SALIR Y RECUPERAR

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Marissa pasó por encima del cuerpo del chico que se retorcía y paseó como si nada pasó. A ella no le importaba que ella acababa de robarle la voluntad a alguien. Una cosa era tratar mal a una amiga, pero esto --quitándole la oportunidad de elegir a un extraño-- hizo temblar a Rachel.

-¡Tu... tu no puedes solo dejarlo ahí!

Marissa se giró hacia Rachel agitando su rubio pelo por encima de su hombro.

-No seas estúpida, Rach. Él me encontrará. Ellos siempre lo hacen. Tu realmente te tienes que acostumbrar a esto.

Rachel centró su atención en el hombre acurrucado en posición fetal, meciéndose hacia adelante y hacia atrás en el suelo. Ella sabía que no podía llamar por ayuda--- si llamaba la atención podía arriesgarse a exponerlas a ambas.

-¿Por qué él, Marissa? ¿Por qué lo convertiste a él?

-Bueno... es lindo. A parte, -ella continuó con una sonrisa, -Tiene lindos zapatos. Ya sabes lo que digo-- un chico con lindos zapatos trae buena suerte.

La boca de Rachel cayó y se quedó mirando a su amiga. Marissa acaba de arruinar la vida de un joven por sus zapatos.

-No tuvieron mucha suerte para él, ¿o no?

-Tu siempre tan melodramática. -dijo Marissa. -Además, no había convertido a un hombre en semanas. Estaba empezando a sentirme subestimada.

-Tienes que estar bromeando.

Marissa ignoró su comentario y continuó:

-Nada me hace sentir tan amada como una nueva conquista; están tan desesperados en complacerme, sus pasiones aumentadas, superando todos sus otros deseos. -El lado de su boca se curvó y ella entornó los ojos. -Ellos harán cualquier cosa que yo les pida para hacerme feliz... ¡hasta saltar de un edificio a su muerte! No preguntes cómo lo se. Sólo lo sé.

Rachel se estremeció. Eran precisamente esas las razones que la hacían odiar su don, si es que puede ser llamado así. Don se sentía con un término enfermizo para lo que ella de verdad hacía. Robar. Forzar a un hombre a amarla no era algo que ella encontraba deleitoso, de hecho, le parecía enfermo.

-Es que no pienso que eso este bien, sólo eso. -Ella llamó después de Marissa, que ahora estaba un buen par de pasos por delante.

Marissa se detuvo y se frotó el puente de su nariz.

-Primero el taxi y ahora esto. ¡Eres implacable! -Ella suspirío, dándose vuelta hacia Rachel. -¿Es todo ese tema de Quiero amor verdadero de vuelta? Porque si lo es... -Marissa siguió su oración mientras caminaba. -Estoy harta de escucharlo. Rach, tienes que entender que esas mujeres en situación de amor verdadero morirían por algo como lo que tenemos nosotras. Bueno... lo que yo tengo.. un hombre cuyo único deseo es hacer lo que yo desee.

Rachel apretó sus puños y movió la cabeza. Por primera vez en su vida a ella no le importaba que Marissa se pudiera enojar por lo que estaba apunto de decir.

-Si las mujeres realmente quisieran eso, se comprarían un perro. Las personas no quieren esclavos. Quieren a alguien que vea sus peores cualidades y aún asi elijan amarlos.

-Eres una decepción. -Marissa dijo mientras se ajustaba su cartera y apoyaba su mano en su labio. -Si lo que hacemos esta tan mal, ¿por qué los dioses nos habrián dotado con esta habilidad? ¿Huh?

-¿No lo sé? -Rachel bajo la cabeza en derrota-- era una pregunta que ella se auto preguntaba todos los días. ¿Por qué los dioses la eligieron a ella para ser Hedoness? ¿Por qué ella no podría haber nacido en otra familia y haberse perdido el maldito gen? Rachel miró por última vez al hombre en el suelo antes de tomar un paso vacilante hacia Marissa. Momentos como esos eran los que la hacían reconsiderar su amistad. La soledad le estaba empezando a parecer una opción viable.

La Maldición del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora