Veo como una niña corre por el pequeño local con una gran sonrisa mientras la madre habla con la cajera sin mirar ni una vez lo que hace la niña.
Vuelvo a mirar y la pequeña ya no está más, no se escucha las risitas que hacia o sus cortos pero continuos pasos. Miro hacia la caja y la señora tampoco está, lo que me tranquiliza un poco. Seguramente se abran ido hace un momento.
Después de comprar salgo en busca de mi auto y veo que no está. Preo-cupado descubro a un hombre sentado en una silla en la vereda. Recor-daba que lo había visto al bajar. Me acerqué y le pregunté por mi auto. El hombre me miró y dijo algo bastante extraño.
— Ah, pero usted se lo llevó hace un momento con su hija— dijo como si nada.
Decido no prestarle atención al hombre, que seguramente está muy viejo y no recordaría bien. Busco en mis bolsillos el celular para llamar a la policía y recuerdo que lo dejé en la guantera del auto. Maldigo en voz baja y pienso en volver al local para pedir un teléfono, pero lo veo a lo lejos, a mi auto, a una cuadra, yo no lo había dejado allá, de eso estaba seguro, pero aún así era ese, se notaba porque estaba a medio pintar. Fui hasta allí y también era mi placa.
Entré y me senté, tal vez era una equivocación mía, me habría confundido, pero con lo que dijo el viejo y mi seguridad de que el auto no estaba en este lugar, me hacían no poder dudar.
Abrí la guantera y encontré, en vez de mi celular, una gran cantidad de golosinas. No me gustaban los dulces, para nada.
Empecé a sentir temor de que me estuviera volviendo loco y que todo estuviera en mi cabeza. Encendí el auto y me fui lo más rápido que pude.
Llegué y la casa si estaba en su lugar, eso me tranquilizo aunque sonara extraño. Pero esa tranquilidad no duro mucho, ya que al abrir el garaje automático me encontré con mi auto adentro, pero no era mi auto, pero si. Entonces alguien estaba en mi casa, yo estaba dentro de mi casa, aunque estuviera afuera, con mi hija, que no tenía porque ni siquiera había estado en una relación en mi vida, al menos no seria.
Tragué duro y entré.
En la mesa de la cocina estaba la bolsa con mis compras, pero mi bolsa estaba en el auto. Unos gritos se oyeron desde el pasillo, eran chillones como los de los niños cuando están asustados. Me acerqué sigilosamente y me vi en mi cuarto, pero yo estaba en la puerta de este. La niña que había visto antes estaba llorando y gritando. Yo parecía enojado, pero yo estaba asustado. Agarré una lámpara cercana y me la estrellé en la cabeza, pero yo no me lastimé. Caí, pero estaba parado.
Asustando miré a la niña, nadie creería si lo contaba y la única testigo era esa niña inocente, si me desasiera de ella, nadie sospecharía. Las ruedas de mi coche hicieron su sonido característico, pero mi auto estaba parado, y mi auto también estaba parado. Acerqué mis manos al pequeño cuello de la niña, escuché el rechinar de mis zapatos, apreté. Y miré para atrás encontrándome a mi mismo en el umbral, pero yo estaba ahorcando a la niña. Sirenas de la policía se escucharon ¿Y ahora quien le contaría a la policía lo ocurrido? ¿Yo desmayado, yo asesino o yo testigo?
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Hola lectores. Este relato lo escribí hace dos años para un trabajo.
No quise poner su género y esas cosas así se sorprendían.
Espero que les haya gustado

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Relatos de mi cabeza
RandomHistorias que salen de mi cabeza. Pueden ser de cualquier género. Largos, medianos o cortos. Con escenas sexuales. De todo, menos canibalismo.