Un día nublado.

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El cielo es y será su única compañía en estos momentos, no sabía si estaba haciendo esto o no. Poco le importaba realmente... Solo deseaba salir de todo, salir de este sufrimiento que lo llenaba hasta lo más profundo de él.

Soltó un suspiro y miró hacia abajo, ¿Odasaku estaría de acuerdo con esto? No, no lo estaría. Sin embargo lo hizo, saltó. Cerrando sus ojos, dejándose llevar por el viento que le golpeaba su rostro, moviendo sus cabellos ondulados e castaños. Abrió los ojos mirando a la única compañera que tenía en esos momentos, se le quedó mirando por unos largos momentos, según él lo era. Pero en realidad eran segundos. Segundos fueron los que pudo mirar el cielo gris, las nubes, el rostro de Odasaku... Antes de ver negro, y escuchar un golpe hueco.

— Señor Sakunosuke-san, lamento interrumpirlo... Sin embargo vengo a hacerle sus chequeos diarios.

El joven pelirrojo solo asintió, dejándose hacer sus chequeos por esa mujer, miro hacía la ventana y sonrió. Viendo ese día nublado, hubo una vez donde el castaño de su amigo le soltó:

"hace un buen día, Odasaku."

Y él confundido preguntó:

"¿Por qué lo dices?"

El castaño solo río y volvió a soltar:

"Por qué no serlo, si está nublado."

Y él aún más confundido, preguntó:

"¿Qué tiene de especial que este nublado?"

El castaño con una sonrisa de oreja a oreja, dijo:

"Porque es un buen clima, piénsalo. No hace calor, no hay un gran sol golpeándote, no hay lluvia golpeando tu cuerpo y no hace frío, está fresco. Por eso los días nublados son lo mejor ¿o estoy equivocado?"

Y él lo medito por unos minutos, llegando a la conclusión que en efecto el castaño tenía razón y entonces respondió:

"No, no estás equivocado; es todo lo contrario, estás en lo correcto Dazai."

Y finalmente el castaño solo sonrió y soltó un: "¿verdad que sí?" A lo cual, él solo asintió. Poniendo fin a esa pequeña charla.

Fue sacado de sus recuerdos al escuchar la voz de la enfermera y en ese instante se preguntó ¿Cómo había terminado así? En una cama, postrado el resto de su vida, que de por sí ya eran pocos, nadie se lo había dicho. Pero lo presentía, tenía el presentimiento que estaba en sus últimos momentos y así fue, al escuchar una conversación ajena donde el mismo doctor le había dicho a su enfermedad que ya no había posibilidad de que se salvará. Y si había era solo un pequeño por cierto del cien. ¿Cómo le diría a Dazai que estaba en su lecho de muerte? Simple, nunca le dijo. Ni se lo diría. Solo dejaría que el mismo lo descubriera...

Lo último que quería ver en su tan esperando último día, era a Dazai con una triste sonrisa, sabiendo que él mismo la provocó, no soportaría eso... Y no quería irse viendo esa sonrisa en el castaño, no era la forma como él quería morir.
Así que guardo silencio y se quedaría así hasta que llegará su día.

Miro el reloj, el cual le decía que eran las 3:14 PM, un minuto, faltaba menos de un minuto para que llegue el dueño de sus pensamientos.

Sus ojos se posaron en la puerta, y justamente entró un castaño animado levantando su mano derecha, mientras la otra estaba enyesada. Ladeó su cabeza, preguntándose qué le había pasado y como obra de magia, el castaño adivino sus pensamientos.

— ¡Odasaku! ¡¿Puedes creer lo que me pasó?!

— No, no lo creó... Todavía no me dices, que te paso el brazo.

— ¡Me tiré! ¡Me tiré de un edificio ¿Y sabes lo que pasó?!

Relató el castaño, haciendo ademanes exagerados, demostrando su dolor y frustración que sentía por no poder cumplir su objetivo.

– No, no sé qué te pasó. ¿Qué te pasó?

Preguntó con su voz tranquila con cierto interés en ella, mirando con atención al castaño, esperando una respuesta de este y la obtuvo.

— ¡Oh! ¡Odasaku! ¡Me tira hacía los brazos de mi amada muerte! ¡¿Y sabes lo que hizo?!

El pelirrojo negó, con cierta molestia al escuchar esas palabras. 

— ¡No me quiso! ¡No me quiere con ella! ¡Me lancé de un edificio y cuando caí, esperando mi amada muerte... Solo me quebré un brazo! ¡Todo culpa de un grupo de chicos que pasaban por ahí!

El castaño hizo un puchero y sin pensarlo dos veces lo abrazó, fingiendo estar dolido por el rechazo que se llevó por su muerte.
El pelirrojo sonrió sutilmente y le dio una palmaditas en la espalda, dándoles unas palabras de aliento al castaño.

Los días pasaron, y no hubo día en que el castaño no visitará al pelirrojo, no hubo en que el pelirrojo no sonriera cuando estaba con el castaño. Ambos juntos, ambos solos en un cuarto de paredes blancas.

A la misma hora de siempre, hasta que cierto día, la lluvia cayó y consigo trajeron problemas, y entré ellos se llevó una vida.

Ese mismo día donde la lluvia lo acompañó en esos momentos. Ese día la horas pasaron rápido y no llegó a la misma hora de siempre, su reloj marcaron las 5:00 PM. Abrió la puerta, intentando calmar su respiración, sus palabras quedaron cortadas. Sus ojos se abrieron grandes al igual que su boca y de ella no salió ni un sonido. Su corazón comenzó a latir rápidamente negando la escena que tenía en frente.

— Odasaku...

De sus labios solo salieron el nombre de aquel pelirrojo, a paso lento y pesado se acercó a la cama, donde anteriormente se encontraba el pelirrojo, ahora mismo... No había nadie ahí. ¿Dónde estaba aquél pelirrojo? No lo sabía...

Escucho su nombre ser pronunciado por una voz femenina, se dio la vuelta dejando ver su rostro devastado, la mujer con pena se acercó y le entrego un sobre.

— Es para usted, Dazai Osamu ¿verdad?

El castaño simplemente asintió, no le importó como la mujer sabía su nombre, ni tampoco como sabía que era él.

Al castaño solo había una cosa que le interesaba y eso era la carta.
Dazai.

No sé si llegaras a leer esto, en dado que lo hagas. ¿Recuerdas cuándo me comentaste que hacía un día perfecto? Apuesto a que si lo haces.

Sabes para entonces no entendía porque te gustaba tanto esos días, hasta que el día de hoy, justo el día donde estoy escribiendo esto. Lo entendí.

Quizás creo que entendí ese día nublado de otra forma, para mí el día nublado... Me recuerda a ti, tú eres un día nublado, eres mi día nublado... Mi vida, que por desgracia llegará a su fin, sin embargo, Dazai... Eres mi día, mi vida, mi todo.

Cuando nos hicimos pareja sentí tanta felicidad pero a la vez tristeza, tristeza porque sabía que este día llegaría, felicidad porque pasaré estos días contigo. Sin embrago, a pesar de todo, a pesar de mi muerte quiero que estés bien y vivas. Te amo, Dazai.

Recuerda que eres mi vida, nunca lo olvides, incluso después de mi muerte.

Odasaku.

Al terminar de aquella tarde pequeñas lágrimas bajaron de ahí. Una sonrisa se formó en sus labios, obligándose a tragar su tristeza, prometiéndose a sí mismo a vivir, a sonreír... Todo por el aquel pelirrojo. Haría lo que sea por él, y aún lo hará. Lo que sea por ver su sonrisa en su mente. Sin más guardo la carta y salió de ese lugar, con una sonrisa y una promesa hecha.

Un día nublado. (Odazai)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora