La pequeña franja que hay debajo de la puerta, no permite que la luz de la sala se filtre por debajo e ilumine un poco el sótano. Limpio las últimas lágrimas de mis mejillas y me pongo de pie. Extiendo los brazos al frente y camino a ciegas en busca de la lámpara que encontré entre unas cajas hace un par de días. Piso un juguete chirriante, provocando que Óscar suelte una carcajada.
«El juguetillo de él bebé más querido.» Habla provocándome.
Pateo el juguete lejos de mí. Intento creer que Óscar no está aquí, sino presto atención a sus palabras puede que consiga que se canse y se marche, dejando mi mente en paz.
Camino con lentitud. Logro encontrar una caja unos pasos más adelante, la abro y hurgo en su interior. Dentro únicamente hay ropa, zapatos y cosas que mamá debió haber tirado.
—Debe estar aquí —murmuro.
Continúo buscando sin encontrar la lámpara con éxito. Estoy seguro que lo he dejado oculto en alguna de estas cajas sucias.
Pronto me encuentro tocando una fría y húmeda pared, debo estar al otro extremo de la puerta, toco el rígido ladrillo y me guio por la línea de cemento que hay debajo de ella.
« ¿No piensas hablarme?»
—Déjame tranquilo, Óscar. —suplico, dándome un golpe en la cabeza.
«Eso será difícil, dado que necesito permanecer a tu lado.»
—No me gusta que estés aquí. —le confieso, asustado por las palabras que puedan salir de él en contra de Matthew.
«Y a mí, no me gusta que creas que te hago más mal que bien.»
He perdido la cuenta de cuantas veces me ha dicho que ambos somos amigos, que puedo confiar en él. No quiero creer en eso, no puedo confiar en alguien que mete ideas en mi cabeza, que está dentro y no me deja en paz. Suspiro y continúo caminando.
Tropiezo con algo unos pasos más adelante.
Me arrodillo al suelo. Siento el frio cartón entre mis manos, toco los bordes buscando abrirla, al tocar la parte de arriba mis dedos se humedecen de algo viscoso y gelatinoso. Indeciso acerco mis dedos a mi nariz maldiciéndome por haberlo hecho. El olor que impregna es desagradable. Limpio rápidamente mis dedos en el frio suelo y me alejo de la caja lo más lejos que puedo.
—Maldición —murmuro para mí mismo. El olor en mis dedos comienza a ser nauseabundo.
Debieron mover las cosas o puede que sea yo quien haya cometido el error de no recordar donde lo he dejado o esté en esa caja asquerosa. Regreso de nuevo hacia la puerta, me siento y mantengo la vista en el oscuro sótano; atento a cualquier ruido.
«Si te tomaras la molestia de hablarme, tu estadía en esta oscuridad sería más divertida.»
No se marcha, y no creo que lo haga mientras me encuentre en la oscuridad. Mamá decía que desde pequeño me encontraba en mi habitación platicando solo, creía que eso era acorde a mi crecimiento. Lo cierto es que era Óscar con quien hablaba por las noches, es como el amigo imaginario que algunos niños a esa edad suelen crear, sólo que este es un amigo de la oscuridad. Acostumbra a hablar mientras permanezca en los lugares oscuros o en esos malditos sueños, esos parecen ser sus lugares favoritos. Pero después de cumplir siete años su único objetivo es hablar mal de Matthew. Lo odia de eso estoy seguro.
—Ahórrame la conversación, sí hablarás mal de Matthew. —gruño por lo bajo.
«Una lástima.»
—Lo sé —dicho eso opta por guardar silencio.
No sé cuánto tiempo transcurre hasta que escucho los molestos golpes en la puerta de manera insistente, me tumbo al suelo y trato de ver por debajo de la puerta quién es. Diviso a la señora Singer asomándose por la ventana e intentando averiguar si hay alguien en casa.
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Bemory: Mitades obsesivas
ParanormalAdvertencia: LEER BAJO TU PROPIO RIESGO, ESCENAS FUERTES A ENCONTRAR EN ESTE TEXTO. Deliberadamente un hombre obsesionado, con un ser monstruoso en su interior con altas tendencias asesinas. Misterioso. Encantadoramente atractivo para vistas cieg...