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Me dijo: 
- Discúlpeme, usted no debía soportar ese numerito. 

- No pasa nada, de verdad. Cuando no nos ha sucedido algo así a cualquiera. 
El mundo de los sentimientos es lo más importante, pero también lo que más  daño nos hace.- buena respuesta, se nota que soy artista (hago comics) – 
Cuando una relación acaba nuestras actitudes son tan lamentables, que si  luego con el tiempo observáramos nuestros actos, nos avergonzaríamos sin  remedio. Y es que no hay nada tan imperfecto como los humanos.   

Se me quedó mirando como si de pronto despertara y me viera. Sonrió. Me  sonrió. Ahora yo tenía la situación en mi mano. Así que decidí no darle importancia a su  sonrisa y le pregunté: 

- Bueno, ¿estas son las cajas? 

Despertó de ese instante que le otorgué, regresé a la realidad de las cajas. Era  evidente que en su mente me estaba comparando con el otro. Y yo iba ganando. Se  acercó y me las señaló. Afirmé con un movimiento ligero con la cabeza. Y pregunté sin  muestra alguna de curiosidad: 

- ¿Dónde van? 

Ella me miró, se sonrojo un poco, en sus ojos se pudo ver durante un segundo la  sombra de la duda. Pero sólo fue un segundo, con mirada decidida, me miró. Se asomó  a la ventana. Me hizo una seña para que también me asomara. Lo hice. Y vi a un chico  más joven que yo, que miraba para la ventana. Estaba ansioso de esperar. En ese  momento supe, que ese era el chico de la conversación estridente. Me sonreí a mí  mismo, sabía que iba a pasar. Me hice el loco, como si no me diera cuenta. Ella me hizo  una señal para que la tiráramos por la ventana, luego me sonrió. Yo le sonreí.

Tiramos  todas las cajas por la ventana. Los dvd´s y cd´s salían volando y se chocaban  ruidosamente contra el duro suelo de hormigón. El pobre chico se quedó perplejo ante la  lluvia de sus pertenencias. Iba de aquí para allá, intentando salvar los restos que  quedaban de las cosas tras la caída. Pudo recoger muy pocas cosas enteras o sin dañar.

Se llenaba las manos y los brazos con esos objetos muertos. Corría, desaparecía de mi  vista y regresaba con las manos listas para recoger las cosas. Fue una suerte que esa  calle no fuera muy concurrida, por lo menos para el pobre chico. Bueno así por lo  menos pude apreciar como ella se reía en vez de llorar. Había llegado en el momento  perfecto. No podía ser más oportuno, sus heridas se estaban curando y era su cura. Era  un poco imprevisible, eso me gustaba. No era mi mujer perfecta, pero esta duraría más  que las demás. Algo me lo decía. Luego me di cuenta que todo aquello no era algo  sincero, era tan sólo una aventura que me monte mezclando realidad y mi propia  concepción de las cosas. Lo malo de no ser entendido y vivir en mi mundo (donde estoy  muy a gusto), es que a veces te puede pasar eso.

No me arrepiento de nada de lo que he  vivido, ya que de cada cosa sales con algo aprendido. A veces bueno, otras veces malo. 
Lo malo te curte, te hace fuerte, inteligente y menos accesible a la gente que te hace  perder el tiempo. Nos quedamos asomados a la ventana, mirando el dilema (¿Qué salvo  antes?) del pobre chico. Ella al principio evitaba reírse, pero la situación era por  momentos más cómica. Y evidentemente no iba a dejar que se riera sola para que se  sintiera incómoda

La chica de la ventana Donde viven las historias. Descúbrelo ahora