PRÓLOGO

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La primera vez que ví a Diego supe que era alguien especial.tenía el cabello castaño claro. Unas gafas de pasta de estilo Nerd ocultando unos ojos grandes de un llamativo e inusual color miel.
Era alto,llevaba unos vaqueros claros y una sudadera gris, dos tallas más grande que ocultaba su delgaducha figura. No pude evitar sonreír al fijarme en el estampado personaje de las tiras cómicas de Quino. Escoge de nuevo una sonrisa al pensar en mi nombre justo el del mejor amigo de la conocida niña argentina.

El resto de los alumnos de terceros carrera entraron también al aula, pero mis ojos no podían apartarse del insignificante chico.sentado dentro de uno de las cabinas, oraba unos apuntes sin levantar la mirada.
Tenía toda la pinta de ser de esas personas incapaces de hablar en público :inseguras y con un grado de timidez extremo pero solo, con verlo, ya se podía adivinar que no tenía manera de intérprete. Me jugaba lo que fuera a que aprobaría la asignatura a duras penas.
Mónica,la profesora a la que yo iba a sustituir, no me había comentado nada, pero mi instinto no solía fallar.
¡Quien me lo iba a decir! No podía estar más equivocado.
Cuando a lo largo de aquella clase me puse a escuchar a través de los cascos la interpretaciónes de los alumnos, fruncí el ceñirse. De los treinta que tenía en el aula había escuchado por lo menos a dos tercios: algunos no lo hacían mal del todo pero, en general, aquello no era lo suyo.

Mi fe en aquel jovencito era tan poca que lo había dejado para el final.comí el bolígrafo y la libreta dispuesto a apuntar sus fallos y presioné el botón para activar su canal y poder oírlo.

Una voz dulce y melodiosa sonó al otro lado de los cascos.una voz que interpretaba con el tono y el ritmo de un profesional. Una voz que, además, estaba transmitiendo el mensaje original a la perfección.
No podía ser...
Miré la pantalla del ordenador para asegurarme de que no me había equivocado y estaba oyendo a otro alumno.no,era el mismo chico por lo que yo no había dado un duro.
Levanté la cabeza y fije mis ojos en el que concentradora con la mirada perdida, interpretaba con tranquilidad y sin saberse escuchado.

De pronto, se percató de que yo, el nuevo profesor lo estaba oyendo y, como por arte de magia, la maravillosa intervención se quebró.

Vaya,vaya,vaya. En algo había acertado.
Y así fue como Diego se convirtió en mi proyecto personal.
Era un flechazo en cabina.

Amor en V.ODonde viven las historias. Descúbrelo ahora