Espacio

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Me levanto de la cama aterrorizada. ¿Mi novio? Yo nunca he tenido un novio. Es ridículo que literalmente de la noche a la mañana tenga un novio. Me dirijo hacia el armario y saco el primer abrigo que veo. Me lo pongo y salgo corriendo hacia el pasillo. Marcos corre detrás de mí gritando mi nombre. Llego a la cocina y me escondo detrás de una barra que queda cerca de una mesa comedor.

—¡Rebecca! Tienes que tranquilizarte. ¿Dónde estás? —grita Marcos en el living room.

Mi corazón no deja de palpitar. Por un momento siento náuseas. Siento el estómago vacío, como si no hubiese comido en días. Pienso en mi madre, en todos. Tal vez me han secuestrado y no recuerde nada. Solo imagino lo horrible que hubiese sido. No sé qué es peor: recordar en el momento que me secuestraron o no recordar absolutamente nada.

No quiero imaginar qué me hubiesen hecho. Es aterrador el solo hecho de imaginar si me hubiesen violado o drogado. No entiendo qué pasa o por qué estoy aquí.

—Rebecca, por favor. —Marcos habla con sutileza. —Te juro que no estás secuestrada ni nada, en serio. No sé qué sucede contigo.

Me aferro a mí misma y escondo mi rostro contra mis rodillas y me coloco de manera fetal. Escucho pasos en la cocina.

—Rebecca... —murmura. —Tranquila. Estás a salvo.

Levanto la mirada y Marcos está a unos metros de mí. Está detrás de la mesa tratándome de dar seguridad.

—Haré lo que sea. Pero por favor, tienes que tranquilizarte. —levanta la manos y hace un movimiento hacia abajo. —Vamos, respira. Tranquila, todo está bien.

Me levanto poco a poco y me hago a un lado. Doy pasos lentos hacia afuera sin dejar de mirarlo.

—Necesito irme a casa.

Marcos suelta un suspiro de decepción.

Corro hacia el mismo pasillo y entro a otra habitación. Cierro la puerta y tranco. Me recuesto contra ella agitada y mi corazón a mil por hora. Estudio la habitación y parece ser un cuarto de estudio. Un librero no tan grande está al lado de un escritorio con unos cuantos papeles en cima del mismo. En una de las repisas del librero hay unas cuántas cámaras. Y en toda una pared, fotografías. En la mayoría salgo con Marcos en diferentes viajes, otras en familia y con mi perro Eddy. Me sorprende las fotografías que tengo con Marcos. Muchas son graciosas, otras son con quienes parecen ser nuestros amigos. Hay una que sale dormido. La tomo y detrás de esta hay un mensaje con una letra cursiva: "Para que recuerdes quién es tu osito de dormir. Con amor, Marcos"

Me quedo mirando las demás fotografías. Tratando de entender todo. El por qué no lo recuerdo y tampoco todos esos momentos.

La voz de Marcos al otro lado de la puerta me sobresalta.

—Cariño, no sé qué te sucede pero en verdad me tienes preocupado. O no sé si estás jugando pero en realidad esto no es gracioso. O tal vez sea por el desmayo que tuviste ayer, de ser así, hay que ir al médico. Solo abre la puerta, por favor. Tienes que confiar en mí. No te haré daño. Tienes que abrir.

Me giro hacia la pared y me quedo observando las fotografías por unos minutos.

—Abriré la puerta con condiciones.

—Está bien.

Apoyo mi frente contra la madera.

—Uno, dejarás de llamarme cariño. Está bien, eres supuestamente mi novio pero aun no te conozco.

—De acuerdo. —oigo un suspiro de su parte.

—Me ayudarás a descubrir qué es lo que sucede y me tienes que apoyar en todo momento ¿ok?

—Bien, lo haré.

Abro lentamente la puerta y me encuentro con sus ojos. Me muestra una sonrisa sin mostrar los dientes. 

Sentada frente a él

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Sentada frente a él. Con un silencio incómodo. En la misma habitación.

—No entiendo por qué no recuerdas nada. ¿Será por el golpe que te diste la otra vez? —me mira preocupado. —No, no lo creo. —niega con la cabeza. —Ese mismo día te llevé al doctor, se hicieron exámenes, estudios, todo. Y todo estaba bien.

—¿Hace cuánto pasó?

—¿En verdad no lo recuerdas?

Niego.

—No sé pero ya me estás preocupando.

Me acomodo en el colchón. Marcos está sentado en frente.

—Y si te digo que he viajado en el tiempo, ¿me creerías?

Sus ojos me observan. No hace ni una mueca, ni parpadear. Supongo que quiere reírse por mi pregunta pero sé que está preocupado.

—No lo sé.

—Marcos.—me acerco y tomo su mano. —Tienes que creerme.

Me analiza por unos minutos, sus ojos no dejan de mirar a los míos.

—Esto te lo digo en serio, no es una coincidencia. Tengo que jurarte que estaba haciendo tareas, me dormí en mi escritorio y ¡pum! de repente estoy aquí, con un departamento, un supuesto trabajo, un supuesto novio, no lo sé... en serio tienes que creerme, porque siento que no he vivido nada, solo lo que sé.

Marcos pone sus manos en su rostro y luego me da una mirada de confusión.

—¿Y si estás tratando de hacerme una broma?

Niego con la cabeza.

—Esto es en serio, Marcos. Y siento que la única persona en la que debo confiar por ahora es en ti. Tienes que creerme.

Mira hacia un punto fijo por unos segundos.

—Te creo. 

Etapas de un corazón en el tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora