Perfect Match [Tododeku]

Omegaverse

Omegaverse Au

Todoroki caminaba por el pasillo de su casa cuando escuchó el piano de su hogar ser tocado con destreza y armonía. Las notas eran dulces para luego tomar un ritmo lúgubre a su criterio. Llegó al salón de su casa donde una joven de quince años –aún con el uniforme de la escuela– se encontraba sentada en el taburete deslizando sus dedos en las teclas del piano

—Creí que haberte dicho que cambiaras tu uniforme y bajaras a comer

La jovencita se asustó provocando que las teclas hicieran un horrible sonido. Shoto rió bajito sentandóse junto a ella

—Hola padre, buenas tardes

—¿Y bien Shiori?

—El piano me tentó, recientemente aprendí una nueva composición y realmente quería tocarla

—Entiendo

Shiori Todoroki. Una niña alfa de quince años de edad, sana y fuerte. Su largo cabello liso verdoso iba amarrado en una media coleta dejando unos mechones libres en su rostro. Sus ojos grises le veían con respeto y cariño; a pesar del color son tan parecidos a su padre omega, a su adorado Izuku.

—¿Donde está mamá?-la joven alfa se puso de pie junto al mayor para salir del salón y dirigirse a la habitación de sus padres—¿sigue durmiendo?

—No, está acomodando sus libros

—Ya veo

Shiori abrió la puerta de la habitación de sus padres y enseguida se topó con el hombre de ojos verdes que le sonreía con amor, el rizado dejó los libros en su cama y extiendó los brazos para la pequeña Todoroki que no perdió tiempo y se lanzó al Omega.

El delicioso aroma a manzana verde de este le inundó, relajándole en cuestión de segundos. Izuku sonrió a Shoto quien les veía desde el umbral de la puerta. El pecoso besó la cabeza de Shiori

—Hola bebé, ¿como te fue hoy?

—Bien, estoy cansada. La clase de deportes al final es estresante, el profesor se pone más exigente

—Eso veo ya que ni siquiera te quitaste el uniforme—Shiori se separó de su cómodo lugar para mirar a su papá con un puchero—no me hagas ojitos de perrito abandonado. Haz caso a tu padre

El alfa mayor sonrió acercándose a su familia, besó la sien de su hija y besó la mejilla de su esposo para luego abrazarle por detrás pasando sus brazos por la cintura del omega, reclamando atención. Acomodó su barbilla en el hombro derecho disfrutando del delicioso aroma.

—Oye, era mi turno tacaño—su hija se cruzó de brazos—Tú lo tienes todas las mañanas, también el día de hoy

—Siempre es mi turno—el bicolor afianzó el agarre en la cintura ajena