El juguete roto

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Debo romper, lector, las leyes de la continuidad, y avisarte de lo que está por venir. Nunca sabes realmente cuánta hambre tienes hasta que tienes la comida frente a ti. Inicié este capítulo con la firme intención de empezar el martirio que te prometí, concebí que ejercer el castigo poco a poco sería la forma correcta de dirigir mi empresa, sin embargo, me enorgullece confesarte que no pude contenerme y descargué mi irá, tanto como el momento que creé para ello me lo permitió, descubrí pues, cuan necesario era permitir que el río de ira, desesperación, angustia y sufrimiento fluyera por el relajante cauce de la liberación.
John veía su clase con un sentimiento incapaz de ser comunicado con exactitud, una especie de alteración, ansiedad, tristeza y un enorme miedo ¿Sospecharía mis designios?, el maestro parecía compartir su sentimiento, parecía mirar a su alumno con cierta empatía ¿Tan marcado estaba el destino de mi creación? Algo era distinto, algo le incómodaba, y las miradas rebotaban por todo el salón, cada vez que alguien comunicaba ese extraño sentimiento hablando por sus ojos, se aumentaba la tensión del lugar, podía verse la inminente masacre que tendría lugar en esa misma aula.
Finaliza la clase, pareciera que el maestro quiere escapar de algo, huye, y un llanto estalla en una esquina. Todos están lo suficientemente atentos en lo que está por ocurrir que ignoran al chico que llora ¿Que pasaba en aquella aula? John reacciona al miedo como lo ha hecho hasta ahora, con violencia coge sus cosas y se dispone a huir. Aquellos que decidieron no querer saber nada abandonan el aula y se quedan dentro, 10 valientes alumnos sufren un dolor común, un dolor que tiene su origen en aquél que intenta huir, yo los incito a actuar, no llené sus corazones de valentía, los llene de rabia la cual será aún más efectiva. El primer golpe aterriza en el labio inferior de John, hay sangre, y los verdugos parecen tiburones, la furia crece, soy incapaz de detenerme, lector, la maestra que debía caminar por el pasillo y que debía detener el linchamiento fue llamada por la directora, no me importa para qué. La sangre corre por la barbilla del desgraciado, se encienden los corazones de 10 almas a las que les han robado algo, laten al unísono, el miedo ya no es obstáculo, lo removí de sus corazones, en su mente, solo hay un mensaje dirigido a ellos, enviados desde una desesperación y un sufrimiento mayor, era la musa de la venganza. El segundo golpe fue recibido por el ojo derecho de John, el ojo enemigo es la furia encarnada ahora que se sacia al ver el daño en su rival. John no siente dolor, el miedo es más grande, el tercer golpe no se hizo esperar, y mientras rebotaban puños en su rostro, mientras uñas desgarraban su piel, mientras manos que parecían infinitas se abrían paso entre los pedazos de tela y gotas de sangre, mientras pies acertaban en su tórax, mientras almas se corrompian, fruto de las seducciones de la ira, mientras ocurría todo esto en un salón de clase, decenas de personas vestidas de negro animaban tan precioso acto, decenas de personas que aunque lejos de John me imploran para avivar la llama de la furia de quienes castigan a John. Un puntapié le cobro un diente a su boca, unas manos afiladas reclamaron la piel de un rostro maldito, unos puños dejaron su marca bajo unos viles ojos. John no decía nada, no lloraba, no gritaba, ahora entendía perfectamente que pecado estaba pagando, fue entonces que el miedo desapareció, y su cuerpo comenzó a comunicarle el repetido daño que estaba sufriendo, una costilla cedió ante el deseo popular de romper todos sus huesos. La sangre que brotaba como un manantial ahora, comunicaba que su nariz había abandonado su forma habitual, un pisotón le regalaría  a su codo una lenta y dolorosa recuperación, lagrimas comenzaron a rebotar en el maltrecho cuerpo, fue entonces cuando sintió el verdadero dolor, el dolor de un alma arrepentida. Los chicos siguieron golpeando a John, aún cuando quedaban solo las cenizas de su ira. Tirado en el piso y abandonado con la esperanza que muriera como su igual, pensaba, había concluido el maltrato de su cuerpo, pero el maltrato de su mente apenas comenzaba. Entendió que sucedía cuando escucho la voz de su novia pronunciando el nombre "Vladd" mientras participaba en el concierto de golpes. Era su juguete favorito, llevaba 4 años sin romperse, pero John no tuvo cuidado en él, se limitó a jugar insaciablemente hasta que acabo por romperlo, destruyó la base y el resto se rompió como consecuencia, y ahora, quienes confeccionaron ese juguete en el más dulce y cálido hogar lloran, sufren, maldicen. John permite a una última lágrima abrirse paso entre la sangre, el polvo, y el sudor, recorre su mejilla, él no siente el cosquilleo, únicamente el dolor que carga consigo esa pequeña lágrima, pues él solo es un niño que extraña a su juguete roto, pero ese juguete, no tendrá que volver a ver cuchillas danzando en su muñeca...

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⏰ Última actualización: Apr 16, 2020 ⏰

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El hijo del odioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora