Fernanda

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No debería estar aquí. Todos me dijeron que no viniera pero ya llegué. Para mi sorpresa fue Sonia quien me ayudó a entrar. Me dijo que conocía a alguien que sabía entrar, y pues bueno, lo hice.

Ahora estaba en el camerino de María y cuando ella llegara se me iba a armar la pelea. No tenía dónde esconderme. La cerradura se movió y me puse detrás de un sillón nuevo, acostada a lo largo. Esperaba que no me viera quien entró.

—¿Ya les pagaste? —preguntó la que reconocí como María. Esto me iba a servir.

—Todo, ninguno de ellos le debe ahora —contestó la voz de Olga. Se sentó en el sillón —, ahora solo hay que pedirles y ya. Cada uno tiene sus ventajas y juntos estamos protegidas de casi todo.

—¿Cuánto nos queda?

—Lo suficiente para lo que nos falta. ¿Por qué tan nerviosa?

—La pelea de hoy estará difícil, esta vez siento que sí me van a poder golpear —admitió con una risita.

—¿Qué si lo hacen? Ganaremos.

—No lo sé... Me siento distraída y no puedo verme ahí golpeando gente para ganar.

—Yo te cubro, tú tranquila. ¿Quieres un poco? —le ofreció algo que yo no podía ver, aunque conociéndolas, tal vez era droga.

—Solo un poco —pidió María y se escuchó cómo aspiraba con la nariz. Suspiró.

—¿Qué te preocupa realmente? ¿Es tu señora madre?

—No... Hasta eso ella está distraída con Pancho, tener un esposo machista y ranchero le está costando trabajo. Eso me alegra, solo tiene a Alma y la señora Sofía para vigilarme.

—¿Qué hay de Fernandita?

—Ella está bien. Incluso está más calmada, hemos podido hablar un poco sin pelear.

—Un buen avance. ¿Siguen con lo de su trato?

—Después de lo del Green no me ha vuelto a preguntar nada... Es mejor así, creo que por fin me está dejando entrar en su vida.

—Si quieres puedo averiguar si es una trampa suya o en serio te está dando una oportunidad —ofreció Olga. Traté de levantar mi cabeza pero me resbalé y azoté la cabeza.

—¿Cómo?

—En todos lados hay drogadictos dando todo por unos gramos más, su salón no es la excepción. Solo déjame hacerlo.

—Lo que sea necesario, entonces. Como sea, voy a ver a qué hora nos toca pasar, ¿vienes?

—Me quedo, debo de hacer unas llamadas.

—Businesswoman —se burló María sonando la puerta cerrar. Sentí el sillón estirarse de nuevo por la falta de peso. Escuché los pasos de Olga hacia la puerta y después un portazo.

Solté el aire en un gran suspiro. "¿Qué había sido todo eso? ¿María le pagaba la droga a sus amigos?"

Me levanté y terminé arañando un poco el sillón.

—Me puedes explicar —hablaron y me detuve en seco —, ¿qué carajos estás haciendo aquí?

Olga me veía totalmente enojada, el ceño fruncido y los brazos cruzados.

—¿Tú qué crees? —contesté igual de enojada, no podía dejarme intimidar. Acabé de levantarme.

—Te dijimos que no volvieras.

—Ustedes no me ordenan nada.

—Sí, tienes razón, no te ordenamos pero intentamos protegerte. Pero una imbécil no puede negar su naturaleza, ¿no es así?

HermanastrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora