Natsukashii

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Bienvenidos a la continuación de esta sencilla historia de yukatas y katanas. Agradezco de antemano la oportunidad y espero que se algún modo este pequeño relato sea de su agrado.

Nota aclaratoria: lo remarcado en negritas y cursivas, son cosas, acciones o diálogos del pasado y lo que solo está en negritas, son acciones, diálogos o situaciones presentes. Espero no confundirlos demasiado y de antemano perdón por los errores cometidos.

Sin más, los dejo leer.

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Los frondosos árboles de Sakura alrededor del castillo de la pujante ciudad de Nagoya se fueron incrementando con el paso de los años; los aldeanos adoptaron por costumbre plantar una nueva semilla alrededor del castillo por cada invierno al que lograban sobrevivir; era una forma de agradecimiento a la tierra que tanto les retribuía al darles cosechas fuertes, abundantes y los medios para subsistir y perfeccionar sus habilidades día a día; de esta forma, cada nueva estación de florecimiento, montones de rosados follajes adornaban las calles y ponían felices a los habitantes que se congregaban para celebrar juntos aquella nueva y floreciente estación.

Una surrealista corriente color de rosa aparecía cada año en los riachuelos que circundaban los pueblos cada que el festival del Hanami se aproximaba, engalanado por la lluvia de pétalos que caían a merced del cada vez más cálido viento primaveral; el jardín que se había construido alrededor de aquel monumental y tradicional edificación albergaba un estanque en que un montón de peces Koi eran criados y alimentados por los visitantes que acudían al castillo, aquellos glotones peces eran los mismos peces que años atrás habían presenciado la boda de Tatsumi Souji con su amada y fallecida esposa Hana; la longevidad de aquellas carpas sólo era superada por su legendaria perseverancia, siendo este uno de los motivos por los que Tatsumi Souji amaba ese lugar, porque sentía que ahí el tiempo regresaba como cuando compartía la vida junto a su mujer.

El castaño de barba llegó a pensar que no lograría sobrevivir sin la presencia de la que, durante mucho tiempo, fue su amiga, su primer amor y madre de sus hijos, de los cuales se sentía sumamente orgulloso.

Ese día en particular, la familia Tatsumi no sólo se reunía para celebrar en el pueblo la llegada de la primavera, sino también para conmemorar la fecha en que Souji y Hana se conocieron; era ya una tradición para ellos ir al templo que estaba a las afueras de la ciudad y embellecer la lápida de la familia, en donde las cenizas de Hana descansaban.

Visitar las tumbas de los familiares fallecidos se conoce como Ohaka Mairi, el cual consiste en ir al cementerio y visitar a los muertos: limpiar la lápida con agua y cortar la hierba alrededor de la misma (Osoji), colocar flores (Ohana) e inciensos (Osenko) y hacerles oración a las almas (Oinori) para hablar con sus muertos, agradecerles o disculparse por haberlos dejado esperando en el pasado; ese era el ritual acostumbrado por los deudos de los difuntos, visitando su último lecho, incluyéndoles todavía en sus vidas mediante una plegaria, pidiéndoles consejo y protección desde el más allá.

Para Souji, más que una tradición, aquella era la forma de mantener viva la presencia de su amada esposa en la vida de sus hijos y en la suya.

El nacimiento de Kanako implicaba el fallecimiento de Hana, y Souji decidió modificar aquello; acostumbro a sus hijos a que el Hanami sería el día en que, sin falta, realizarían el Ohaka Mairi de Hana, dandole gracias a la vida por haber conocido a la maravillosa mujer que al año siguiente de conocerla se convirtió en su mujer y la madre de sus hijos.

Souji no quería que Kanako sintiera culpa alguna por la muerte de su madre y separó inteligentemente las fechas haciéndolas festivas y en un entorno de agradecimiento hacía la mujer que lo salvó de todas las formas posibles que se puede salvar a una persona. Sus hijos varones apoyaron su decisión sin quejas, disfrutando de aquel evento tan protocolario muy a su estilo.

Nagoya - HenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora