Velvet caminaba bajo el sol maldiciéndose a sí misma por ser tan tonta.
Pensaba en lo estúpida que había sido por querer ir a la universidad cuando los transportistas decidían hacer paro de labores. «No podía ser tan malo» se había dicho a ella misma y sin embargo ahí estaba, caminando como iguana bajo el sol a mediodía junto a otras dos locas igual que ella: sus amigas por supuesto.
Llevaba caminando una hora y aún quedaba lejos de casa. Eran casi la una de la tarde y el sol no daba tregua. Pensaba que incluso su muy rojo cabello se pondría rosa tras lavarse el color de tanto sol.
No quería llamar a su padre o a su madre porque sabría que habría una reprimenda cuando habían sido los primeros en decirle esa mañana que no fuera pero terca como era había decidido ir y las consecuencias no se habían hecho esperar.
—Siempre quise un bronceado gratis —dijo su amiga Mérida—. Siempre quise parecer cubana, con ese color precioso que parecen tener todos.
La declaración hizo estallar en carcajadas a las tres chicas que llevaban andando mucho tiempo.
—Eres de lo que no hay, nunca vas a parecer cubana porque no eres cubana, además de que lo único que vas a ganar no va a ser un bronceado sino cáncer de piel —dijo entre risas Velvet—. Mamá va a matarme porque seguramente mañana tendré el triple de pecas que hoy, el cabello reseco y la piel totalmente irritada y lo peor es que seguro en unos días estaré más escamosa que un pez.
Las tres volvieron a reír mientras se detenían a comprar una botella de agua.
Siguieron andando antes de que la tercera amiga hablara.
—Soy amante de la salmonella y ya que estamos caminando sin verle fin ¿podemos comer eso que está ahí? Se ve delicioso —dijo con aire dramático—. Les juro que no daré un paso más antes de desmayarme.
Las amigas afirmaron entre risitas y esta vez la caminata tuvo sentido.
Se detuvieron frente al puesto que vieron y pidieron sin pudor.
Eran chicas que no veían por qué hacerse de la boca pequeña, comían lo que su cuerpo pedía y cuando lo pedía. Era precisamente por eso que les llamaban vacas.
Velvet sonreía mirando con avidez como le servían y luego a Mérida y a Trix mirar con el mismo amor a la comida.
Sonrió divertida antes de que algo le diera en la cara con tanta fuerza que le dolió.
Sus amigas se pararon para maldecir a los tipos de la moto que habían lanzado el objeto pero ella se agachó a recogerlo.
Era un sobre y al abrirlo encontró una memoria USB junto a algunas fotografías.
Las sacó y su boca se abrió al ver al hombre más guapo que había visto en su vida.
Había muchas fotos de diferentes etapas del chico incluso una de bebé donde estaba desnudo posando antes de entrar a la bañera.
Observó varías fotografías pero eran demasiadas así que las guardó en su mochila.
—No pensarás quedarte eso —dijo Mérida—. Es basura, solo tíralo.
—Una nunca sabe cuándo será útil —respondió.
—Claro —concedió Trix—. Quizás un día lo encuentre y le diga que puede devolvérselas pero antes debe pagar con cuerpo.
Las tres rieron hasta que finalmente después de comer y beber siguieron su camino a casa.
Lejos de ahí una madre lloraba tras un asalto donde había perdido los recuerdos de toda la vida de su hijo.
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Relatos de Mujeres
RandomPersonajes atípicos con sus ilusiones y despechos; con anhelos y fantasías; con sus amores y desamores; protagonistas a través de la historia. Relatos de mujeres, un compendio de ellos con una visión singular de ocho féminas...