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—Hola cariño

—¡Papi! Llegaste —una pequeña de 6 años saltó hacía los brazos del pelinegro quien se había agachado hasta quedar a la altura de la niña

—Asi es, toma tus cosas para ir a casa

Kyungsoo dejó un beso sobre la cabecita de su pequeña y se puso de pie, en cuanto la pequeña entró en el departamento una mujer se asomó a la puerta y sonrío al muchacho frente a ella

—Hola Kyung, ¿Qué tal la escuela?

—Bien señora Park, ¿Cómo se ha portado? —señalo con la cabeza a la menor quién salía con una mochila morada en su espalda y un par de libros en sus manos

—Como todo un ángel, has criado a una niña muy obediente —El bajito sonrió ante el alago y tras una corta reverencia a la mayor se despidió para ir a casa.

Su departamento queda justo frente al de aquella mujer; la amable señora Park recogía a la menor del colegio y la cuidaba mientras su padre regresaba de la universidad, cuando ella supo que su joven vecino tenía problemas para lograr acomodar sus horarios de la  universidad y cuidar de la pequeña niña no dudo en ofrecer su ayuda, después de todo le gustaban los niños y Kyungsoo le recordaba un poco a su único hijo quien había fallecido en un accidente años atrás, la pequeña era la nieta que nunca pudo tener.

Kyungsoo recibió la ayuda con los brazos abiertos, la mujer era de confianza y gracias a eso estaba seguro que su pequeña no tendría que seguir esperándolo en una banca vacía mientras él llegaba expuesta a cualquier peligro.

Ambos entraron a casa y la niña corrió a su habitación a dejar sus cosas, Kyungsoo se dirigió de inmediato a la cocina, sabía que en cualquier momento su hija regresará a pedir comida.

Mientras los platos se calientan en el horno Kyungsoo vio a su pequeña salir ya sin el uniforme de la escuela y subir a la silla del comedor mientras lo llamaba con una mano, él se acercó curioso y miró de frente a la menor quién tomó entre sus manos el rostro de su padre

—¿Por qué estás triste? —la pregunta lo desconcertó

—No estoy triste —la mueca de la niña demostró que no le creia— solo estoy pensando un poco, he tenido un día cansado en la escuela —esta vez la niña asintió y luego pareció recordar algo

—¡Espera aquí! —como pudo bajo de la silla y se perdió tras la puerta de su habitación, Kyungsoo sonrió en su dirección.

Aún recuerda la primera vez que la vio sonreír, era solo una bebé, pero ya tenía la sonrisa más hermosa de todas. Una tan parecida a la de él, aunque era tal vez lo único que había heredado de su parte, eso y su blanquecina piel de porcelana que la hacia lucir como una muñequita.

La primera vez que vio a su hija no pudo contener las lágrimas, de pronto todo lo que su maltratado corazón estaba sufriendo pareció desaparecer y comenzó a llenarse de esperanza, de alegría y de amor.

Fue allí cuando se dió cuenta que lo que había sufrido en el último año había valido la pena, que esos nueve meses que para él parecieron angustiantes al final tenían su recompensa, una hermosa niña de ojos color avellana, cabellos dorados y sonrisa acorazonada.

Por desgracia esa pequeña no fue capaz de curar por completo el corazón de su padre, nadie había podido, pues sin dejar pasar mucho tiempo Kyungsoo levantó murallas en su corazón y también al rededor de él y su hija, unas que muy pocos habían podido atravesar, pero eso sí, nadie los lastimaría de nuevo.

Batió su cabeza tratando de alejar esos pensamientos del pasado, aún lo dañaban lo suficiente como para mantenerlos encerrados lejos de él.

El sonido del horno lo hizo dirigirse a la cocina y sacar los dos platos con pasta y pedazos de pollo, lo último que quedaba en el refrigerador. Los sirvió a la mesa y se sentó.

Nadie debe saber •//• KaiSoo.  [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora