdor cuando los sentidos se ven intoxicados por oleadas de humedad vegetación y el aroma sutilmente indefinible de la tierra y la vegetación.