Y tú, qué estás pensando?

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Y termina siendo innecesariamente necesario escribir algo aquí, después de todo, la pequeña satisfacción de sentir que hemos sido leídos, nos permite comprender que una milésima parte del mundo, se tomó un segundo en algún momento de sus vidas para escucharnos, para intentar entender qué sucede adentro de nuestras mentes. Además, bien leí por ahí hace un par de días, que en este mundo virtual había cabida para lo que le viniera en gana a cualquiera y de un tiempo a esta parte, en estos momentos, simplemente no quiero hacerme ánimos para sentarme a escuchar que es lo que quiere leer el mundo, sino más bien seguir ese consejo y dejar fluir el mar de vaguedades que en este preciso instante perturban mi noche.
Poco tiempo atrás cuando era más niño-alegre y menos joven-preocupado subía al techo de mi casa cuando necesitaba estar solo, cuando necesitaba pensar o reflexionar un tema determinado o cuando quería llorar sin que nadie me viera. Si estaba oscuro o estaba lloviendo era mucho mejor, pues la escena casi cinematográfica de mi rostro infantil empapado y el resto de mi cuerpo haciendo lo imposible para equilibrarme en la cúspide del techo y no caer en ese intento era simplemente una escena sacada de la mejor película norteamericana. Y lo cierto es que ese techo debió haber tenido un zinc bendito o la brisa que en ocasiones me peinaba un soplido magistral emanado del cielo, porque siempre hallé la serenidad que buscaba y un consuelo algo mágico que claramente nunca pude encontrar entre los familiares que se hacían cargo de mí luego de fallecer mi madre.
Sin embargo ahora mi mundo es bastante distinto y tal ves las bigas del techo no estén dispuestas a soportar mi peso, haciendo que lo lamentable sea que a esta edad y a esta hora de la madrugada, lo más parecido a ese techo que alguna vez serenó mis inquietudes de niño, sea este blanco espacio que se alimenta de internet, que me pregunta "qué estás pensando" mientras me mira con un brillo débil del 60% porque esta en modo de ahorro de energía, con una mirada neutral pero cordial, simulando ser la mejor de las terapeutas encerrada en una pantalla de 14 pulgadas. Me observa pero no me dice nada. Luego vuelve a insistir con la pregunta, como si le naciera del alma o de la placa madre saber que diablos pasa en mi cabeza.
<<Y aquí voy. Terminó cediendo a su presión>>.
El día en que una persona especial para mí, me dijo "José Luis, la vida está llena de procesos" me entró tanto en gracia que jamás dejé de recordar esa frase simplona y a la vez profunda y a ese profesor de universidad, tan bueno y a la vez tan barrigón. Y era que no, si mi nacimiento, el corte de mi cordón umbilical, cuando aprendí a abrocharme el zapato, andar en bicicleta, la caída de mis dientes de leche, mi primer porrazo, mi primer día de clases, mis primeras cervezas, el primer beso, hasta la primera vez que me masturbé, formaban parte de una maravillosa serie de procesos que comenzaban, se desarrollaban y triste o alegremente finalizaban. Uno tras otro. Siempre procesos abriéndose y cerrándose. Aveces en simultáneo y otras no tanto. Pero siempre. Lo mejor de estos procesos, vine a aprender con el tiempo, es que tenían la particularidad de transformarnos, de moldearnos y en el mayor de los casos dar sentido a nuestras vidas. No por accidente habría tirado mis dientes de leche ni por casualidad había descubierto que el techo de mi casa era mi lugar favorito en el mundo. Todo lo que estaba ahí en mi vida, lo que comenzaba, lo que estaba sucediendo y también lo que ya se había ido, existían por alguna razón. Y lo más profundo e inquietante, que vine a comprender con los años, es que a veces simplemente no es necesario entender por qué sucedían, sino más bien cómo funcionaban. Siempre llegaban, cuál visitas inesperadas, te daban algo (o te lo quitaban) y se iban. Y así seguirá sucediendo.
Lo caótico finalmente, es que no se entiende en los primeros 30 años, más o menos, dos cosas esenciales que qué terminan siendo las reglas que norman este juego. La primera de ellas es que cuando se van, uno se va con esos procesos, porque nunca se vuelve a ser el mismo. Lo segundo, es qué hay procesos que llegan a tu vida con nombre propio y rostro, para marcharse apenas han cumplido su misión, tristemente, sin despedirte o anunciarlo siquiera.
Como escribió un sabio twitero hace unos hashtags atrás "lo bueno y lo malo mueve nuestro mundo interno, procesa lento, mañana reirás de todo".

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⏰ Última actualización: May 31, 2019 ⏰

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