001

296 19 3
                                    

El viento resoplaba fuertemente por las angostas calles de Tokyo, donde algunas personas yacían caminando con sus chamarras estorbosas y sus largos abrigos que llegaban hasta los tobillos. Invierno ya estaba llegando, y Levi Ackerman refunfuñando como siempre, se encontraba dando grandes zancadas por la calle mientras maldecía el frío que ya comenzaba a sentir, y peor aún, sabiendo que iba demasiado destapado como para seguir soportándo el intenso frío, apenas comenzaba la tarde y ya había maldecido un millón de veces en tan solo un segundo.

— Estúpido invierno. — Murmuró en un intento de calentar sus frías manos contra su cuerpo mientras las frotaba sobre sus brazos intentado obtener algo de calor, pero era en vano.

Llegó al lugar destinado, y una vez que entró al edificio, soltó un sonoro suspiro mientras se quitaba los zapatos,  buscó como de costumbre el salón de siempre. Si había algo más odioso que el frío, era tener que recoger a su pequeña sobrina de las clases de ballet, el lugar no estaba tan lejos de su casa, el problema no era caminar, sino el hecho de saber que no era lo mismo; estar en su casa, encerrado en su cuarto envuelto como un taco sobre la cama mientras veía series de suspenso sin parar, a tener que ir a recoger a su pequeña sobrina de sus clase la de ballet. Así es como Levi Ackerman disfrutaba y exprimía del invierno;  solo y comiendo comida chatarra todo el día.

Entró al salón de ballet no sin antes dar una pequeña reverencia a las mamás sentadas ahí, quienes veían con ternura la clase de sus hijas.

Llegó y se sentó en la esquina, a punto de sacar su celular y esperar a que terminara la clase, sin embargo se percató de algo, o más bien, de alguien, una presencia que ya había visto anteriormente a quien había visto en la televisión. Y así fue, sus pequeños ojos grises, se enfocaron en el enorme cuerpo del chico rubio, quien terminó aceptando que se veía mejor en persona que en Televisión,es decir, ¡que personalidad derramaba aquél tipo! y sin querer verse obvio, sacó su celular ocultando lo sorprendido que estaba.

Erwin Smith, un chico que había sonado mucho por los medios de comunicación, pues había llevado a Tokyo en alto en cada baile que representaba, concursos y concursos,  todos los ganaba de la mejor forma, humillando a su competencia de la peor manera.

Pero, ¿que hacía aquí él? ¿en la clase de ballet?

Los ojos de aquél azabache se abrieron en grande en cuanto vio que ya llevaba a su sobrina sentada sobre uno de  sus hombros, y no era broma  que aquella pequeña niña, sin exagerar de seguro era la más sociable de todo Japón, en cuanto la niña de nuevo tocó el piso, corrió a los brazos de su tío para envolverlo en un abrazo.

— Tío, mi nuevo maestro se llama Erwin. — Agitó sus brazos en señal de alegría. — Y baila muy bonito. — Aquello último le dejó pensativo, era cierto, ya había visto algunos concursos en vivo, y bailaba bastante bien, tanto que en algunas ocasiones le provocaba sensaciones de querer imitarlo y seguir sus pasos, sin embargo el sabía que era ajeno al baile, no era lo suyo.

El chico solo se limitó a asentir con la cabeza.

— Bienvenidos a la clase posterior.— El rubio descubrió su muñeca para ver la hora, ya era en punto y la clase de tango comenzaría, sin darse cuenta, que en un abrir y cerrar de ojos, habían en su clase muchas chicas, todas muy preciosas, pero no como a Erwin le gustaban.

Dio un par de sorbos a su agua natural y comenzó a explicar y a dar su clase como sólo el sabía hacer. No sólo sabía bailar muy bien, también tomaba muy enserio el rol de profesor.

La pequeña de nombre Lily tomó la mano de su tío.

— Lily, te tardaste mucho en cambiarte.— La reprendió en voz baja  y ambos caminaron despacio, sin hacer tanto ruido llegando hasta la puerta para así irse a su casa, tomando en cuenta, que tenían que pasar cerca del rubio.

En un abrir y cerrar de ojos, soltó la mano de Lily, pues  ya estaba entre los brazos del profesor.

Erwin negó con la cabeza estando concentrado en su clase, tomando a la persona mas cerca para poder explicar.

— Mujeres, el tango es callejero, es verdad que es libre, sin embargo, lo que más lo suele representar, es por la sensualidad con la que bailan.— Erwin creyendo que Levi era alguien más del montón de sus alumnos, lo tomo de la cintura y lo pegó a su pecho.— Esto.— Señalo su trasero una vez que lo exhibió como pareja de baile.— El trasero es sensual. — Sus grandes manos se deslizaron por el borde del trasero de Levi,  y Levi, sin saber que hacer, se quedó parado mientras se sostenía de los brazos del más alto, seguramente con las mejillas algo encendidas.

Erwin en sólo unos instantes quedó sorprendido al ver que Levi tenía un bonito trasero, lo más extraño era que, era chico, pues ya ni él, siendo bailarín lograba tener un trasero tan redondo y esponjoso como Levi lo tenía.

Tomó una de las piernas del oji- gris para colgarla en su cintura e inclinar su pequeño cuerpo hacia atrás, un movimiento lento, y erótico, como le gustaba representar a Erwin, el tango lo asemejaba como el sexo, así de sensual, de lento, feroz y rico al mismo tiempo.

Comenzó a mover a Levi de una manera tan fácil, incluso parecía que Levi sabía bailar, ambos comenzaron a disfrutar del momento, era cierto que no bailaron del todo, pero aquellos pasos, lo habían disfrutado tanto, como si hubieran hecho el amor ahí mismo.

Se miraron fijamente una vez que Erwin terminó de bailar con el, ambos pechos subían y bajaban con rapidez, el cansancio se mostraba con facilidad, y ambos sabían que tenían algo en común.

— ¿Cuál es tu nombre? — Preguntó con desespero Erwin.

— Levi.— Contestó seguro.

Lo separó lentamente de su cuerpo y mostró una sonrisa.

— Un aplauso al jóven Levi, quien ayudó con eficacia a darnos un buen ejemplo.— El salón se llenó de fuertes aplausos, pero también  se llenó de miradas penetrantes y odiosas para el pequeño azabache, las mujeres celosas se hicieron presentes.

Levi, apenado, hizo una reverencia, buscando rápidamente a Lily con la mirada  para tomarla de la mano y salir casi casi corriendo del edificio en el que estaban.

Del otro lado, Erwin, extrañado, preguntó si aquél chico era de su clase, a lo que todas respondieron con un "no" al mismo tiempo.

Le gustaría volver a verlo, pues según Erwin, no bailaba tan mal.

𝑬𝒍 𝒊𝒏𝒔𝒕𝒓𝒖𝒄𝒕𝒐𝒓 𝒅𝒆 𝒃𝒂𝒊𝒍𝒆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora