Capítulo 19

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XIX

Había pasado cerca de una semana desde que le confesó a Ire e que estaba preparada para dar un paso más y estaba ligeramente nerviosa. La morena le había sonreído con amor pero no mencionó más el tema por lo que Inés llegó a pensar que se había asustado o que no la había tomado en serio.

Esa mañana al llegar a la oficina, Irene ya estaba en su mesa arreglando sus papeles y, al entrar en el despacho, la morena alzó la mirada regalándole una sonrisa. No le dio tiempo a llegar a su mesa puesto que velozmente se levantó y atravesó la estancia para robarle un beso. Al separarse de ella dejó dibujada en su rostro una sonrisa, como cada vez que la besaba y suavemente acarició su rostro con amor.

-¿Crees que puedes contar con Cris para que se encargue de Iván esta noche?

-¿Esta noche? ¿Vamos a hacer algo?

-He pensado que podríamos retomar nuestra cita donde la dejamos, pero esta vez en mi casa, yo cocino.

Se sonrieron con cariño y se separaron para empezar su jornada, con los nervios bailando en su vientre aunque en ambas por motivos muy distintos. Inés veía esa noche como un comienzo, la oportunidad de dejar atrás los fantasmas y las heridas de su pasado entregándose a Irene sin miedo. Para Irene era el momento de dejar caer las máscaras, de contarle a Inés la verdad. Llevaba dándole vueltas demasiado tiempo, pero la confesión de la castaña sobre sus deseos de intentar curar su herida con ella, la empujaron a tomar la decisión de sincerarse, no podía tomarla cuando la mentira aun bailaba sobre ellas como la amenaza constante de perderla.

Cerca de las siete de la tarde, Irene se marchó asegurándole que en unas horas la recogería en su apartamento para llevarla a cenar, se marchaba para prepararlo todo y que la noche fuese especial. La besó con ternura, y susurró a sus labios haciendo que Inés estallara en carcajadas.

-¿Puedo hacer una petición especial? Ponte el vestido azul, el que llevabas el día de la fiesta, te ves hermosa con él.

Terminó de archivar los papeles y se fue a su casa a cambiarse, ya había llamado a Cristina y esta se mostró feliz de ocuparse del pequeño para que su amiga tuviese una noche romántica con su jefa.

Estaba nerviosa, pero era muy distinto a su primera cita, Irene la conocía, conocía sus limitaciones y confiaba en ella, sabía que no le haría daño. Se puso el vestido que Irene le había pedido, realmente le sentaba genial. Se miró al espejo una vez arreglada y sonriendo verificó que estaba magnifica. Poco después Irene llamó a su puerta y como siempre fue Iván el encargado de recibirla, feliz por verla aunque triste porque no iban a quedarse.

Tras la larga despedida del pequeño que intentaba retenerlas a su lado en vano, salieron cogidas de la mano y se montaron en el coche, poniendo rumbo al ático de Irene que Inés aun no conocía.

No tardaron en dejar atrás su barrio y entrar en la zona alta de Boston, donde vivían las altas esferas. Irene entró en un Parquin donde había una docena de vehículos de alta gama, cada cual mejor que el anterior. Inés los miraba fascinada pues nunca había visto tantos coches de lujo juntos.

-¿Qué ocurre Inés? Vaya carita se te ha quedado.

-No es nada, ¿Vive gente muy rica en tu edificio?

-¿Por qué lo preguntas?

-Por los coches.

Irene miró a su alrededor y empezó a jugar con sus cabellos nerviosa mientras su rostro se teñía de escarlata.

-Es mi parquin privado Inés, a veces no sé en qué gasto el dinero, la mitad no los uso.

Inés empezó a reír al ver su rostro cubierto de vergüenza, a veces se olvidaba de que Irene estaba podrida de dinero, su comportamiento era sencillo y muchas veces no parecía la multimillonaria dueña de la empresa más importante de Boston.

La última miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora