Capítulo 2

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II

Estaba nerviosa, muy nerviosa, corría de un lado a otro de ese pequeño apartamento que había alquilado con sus ahorros, ya que no dejaba que su familia se hiciese cargo de su economía, su orgullo jamás se vería tachado recibiendo limosna.

Acababa de instalarse en Boston sabiendo que el futuro era muy incierto y se vio sorprendida por esa llamada y esa repentina entrevista de trabajo en la ciudad.

Industrias Montero, había oído hablar de la empresa ya que tenía el monopolio prácticamente absoluto en el mercado de valores, multimillonaria y próspera, no entendía cómo habían conseguido su teléfono pues no recordaba haber mandado su currículum, aunque había mandado tantos que ya había perdido la cuenta.

Estaba cansada de cambiar de empleo cada poco tiempo, pero era inestable y ella lo sabía, su mente le jugaba malas pasadas a menudo y era incapaz de separar sus demonios personales de su puesto de trabajo, obligándose a dimitir una y otra vez ante ciertas circunstancias que escapaban de su control.

Desesperada al no encontrar su chaqueta, se dio de bruces con su amiga Cristina, que al parecer había estado siguiéndola todo ese tiempo de un lado a otro de la casa, hablándole de algún tema al que no había prestado la más mínima atención.

-Inés, cálmate por Dios, solo es una entrevista de trabajo.

-No es solo una entrevista de trabajo, es mi oportunidad para quedarme aquí en Boston... No quiero volver a Maine, no quiero que me miren con lástima ni vivir de la caridad de mis padres.

-Te irá genial, solo sé tú misma, además está vez creo que es tu oportunidad para estabilizarte.

-¿Por qué estás tan segura de eso?

-Porque cuando me contaste que te habían llamado de Industrias Montero investigué un poco y vi que vas a trabajar para una mujer, así que no vas a ponerte nerviosa Inés, ni vas a perder los papeles ni vas a dimitir porque tu jefe te mira mal.

-Eres muy graciosa, sabes que no dimití de mi anterior empleo por eso.

-Lo sé, trata de relajarte, te irá bien.

Con un suspiro, intentando calmarse, se puso la chaqueta a conjunto con su falda y se miró en el espejo, sabiendo que este le devolvería el reflejo de una mujer hermosa con demasiados demonios a sus espaldas.

De pronto entró en la estancia un niño de cabellos negros y de ojos grandes y curiosos, del color del mar, arrastrando por el suelo un trenecito de juguete y se la quedó mirando con admiración. Al ver a su hijo reflejado en el espejo su rostro dibujó una sonrisa y se giró, haciéndole una señal para que se acercara. El muchacho corrió a sus brazos donde ella lo abrazó con fuerza, cubriendo su rostro de besos.

-¿Qué piensas pequeñín? ¿Crees que a mamá le irá bien hoy?

-Te ira muy bien mami.

-Pórtate bien con Cristina, cuando vuelva cenaremos algo rico y veremos una película tu y yo juntos ¿Vale mi amor?

-Vale mami, seré bueno.

Se despidió de su pequeño con un beso y se marchó a su entrevista, no sin antes haber recibido los mil elogios de su hijo asegurando que era la mujer más hermosa del planeta. Ese moreno de cinco añitos se había convertido en el motor de su vida y todo cuánto hacía era por él. Solo quería conseguir un trabajo para poder mantenerlo y sacarlo adelante. Lo tuvo joven y no quería pensar en cómo llegó a concebirlo, había desterrado esa época de su vida y jamás la mencionaba o pensaba en ella de forma consciente, a pesar de que acudía en forma de pesadillas. Desde el momento en que nació cambió su vida y era capaz de todo por él, era su pequeño y como una leona estaba dispuesta a arrasar con todo por el simple hecho de verlo sonreír.

Al llegar a industrias Montero, se sintió sobrecogida ante el gran rascacielos que se presentaba ante ella, acostumbrada como estaba a un pueblo pequeño, la majestuosidad de ese edificio le dio vértigo y quiso salir corriendo. La imagen de su hijo asegurándole que todo le iba a ir bien le dio la fuerza que necesitaba para entrar y dirigirse al ascensor, ya que la chica que la había citado le dijo que se verían en la última planta.

Tras un viaje que se le hizo eterno, salió a un corredor lleno de cubículos y oficinas a su alrededor, lleno de gente que iba y venía enfrascados en sus quehaceres y al fondo, una puerta inmensa que supuso conducía al despacho de la que sería su jefa, la señorita Montero.

Sintiéndose perdida durante unos instantes, una mujer de cabellos rubios y mirada caramelo se presentó ante ella con una sonrisa.

-¿Es usted la señorita Arrimadas?

-Sí, soy yo.

-Llega pronto, yo soy Gloria, hablamos por teléfono.

Gloria la condujo a un pequeño despacho, donde tomó asiento indicándole que hiciera lo mismo. Ante ella tenía su currículum por lo que supuso que en algún momento que no recordaba lo había mandado.

-Señorita Arrimadas, la he llamado porque la señorita Montero necesita una nueva secretaria, no sé si ese era el puesto que usted quería ostentar pero dado que no termino su carrera universitaria, no hay ningún otro puesto disponible.

-La verdad es que no recuerdo cuándo mandé mi currículum a esta empresa así que me conformo con el puesto que esté bacante.

-Así que es sincera, eso es una cualidad que admiramos y valoramos en Industrias Montero. Hábleme de sus expectativas y de su experiencia.

Durante una media hora, fue contestando a las preguntas de esa mujer, poniéndose cada vez más nerviosa pero intentando aguantar ya que necesitaba desesperadamente trabajar si quería seguir manteniendo su independencia y ocupándose de su hijo sin que nadie interfiriese.

Al acabar la entrevista con el típico "ya la llamaremos si todo resulta" salió de ese despachito donde Gloria se quedó rellenando unos papeles, sintiéndose pequeña y sobrecogida, sintiendo sobre todo que no había servido de nada, que ella no encajaba en ese lugar, al fin y al cabo ni si quiera pudo terminar sus estudios para tener a su hijo. Sumida en sus propios pensamientos, dio de bruces con una mujer que andaba con prisa, al no verla llegar, derramándole encima su café. La mujer la miró como si pudiera asesinarla, mientras ella, estática, sintió como las manos empezaron a sudarle de puro nerviosismo, si tenía una sola oportunidad de entrar ahí a trabajar la acababa de perder al demostrar ante todo el mundo su torpeza.

-¿Sabes cuánto cuesta esta chaqueta que acabas de manchar?

-No... no lo sé, lo siento yo... estaba distraída.

-Ya he visto que estabas distraída, y acabas de arruinar una chaqueta que cuesta más que tu vida ¿Quién diablos eres tú y qué haces en mi empresa?

Inés se puso pálida al instante, su racha de mala suerte parecía empeorar, no era una mujer cualquiera a la que había manchado con su café, era la dueña de la empresa a la que pretendía entrar a trabajar, sus esperanzas se fueron por el desagüe en un momento.

-Me llamo Inés Arrimadas, vine por una entrevista y salí distraída, siento lo de su chaqueta de verdad.

Los ojos oscuros de aquella mujer de cabellos morenos se clavaron en ella provocándole un escalofrío, la miraba como si pudiese traspasarla, con una intensidad que le daba vértigo y sus piernas empezaron a temblar, sintiendo la temible necesidad de salir de ahí corriendo y refugiarse junto a su pequeño al que ya echaba terriblemente de menos.

-¿Has venido para una entrevista dices? ¿Para qué?

-Para ser su secretaria... o eso creo.

-Entonces lleva mi chaqueta a la tintorería y vete a casa, mañana a las ocho te quiero puntual en mi despacho para empezar a llevar mi agenda.

-¿Estoy contratada?

-Sí, la estoy contratando porque ha cometido un error y ha enfrentado las consecuencias con aplomo, ahora no haga que me arrepienta y márchese, mañana a las ocho, ni un minuto más tarde.

La morena le dio su chaqueta que efectivamente tenía pinta de costar demasiado dinero para que la llevara a la tintorería, iba a marcharse cuando escuchó la voz autoritaria de aquella que sería su nueva jefa a sus espaldas.

-Y procure no volver a tirarme el café.

Continuará...
Vaya por Dios Inés es mami

La última miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora