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Y deje caer al suelo, cada una de mis prendas,
Y junto a ellas el remordimiento de sabernos ajenos,
Mi mente  invadida por el deseo de sentir tus manos invadiendo cada espacio de mi piel, rincones donde solo tu sabias sencibilizar.

Gozamos cada roce de nuestros cuerpos,
Cada gemido suprimidos por besos,
Cada suspiro que se llevo el viento,
Cada mirada llena de lujuria,
Dejamos escapar el deseo reprimido.

Nos devoramos de pie a cabeza,
Para nutrirnos mutuamente,
Fuimos nuestros un instante
Fuimos fuego que se tenía que apagar antes de que el sol apareciera.
Ese es nuestro límite.
A. V.




Barcos de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora