LAGRIMAS EN ROSAS

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LAGRIMAS EN ROSAS

Rachel prácticamente corrió dentro de la cocina.

-¿Cómo estuvo el colegio, Corazón? –La señora Reeds preguntó, sus ojos almendrados entrecerrados mientras sonreía.

-Por favor, no me hagas volver. –Dijo Rachel medio en broma. Tiró su mochila al piso y se relajó en la silla.

-No puedo recordar la última vez que me dijiste algo así. –Rió. -¡Oh, espera, si sé! Ayer. Capas es tiempo de que dejes de ser tan melodramática. –Se volvió a hacer una taza de té.

-Es la segunda vez que alguien me llama así hoy.

-Capas es por algo. –La Sra. Reeds estaba completamente orgullosa de su broma y rió en silencio para sí misma, aunque era obvio que se estaba riendo por el movimiento de sus hombros.

-Pensé que se suponía que me tenías que apoyarme en mis mejores intereses del corazón. Rachel jugueteó con el salero, derramando sal por todos lados. Encendió los gránulos mientras observaba a su madre por una respuesta. El pelo oscuro de la Sra. Reeds prolijamente cubre su cara y llevaba puesto un largo vestido azul marino, planeado y evidente, se veía exquisito en ella. Cuando su madre no dijo nada, ella preguntó otra cosa. -¿Dónde está papá? –Era inusual para él que no esté alrededor de su madre… De hecho, era raro.

-Está fuera en el jardín. Le pedí que cortara el césped y haga algo de escarda. ¿Té? –Preguntó mientras servía una tasa.

Rachel rechazó la oferta.

-¿Jardinería? ¿Cómo va eso?

-Conoces a tu padre, como siempre, supongo.

-Voy a decirle hola. –Dijo Rachel mientras se paraba. En su camino a la puerta de atrás, enderezó su camisa y re-hizo su cola de caballo.

-¡Hola papá! –Sonrió mientras abría la puerta.

No oyó el saludo o no quería responder. En su lugar, se puso de pie encima de un macizo de flores con el rostro entre las manos, llorando.

-¿Papá? –Llamó de vuelta, más alto. Él levantó la cabeza y se limpió las mejillas. Tan pronto como vio a Rachel, una sonrisa se le dibujo en la cara.

-¿Me quiere tu madre? ¿Ella te envió a buscarme? –Preguntó en una aturdida anticipación.

Rachel hundió los hombros. Como deseaba que esa sonrisa fuera para ella. Todo lo que la chica siempre quiso fue que su padre la tratara como un padre haría. Pero esa no era su suerte, él sólo tenía ojos para una persona, su madre.

-No papá. Sólo vine a saludar. ¿Por qué lloras?

-¡Oh, es que extraño demasiado a tu madre! Sé que la estoy haciendo feliz haciendo lo que me dijo. Pero la extraño. –Le agarró un ataque de sollozos.

-¡Está adentro! –Respondió teniéndole las manos en señal de rendición. Su respuesta no debería de sorprenderla, pasaba lo mismo todo el tiempo. Pero por una vez, sólo una vez, ella esperaba que el fuera diferente.

-Parece tan lejos. –Colapsó en el suelo mientras, apresuradamente, arrancó las malas hierbas que podía ver. Las lágrimas le caían de la cara.

Rachel lo miró por un momento antes de regresar a la casa. Irrumpió por la puerta, paso corriendo junto a la cocina y entró en su habitación, desplomándose en la silla del escritorio de su ordenador.

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NOTA DE LA TRADUCTORA:

Siéntanse privilegiados por que éste capítulo no se encuentra en el libro en ingles. Aunque, tranquilícense, si fue escrito por la autora.

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La Maldición del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora