María

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El móvil sonó y me desperté. El maldito dolor de cabeza y las náuseas. No quería ni moverme y mucho menos recordar lo de ayer en la noche.

—¿Hola? —contesté con un quejido.

—María, ¿a qué hora llegas?

—¿Eh? —revisé el móvil. Zacarías.

—El almuerzo, María. Los amigos de mis papás ya empezaron a llegar, ¿estás bien?

—Sí, bueno no, siendo sincera estoy con resaca y…

—¡¿Resaca?! ¿Estás loca? Debes de venir ahora.

—¿Y quieres que vaya? Digo, no creo que sea buena idea que vaya la novia con perfume de tequila.

—¿Por qué, María? ¿Por qué lo hiciste? Tú sabías que teníamos está reunión hoy, y aún así te fuiste de borracha.

—Fue la bienvenida de la carrera, no me culpes tanto. Te avisé.

—Dijiste que era una fiesta leve, ¿dónde estás? ¿Con Olga? Voy por ti ya.

—No, estoy en la casa, ¿en serio quieres que vaya? ¿Qué van a decir tus invitados al ver a tu prometida así?

—No me importa, prefiero que vengas y los saludes rápido para luego decir que te sentiste indispuesta. Debes de venir.

—Está bien, está bien, llego en una hora, tal vez un poco más. Voy a bañarme y quitarme un poco el olor, ¿contento?

—Te espero oliendo a rosas.

Colgó y me dieron ganas de aventar todo… también de vomitar, pero no lo haría. Miré a Fer que seguía dormida. Yo le había dicho todo… No sé si me arrepentía o solo estaba satisfecha de no tener que mentirle más, sin embargo ella tenía razón al no querer ser parte de mis planes, tal vez ahora sabía sobre ellos, pero no le involucraría.

Me levanté con esfuerzo de no caer y me fui a bañar, si estaba caliente o no, no importaba, la cuestión era apurarme e ir con Zacarías a su ridícula fiesta.

Conducir en este estado no era una de mis actividades favoritas, pero cuando llegué a la casa de Zacarías. Me di cuenta de lo que realmente no quería hacer.

—Hasta que llegas —fue su modo de saludo cuando me vio bajar del carro. Yo tenía un sombrero de dama fina y unas gafas oscuras.

—No hables tan fuerte, por favor.

—Por Dios, hasta aquí me llega tu maldito olor.

—Oh, qué delicado eres, amor. Vayamos donde tu tío Miguel y todos pensarán que el olor es de él.

—¿Amor?

—Es hora de que deje de llamarte por tu nombre, ¿o no? —le dije y le di un beso en la mejilla. Él me tomó de la mano y entramos.

Media hora hubiese sido un milagro; una hora, sería piadoso; pero dos horas de saludos cordiales, respuestas amorosas a mi prometido y comer canapés… fue una tortura. Zacarías no dijo en ningún momento que me sentía "indispuesta" y cuando yo lo decía, él me hacía quedar ahí convenciendo a los invitados de que tampoco era para tanto. Maldito.

No me pude escapar hasta que volvió a sonar mi móvil. Contesté y retiré disculpando mi interrupción.

—Hola.

—María, ¿dónde andas?

—Con mis suegros, ¿pasa algo?

—Mi jefe quiere conocerte.

—¿Qué? —no supe si eso era una buena o mala noticia. Laura estaba seria.

—Lo que escuchas, te quiere ver esta noche, en el edificio que se clausuró en la 5 oriente. Ve sola, ya sabes.

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