𝑆𝑖 𝑙𝑎 𝑣𝑖𝑑𝑎 𝑡𝑒 𝑑𝑎 𝑙𝑖𝑚𝑜𝑛𝑒𝑠...

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La mente del pequeño Erik Lehnsherr siempre asociaba la palabra verano con tres simples cosas: El caluroso sol, la refrescante playa y la deliciosa limonada que preparaba su madre, Edie. Sin embargo ese verano solo significaba una cosa para el joven de doce años, limonada y más limonada.

-Si nos caemos juro que te voy a tirar un limón a la cara.- dijo el castaño advirtiendo a Azazel, su ceño se fruncía en clara muestra de seriedad mostrándole que estaba dispuesto a cumplir su palabra.

Los dientes blanquecinos del niño de piel roja se mostraron en una amplia sonrisa de inocencia, antes de pasar un brazo por el hombro de su amigo.

-No nos dejaré caer, Erickson. Además, como tu único amigo ¡te estoy ayudando!-

-Gracias Azazel, pero no bromeo con lo del limón.- masculló lo último, antes de que el mencionado cerrara sus ojos para así ambos poder desaparecer entre una rojiza niebla.

Erik siempre se mareaba a causa de la teletransportación de su amigo, por lo cual al llegar a una de las ramas del limonero se aferró fuertemente a una de estas, esperando que su cuerpo recuperara el sentido del equilibrio. Azazel por otra parte, no hacía ningún esfuerzo en reprimir ninguna de sus escandalosas risas al verlo como un gatito asustado.

Un duro limón amarillo pronto impactó contra el rostro carmesí borrando la sonrisa burlona que anteriormente residía en ella, las manos del contrario masajearon el puente de su nariz, justo en donde había dado.

-¡Dijiste que solo la lanzarías si te dejaba caer!-. recriminó.

-Si te seguías riendo demasiado fuerte, la vecina se daría cuanta que estamos en su árbol.- se justificó el menor de ellos, sus manos rápidamente cortaban todos los limones que necesitaba y los guardaba en los múltiples bolsillos de su pantalón.

-Me deberás una limonada gratis, Erickson.- murmuró antes de mostrarle la lengua infantilmente, resignado lo acompañó en su labor de cortar y guardan tantos limones como pudiese en sus bolsillos y brazos.

Al ver que no quedaban más espacios en sus prendas en donde pudieran guardar los cítricos, concluyeron con su labor y de la misma manera que en un inicio, se vieron transportados al pórtico de la casa de la familia Lehnsherr. Una vez en el suelo ambos abrieron sus brazos, dejando caer los muchos limones que habían podido guardar, de sus bolsillos y sus prendas vaciaron los frutos, hasta quedar completamente libres del peso que habían estado cargando.

El unigénito de la familia alemana se recostó en la madera del hogar, sitiendose exhausto del trabajo que llevaba haciendo desde hace una semana.

-Todavía tengo que preparar la limonada de esta tarde ¡me duelen las manos de exprimir tantos limones!

-Debes de hacerlo Erickson ¡me debes una limonada gratis!.- le recriminó mientras caía encima del cuerpo del castaño, aplastándolo con su peso.- me sorprende que tu vecina aún no se de cuenta de los limones.

-Los MacTaggert son unos despistados, además no me agrada su hija.- se expresó haciendo una mueca de fastidio.- es muy molesta.

-¡Es por eso que yo soy tu mejor amigo!- se señaló sonriente meciendo su roja y puntiaguda cola de un lado a otro.- Ya tengo que irme, le prometí a mamá que la ayudaría a hacer tartas; me hará seguir tus pasos y me obligará a venderlas.

El castaño rió ante la mueca exagerada de preocupación que hacía su amigo. Amigo, era la única persona al que le permitía llevar ese título, no es que especialmente Erik fuese una persona asociable, simplemente creía que muy pocos merecían poder estar en el lugar en donde alguien como el de tez roja podía estar.

Slightly bitter #Cherikweek2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora