Prólogo

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- ¿Cómo te sientes? - preguntó el director del Asilo mientras me miraba fijamente a los ojo.

Por alguna muy extraña razón yo sentía odio... Y le miraba con intenciones de descargarlo pero ese odio no era suficiente para llevarme al descontrol.

- Me siento... Extraño... - respondí.

- Extraño... ¿De qué manera? - preguntó.

- Como si toda la alegría del mundo se hubiese extinguido a mi alrededor - respondí.

- ¿Crees que es bueno o es malo? - preguntó mientras me miraba a los ojos.

Me sentía vacío, como si nada en el mundo pudiese llenarme.

- Yo creo que esto es malo... Sólo siento odio, y odio sentir sólo eso - dije.

- ¿Y como reaccionarás ante la gente de allá afuera? ¿Serás una buena o una mala persona? - preguntó.

- Nadie nace siendo una mala persona... Los monstruos una vez fueron humanos. ¿Cuál es el peor error que alguien pudiese cometer? Hechos a la semejanza de Dios, los humanos se creen perfectos... Su peor error... La perfección es sólo una línea muy delgada que se oculta entre aquel que se oculta entre aquel que falla y entre lo que nunca considera o toma en cuenta fallar. Antes de haber decidido entrar a aquí por mi cuenta y encerrarme en este asilo por el bien de la sociedad. Yo era un ser humano como cualquier otro, dormía, despertaba en la mañana tomando una larga ducha y bebiendo una taza de café con una cucharada de azúcar, estudiaba, trabajaba, leía y tenía tiempo de sobra para compartir con muchos que hasta el sol de hoy pensé que eran mis amigos. La traición, la mentira y el engaño siempre se toman de las manos enlazándose como los eslabones de una infinita cadena... Soy un fanático y creyente de la ciencia que no se explica, yo creo en el daño, el caos y el orden que bien usada, puede llegar a provocar. Hay un balance entre lo bueno y aquello que simplemente es demasiado malo, pero cuando se pierde este balance y el equilibrio queda completamente roto... Existen males que nacieron para ser purgados... Pero hay males que nacieron para purgar... - respondí.

- ¿Y qué debe purgar ese mal? - preguntó acercándose a mí con suma curiosidad.

- Lo bueno, señor - respondí con decisión -. Hay personas "tan buenas", que ese bien y esa bondad deben ser destruidos. El mal que duerme dentro de un ser despierta sólo por una razón, vengar, o ser vengado.

- ¿Y cuál es tu decisión? - preguntó sonriente.

- Elijo vengar, para ser vengado - respondí sonriente -. Yo sólo quiero causarle mucho daño al mundo que una vez me lastimó.

El señor director del Asilo colocó su mano en mi cabeza y me acarició el cabello.

- Tranquilo Conejito, ya llegará tu momento - dijo mientras dibujaba una extraña sonrisa en su rostro.

Todos aquí le temen al señor director del Asilo, dicen que está más loco que todos nosotros juntos y que su mérito no es sanar a los enfermos mentales de este asilo, sino que enfermarlos más... Pero yo no creo eso, siempre ha sido una buena persona conmigo, me obsequia dulces, me ha prestado muchos libros y la mejor parte es que a veces evita que me pongan las medicinas y eso me gusta, odio el frío de las inyecciones corriendo por mis venas... Una vez le escuché mandar a "retirar" a un guardia por haberme golpeado diciéndole que yo no estoy enfermo sino que soy especial, a ese guardia no volví a verlo, supongo que en su retiro debe estar vacacionando con su familia en algún lugar bonito como Mérida... ¿Qué si soy especial? Igual nada ni nadie vendrá a sacarme de aquí...

- Vuelve a tu habitación - dijo.

Me levanté del sillón y me dirigí hacia la salida de su despacho, giré el platillo de la puerta y oí al señor director del Asilo gritar mi nombre, lo cual me hizo salir de una especie de trance golpeándome literalmente en lo más recóndito de mi ser. Quiero olvidar lo que fui. Me giré hacía el señor director del Asilo quién continuaba sentado en su silla de piel de tigre con una enorme y enfermiza sonrisa en su rostro.

- Recuerda que es un secreto, tienes permiso para no tomar tu medicina - dijo casi en un susurro entendible.

Inevitablemente sonreí, mi medicina sabía horrible y el señor director del Asilo me entendía. Fui escoltado por los guardias a mi eh, ¿habitación? ¿Celda? Ni idea, sólo sé que me tienen encerrado por ser un peligro para esta maldita sociedad, yo mismo me encerré hace un par de años ya y estoy arrepentido de ello, desearía tener aunque sea y tan solo una maldita oportunidad para llevar a estos humanos a su inevitable extinción.

5 años después...

Nuevamente me escoltaban los guardias hasta el despacho del señor director del Asilo, me agradaba visitarlo pues era el único amigo que había tenido en mi vida... Desde hace mucho no podía sentir amor sino odio, pero a pesar de que odiaba al señor director del Asilo de una manera sana e irremediable, podía confesar que le guardaba sumo respeto, tras lo cual a pesar de que no lo amaba, veía en él a un padre, a un amigo, a un hermano... Él era la viva imagen representativa de todo lo que una vez necesité. Giré el pestillo y abrí la puerta de su despacho para entrar.

- Ahhhh mi Conejito - dijo sonriente al verme quitándose sus anteojos y colocándolos encima de su escritorio.

- Señor director del Asilo - saludé con emoción.

- ¿Cómo te has sentido estos días? - preguntó el señor director del Asilo.

- Como nunca - dije luego de una breve carcajada y con una sonrisa.

- Sí te dejo salir hoy a la pradera querido Conejito... ¿Qué harás? - preguntó sonriente.

- ¡DAÑO! - exclamé casi a gritos -. Y mucho...

- ¡BRAVO! ¡BRAVO! - exclamaba entre aplausos -. ¡Al fin te has curado Conejito, eso era lo que te hacía falta - continuaba aplaudiendo -. Debes aceptar tu locura y usarla como un arma de destrucción masiva. ¿Por qué no?

- Nunca dije que no lo haré o que no lo haría Jajajaja - respondí.

- Tienes que prometerme una cosa - dijo luego de una corta risa.

- ¿Qué? - pregunté.

- Te voy a dejar salir de aquí y voy a enviarte lo necesario cada semana a tu nuevo hogar para que le hagas daño a quien quieras pero claro... Usando tu maravillosa imaginación mi dulce Conejito, y el día que te sientas preparado para convertirte en lo que siempre has querido ser, mi primogénito adoptivo... Prométeme que volverás, Conejito - dijo.

- ¡PROMETIDO! - grité con emoción, fue un momento realmente emotivo.

- Bárbaro, espléndido, magnífico y excepcional... - decía mientras me miraba con una inocente sonrisa maliciosa.

Un mes después...

- El señor director del Asilo ha sido muy amable - hablaba conmigo mismo -. Debo serle agradecido aprendiendo a ser de utilidad - continuaba inmerso en mis pensamientos mientras subía las escaleras hasta la habitación del hotel que me había conseguido el señor director del Asilo, no era muy grande pero si demasiado acogedora y desde la ventana tenía la visión total de la ciudad en la que habitan gran parte de aquellos que poco a poco en mis manos van a morir, lo que me hacía sentir... Su dios por así decirlo. Yo sabía una cosa... Iba a convertirme en el próximo asesino en serie que tanto dolor de cabeza le proporcionaría a la historia Venezolana. Pero esa era sólo ñ una consecuencia, por cada acción hay una reacción, y sus miles de malas acciones me hicieron reaccionar así, por su culpa hoy soy lo que soy y planeo agradecérselos dándoles una muerte lenta a cada uno... Ustedes no van a morir, ustedes ya están muertos... Yo aún no decido como, cuando, ni donde,pero créanme, ya lo están... Cada uno de ustedes comprenderá que una mente inocente debe permanecer en ignorancia, no debieron haberme enseñado el verdadero significado de la palabra "Mal" y hayan pasado los años que hayan pasado, no me he olvidado de lo mamo que me hiciste, porque todo lo bueno fue tirado a la basura por ti cuando me hiciste daño y hoy en día... Yo seré el gusano que devore tu carne putrefacta... Me han criado como a un cuervo, y hoy en día tengo las lindas intenciones de sacarle los ojos.

ConejitoWhere stories live. Discover now