INTRODUCCIÓN

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SIGLO XIX

En un pequeño bar llamado "Jacksons Bar" en frente de la calle Singtor, el aire era más denso, la niebla más visible y húmeda cegando el paisaje, la vista de la medianoche, los árboles con sus ramas desnudas y sus hojas secas bailando sobre el suelo.

En un callejón estrecho al lado del bar, había varias cajas pesadas de madera podrida, las paredes repletas en fango, olor a metal oxidado, y el ambiente húmedo lleno de bichos raros.

Unos pequeños sollozos sacudían dentro de aquellas cajas pesadas, como un susurro que toca la puerta recorriendo tu cuerpo y jugando con la respiración en las venas, esperando que un suspiro del cielo se asome para alumbrar aquel lúgubre rincón.

En un extremo del lugar estrecho se encontraba un pequeño árbol seco de tronco grueso, adornando sus ramas ondeantes al final del callejón cubierto por cuervos negros, sus ojos fijamente mirando la salida y algunos listos para atacar a quiénes se le acercaban.

Un antiguo rumor merodeaba que desde hace años un grupo de niños se habían escapado de sus casas por haber robado un objeto invaluable, hasta que descansaron sobre aquel pequeño callejón, y aunque muchos de ellos no sabían de lo que les esperaba, una multitud de policías iban tras ellos tratando de detenerlos, aunque era muy tarde, el callejón que hace unos momentos parecía tranquilo, estaba cerrado por una capa invisible que nadie podía ver excepto los niños que gritaban aterrorizados por la conmoción. Una niña enfrente de la calle miraba fijo en aquella dirección con los ojos alarmados, avisando a su madre que habían niños gritando, pero la madre al ver dicho callejón no veía nada más que suciedad y barro, arrastró a su hija a casa negando lo sucedido, exacto, ella no podía verlos. Nadie los escuchaba más que los niños y una voz gruesa susurrando dentro de las cabezas de cada niño.

«No debieron haber escapado de mi, de todas formas no tenían escapatoria»

Estas palabras resonaban una y otra vez en forma de ecos dónde al final se escucha una carcajada de satisfacción, esto hizo que los más pequeños comenzarán a perder la compostura.

Margaret, la mayor de todos, intento calmar a los más jóvenes rápidamente.

— Encontraremos una salida, tranquilos —miró a los niños con dulzura para luego desviar la mirada a su hermano haciendo una mueca de auxilio para que ayudara, de la cual el muchacho suspiró con fuerza obligándose a recobrar la compostura.

— Joshua, las linternas, ¡rápido! — avanzó hacia el más pequeño que no paraba de temblar ante la presión, sacó con torpeza aquellas linternas y se las dió, acomodándose los lentes con temor y torpeza debido a que no paraba de temblar.

—¿Je..remy que vamos a hacer?— El pequeño Joshua dijo con la voz media rota a punto de llorar — nos va a atrapar el...? — antes de terminar, Kathia, la más pequeña de seis años rompió en llanto callando a Joshua.

— Ya cariño, no pasa nada malo, vamos a estar bien si — le susurró al oído abrazándola y acariciando su cabeza le sonrío. — vamos a estar bien... — o al menos eso es lo que creía.

Jeremy al ver la tristeza de su hermana se enfureció apretando uno de sus puños para estrellarla contra la pared — ¡DIABLOS! — Maldició.

— ¡JEREMY! — grita Margaret al ver tal acto de tontería, corre para ver las manos de su hermano. — ¡ERES UN IDIOTA! Tenemos que salir de aquí antes de que vuelva!

— YA NOS ATRAPÓ MARGARET — Grita en el mismo tono de su hermana. — ¡ya... no podemos hacer nada! — su respiración era cada vez más entrecortada, sus ojos cristalizados ya no aguantaban retener las lágrimas. Con la otra mano sacó un colgante con una piedra de color zafiro en forma de luna con una pequeña diadema para mostrarsela a todos.

— No... te atreverías... verdad? — preguntó Joshua mirando asustado a Jeremy, y luego a Margaret, que a la vez ella no quería creer que fuera la última opción que podría salvarles. — dijiste que íbamos a estar bien... — responde para luego dejar caer la mirada al piso y apretar sus manos con fuerza dentro de sus bolsillos.

— Joshua yo... creía que así era — Margaret trataba de analizar las cosas con más cuidado pero antes de terminar, gritó con rabia al cielo masajeandose las sienes con dureza. Terminó por sacar su propio colgante con una estrella de metal a la fuerza de su cuello dejando escapar un mueca de dolor, y antes de terminar la frase, una neblina oscura espesa comenzó a aparecer en aquel callejón tomando formas diferentes hacia su dirección, Wargos, tomaban la forma de lobos gigantes dispuestos a cazar.

Jeremy sin pensarlo dos veces, corrió hacia dónde se encontraba Kathia y le colocó encima el colgante de la luna en su cuello. — Pero... qué ocurre? — dijo sollozando aún, al ver que Jeremy le sonreía con lágrimas recorriendo sus mejillas.

— Recuerdas la frase que estuvimos practicando hace tiempo? — dijo sonriendo o es lo que estaba intentado esforzarse en hacer. Hace unas semanas la habían obligado a memorizar una frase en otro idioma en caso de emergencias, lo cual ella asintió despacio. Margaret le puso el colgante en el cuello con cuidado mientras que Jeremy iba con Joshua arrancando con fuerzas las lágrimas de sus ojos, y miró a Kathia con una sonrisa tranquila. — Si sabes tu nombre verdad? — dijo Margaret mientras que Kathia volvía del ensueño de la mirada de Jeremy hacia Margaret para asentir rápidamente — mientras que recuerdes quién eres, de dónde vienes, y lo que has aprendido, sabrás lo que tienes que hacer. — Esto había dejado confusa a Kathia, la noche se iba oscureciendo y la luna alumbraba en su punto más alto como si fuera un rayo de esperanza en ese lúgubre callejón.

— Met... me estas asustando... — Así le había apodado la niña a su amiga mayor aunque para ella era como su hermana, antes de terminar, los wargos habían terminado de adoptar su forma y se dirigían hacia ellos gruñendo lentamente. Joshua llegó con Margaret y le colocó en las manos un viejo reloj y la miró, aunque él ya había roto en llanto hace rato, se agachó y la tomó de los hombros dándole un fuerte abrazo.— Cuidalo, más que todo en tu vida. — Kathia no entendía bien lo que sucedía pero asintió y él se despegó de ella. — Ahora repite lo que estuvimos practicando. Ahora. — Se había quitado los lentes y lo guardó en su bolso mostrándole una sonrisa temerosa.

Desconcertada, ella cerró sus ojos, juntó sus manos y comenzó a recitar en alto como le habían enseñado.

« De les cendres vam ser fets, del temps hem ressorgit, i la nostra senyora ens crida a la fi. A l'parador de l'inexplicable, vull anar amb tu. »

Al terminar la frase sonrió ya que lo había pronunciado bien, pero al abrir los ojos y lo emocionada que estaba en contárselo a Met y los demás, se fue desvaneciendo de a poco su sonrisa, se encontraba en un bosque de grandes árboles, al ambiento cálido, de día y sola.

— Chicoos....

Un movimiento en los arbustos hizo sobresaltar a Kathia haciéndole gritar. — Quién.. está allí? — dijo acercándose lentamente dónde provenía el ruido.

— Oh cállate niña, este es un bosque silencioso, no se hace ruido. — dijo un poco molesta una pequeña anciana con la espalda jorobada que salía de los arbustos. Sostenía un bastón con una forma peculiar y caminó más adelante de la niña y luego se detuvo en un pequeño tronco a unos tres metros de dónde se encontraba la niña. — Se supone que debía llegar aquí.. — dijo acariciando su mentón y luego miró a la niña. — ¿Sigues aqui? Vete ya. Tengo una visita.

— Yo... — con miedo avanzó unos pasos hacia la señora— ha visto por casualidad a mis amigos? soy Kathia Gefallener, un gusto en conocerla... espero que me pueda ayudar — Asintió con una pequeña inclinación de cabeza. — Necesito encontrarlos, sabrás algo?— La desesperación comenzó a atisbar en su pequeño rostro.

La anciana al escuchar su nombre había girado su cabeza lentamente mirándola de arriba hacia abajo, una mueca hizo que suspirara y se volvió hacia ella maldiciendo por debajo. — Así que no te han dicho nada tus amigos verdad? — preguntó la anciana y sonrió de lado al ver que la niña lo negaba lentamente. — Muy bien... Bienvenida Kathia, Bruja de la Tormenta.

Hijos de la Muerte ~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora