1. Señora Weasley

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02 de Mayo de 2006.

Venecia, Italia.

El reloj marcó las 20:00 hrs, cuando terminé de abotonar mi túnica. Me ví al espejo de cuerpo entero y volví a preguntarme si era una buena idea asistir a esa dichosa fiesta, organizada por el Ministerio de Magia. De inmediato, el recuerdo de ella invadió mis pensamientos.

Sin embargo, el toque de la puerta hizo que cualquier pensamiento sobre ella se esfumará. Permití el pase a quien tocaba.

- ¿Ya estás listo?- preguntó mi madre, que lucía muy hermosa con ese vestido color negro.

- Sí, madre...- confirmé. Se aproximó a mí y arregló mi corbata.

Luego de la caída de Lord Voldemort, nos apresaron y juzgaron, sin embargo, se demostró que mi madre y yo ayudamos en lo que pudimos a Potter y la Orden. Mi padre, tuvo el destino que él mismo se forjó. Fue condenado a cadena perpetua, pasará el resto de sus días encerrado en una mugrosa celda de Azkaban.

Desde entonces, me empeñé en devolverle al apellido Malfoy la grandeza que poseía antes. Sí, cometimos errores, y aunque de pequeño me regocijaba al pisotear a los que no estaban a mi nivel, cuando la oscuridad se cernió completamente en mi vida, me di cuenta que todos por igual sufrimos, incluso ser parte del bando que tenía en ese momento el poder.

Fui testigo de torturas, violaciones y muerte. Mi hogar era un lugar lleno de gritos, dolor y sangre. Me sentía impotente, incapaz de levantar mi varita y evitar más muertes. Tenía miedo. Miedo de perder a la única persona que me daba un poco de consuelo, mi madre fue la principal razón por la que decidí ayudar al bando de los buenos.

A pesar de eso, el rencor por los males ocurridos siguieron arraigados en la sociedad. Los Malfoy éramos repudiados y vistos con ojos de odio. Cuando retomé mi último año en Hogwarts me propuse ser una persona diferente, dejar atrás esa oscuridad que mi padre forjó para mí. Quería demostrarle al mundo quién era el verdadero Draco Malfoy.

Fue ella quien me dio la oportunidad que estaba buscando. Fue ella con su amabilidad, su sonrisa y sus palabras de ánimo. Fue ella con su gran corazón quien me dio el empujón que necesitaba para seguir adelante. Fue ella la luz que iluminó mi camino.

Mi intención no fue llegar a amarla, no estaba en mis planes que mi corazón latiera frenético o que mis pensamientos fueran protagonizados por ella. Ilusamente pensé que por fin tendría algo bueno en mi vida.

- ¿Estás seguro de querer asistir a la fiesta? - la pregunta de mi madre me devolvió al presente.

- Por supuesto, madre, no veo motivo alguno que nos impida asistir- ella acarició mi mejilla y asintió con la cabeza.

Le tendí mi brazo y bajamos al salón para utilizar la chimenea. Tomé los polvos flu y pronuncié nuestro destino, el Ministerio de Magia en Londres.

Al instante, salimos al vestíbulo del Ministerio. Varios invitados que iban llegando, se nos quedaron viendo, entre sorprendidos y con algo de odio, sin embargo, tanto mi madre como yo, seguimos nuestro camino con la cabeza en alto.

En la entrada al auditorio, un hombre de seguridad receloso nos pidió la invitación, una vez que la entregué nos abrió la puerta. En el lugar flotaban velas iluminando la estancia. Una tarima con un podio y las mesas distribuidas de tal manera que en el centro estaba situada la pista de baile.

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