Naranja con brillo turquesa

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N/A: El tema del segundo día ha sido «Desierto». 

- Naranja con brillo de turquesa -

La tarde del trigésimo sexto día los descubrió cabalgando a través de la llanura, contra la corriente que arrastraba arena desde las dunas al norte. Lejos en el suroeste, la vertiente rocosa de las montañas y el alivio que las laderas interiores habían ofrecido a los viajeros del feroz sol eran un recuerdo tortuoso bajo el azote del viento. Ling tiró de la tela entorno a su cuello para cubrirse de nuevo hasta la nariz. Ya no podía llamar tormenta de arena a aquello, pero de cualquier manera, su paso era lento y afanoso.

Las ruinas de Xerxes, a una distancia de diez jornadas, los había albergado durante una noche entre otros viajeros, comerciantes con entera pinta de contrabandistas o simples aventureros orientales y occidentales por igual. Entre ellos habían compartido información sobre las condiciones del terreno y las mejores rutas. Se reabastecieron durante la mañana y continuaron. Desde entonces, el campamento lo habían montado entre tres a lo largo del camino de vuelta.

No transcurrió mucho tiempo antes de que Mei sugiriera acampar cerca de un montículo que los protegería en caso de que el viento se recrudeciera durante la noche. Mientras la luz nocturna, la disposición del terreno y la temperatura lo permitieron, acamparon a la sombra de los riscos durante el día. Actualmente la luna se hallaba en cuarto menguante y estaba fuera de discusión arriesgarse a perder una montura avanzando en la noche.

Lan Fan ayudó en silencio, movida por algo automático, lejana. A él se le encogía el estómago de manera dolorosa cuando se ponía a pensar en lo espeso y amargo que era este mutismo. Desde que había recibido la máscara, su guardaespaldas había renunciado al uso excesivo de las palabras en presencia de Ling. No obstante, este silencio le implantaba una especie de desazón en el pecho.

Y él, ¿qué podía decir? ¿Qué podía hacer para arreglar aquello roto más allá de cualquier reparación? ¿Cómo albergar la simple idea de resarcir la pérdida que había sufrido? Un brazo había sido suficiente, y luego no había podido proteger a Fu. No tenía cara para enfrentarla, intentar explicarle que nada era su culpa, que si algo había hecho a lo largo de su estancia en Amestris fue luchar incansable, que como su amigo y -sí- su príncipe, no podía estar más orgulloso de ella, y que no debía siquiera contemplar el remordimiento como una carga suya. Había sido él, quería decirle sin conseguir el orden ideal de las palabras dentro de su mente. La vergüenza se alimentaba de él como un ave carroñera durante las noches y a la luz del día las fuerzas debían invertirse todas en avanzar.

El cuerpo de su maestro había sido incinerado hacía un par de semanas cuando, tras calcular las distancias, concluyeron que si bien aún estaban el desierto, se trataba de la mitad más próxima a Xing. De cualquier manera, obligar al cuerpo de Fu a un ascenso por la sierra habría conllevado una serie de maniobras que calificarían de profanación de sus restos. Ninguno estuvo en contra de llevar a cabo una sencilla ceremonia de cremación al pie de la cordillera y enterrar las cenizas al llegar a Xing, en un sitio de honor dentro de la provincia Yao. Ling habría querido otra cosa para su mentor, una figura paterna como nunca lo había sido el Emperador -el cielo perdonara sus palabras, aquello era una verdad innegable. Habría querido permitirle a Lan Fan los días de luto, ofrecer las exequias que la tradición de su gente mandaba y ayudarla, de algún modo, a sanar.

Esto estaba mal, se dijo mientras Mei lo ayudaba a arreglar su tienda, porque aparentemente montar una por su cuenta no entraba en su lista de habilidades actuales.

—Oye, me has golpeado —se quejó, emergiendo de sus pensamientos mientras miraba hacia donde Lan Fan había arrojado algunos carrizos para la hoguera. Su hermana le había propinado un manotazo.

Remolinos de plata [LingFan] - Fullmetal Alchemist -Where stories live. Discover now