Me muevo entre las sábanas por un molesto sonido de fondo. Aun con los ojos cerrados trato de descifrarlo, por lo que parece ser la alarma de un celular. Lo que me extraña es haberme quedado dormida y poner la alarma siendo fin de semana. Los parpados me pesan y un dolor agudo me cubre la cabeza. Es como si fuese resaca. El vértigo no demora en hacer efecto, por lo que me hace abrir los ojos de golpe y una luz me hace parpadear varias veces.
Miro a mi alrededor. Una habitación lejana a lo que conozco con grandes ventanas iluminan la habitación, al fondo se logra apreciar los ventanales de edificios. Me levanto de golpe al no reconocer nada. No entiendo nada. ¿Dónde estoy? Al parecer estoy en un apartamento y no en mi casa. No lo entiendo. Se supone que yo estaba en mi habitación haciendo tareas.
Tal vez me he ido de fiesta y estoy en casa de alguna amiga. Me acerco a las ventanas y observo a la ciudad. ¿Cómo rayos he llegado a la ciudad? ¿Y si me secuestraron?
Asustada comienzo a rebuscar en la habitación mi móvil. Algunas sábanas de la cama están dispersas en el frío suelo. Me quedo helada cuando me percato que en una de las mesitas de noche hay pertenencias varoniles. Me angustio pensar si he dormido con alguien y no sepa quién es. Tal vez esa persona me haya drogado y me haya traído hasta aquí. O tal vez me han secuestrado y no recuerde nada. Me abrazo a mí misma al pensar todas las posibilidades que he enumerado. Me percato del pijama que cargo. No lo había visto jamás en la vida.
Doy un salto cuando oigo un portazo. Escucho una voz detrás de la puerta.
—¡He llegado!— grita alguien.
Mi corazón empieza a latir con fuerza cuando escucho pasos hacia la habitación. Un chico abre de golpe la puerta. Retrocedo hasta chocar contra la mesa de noche. El chico me mira con una sonrisa pero al ver que estoy asustada, su sonrisa se borra. Es demasiado guapo. Está sudado por lo que parece acabar de hacer ejercicio. Sus ojos color miel me observan atónitos. Su cabello castaño luce desordenado.
—¿Estás bien? —se acerca.
—¡No te acerques!— grito y él se detiene.
Frunce el ceño y me observa preocupado.
—No puede ser— susurra.
Tomo una de las sábanas que están dispersas en el suelo y me cubro con ella.
—Cariño, ¿estás bien?— se acerca lentamente. —Déjame verte.
—¡Te dije que no te acerques o grito!
Él se detiene y deja a un lado de la cama su móvil.
—Está bien, está bien— levanta las dos manos a la par de su cabeza. —Solo quiero percatarme que estés bien.
—Déjame pasar.
Él me observa sorprendido por mi comportamiento pero también luce confundido. Se hace a un lado y corro hacia una puerta que está dentro de la habitación. Abro y es el baño. Está todo iluminado. Un gran espejo me refleja y luzco horrible. Toda despeinada y con grandes ojeras. Quedo sorprendida cuando veo un pequeño retrato de mi perro adornado al lado del espejo. El baño es grande. Hay una ducha y alrededor de esta hay un cristal. Al lado, hay una tina con una ventana que te deja ver al cielo. Muy elegante para mí.
Cierro la puerta y tranco. Me lavo la cara tratando de despertar. Tocan a la puerta. Es él.
—Abre la puerta, Rebecca. Necesito llevarte al hospital.
Mi nombre. Sabe mi nombre.
—¿Cómo sabes mi nombre?
Demora en responder.
—No puedo creerlo. —solloza.
—¿Quién eres y qué quieres de mí?
—No te haré daño, solo abre la puerta. Tenemos que ir al hospital.
—¿Para qué coño quieres llevarme al hospital?
—Has perdido la memoria. Ni siquiera me recuerdas.
—No puedo confiar en ti.
Oigo un suspiro.
—Soy Marcos, ¿no me recuerdas? Por favor, dime que sí.
—No sé quién eres.
Un silencio tras la puerta.
—Por favor abre la puerta, tienes que confiar en mí. Te lo explicaré todo.
—¿Cómo llegué aquí? ¿Me has drogado?
—No. Nada de eso. Déjame explicarte. No te tocaré ni nada, solo abre la puerta, por favor.
Me quedo mirando la puerta por unos minutos y la abro. Me mira con ojos preocupantes. Por un momento deseo haberlo conocido en otra ocasión y no como esta.
—Por favor, ven. —dice mientras se sienta en la cama.
Me acerco sigilosamente observándolo.
—Tienes que recordar. —me mira con ojos tristes. —No puedo perderte ahora.
Mi corazón de un vuelco.
—¿Cómo sé que puedo confiar en ti?
Lentamente toca una de mis manos tratando de no asustarme.
—Soy tu novio. Tenemos dos años juntos pero nos conocemos desde hace cinco años.
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Etapas de un corazón en el tiempo
RomanceUn día Rebecca despierta en un apartamento en el que nunca había estado. A lo que parece ser es que una noche de estudios se duerme y despierta con seis años más, lo que indica que su vida había cambiado totalmente, incluso en el amor. ¿Será cierto...