Deseo concedido [I]

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Caminando por el valle, Seokjin se preguntaba que pasaría si el brujo de la montaña, le concedería su deseo más preciado. Su cumpleaños número veintiocho en tres días y el sin pescar a un marido o esposa, en preferencia al hombre. Todos los hombres o mujeres debían contraer nupcias antes de los veinte, como mucho veintiséis, si aspiraba a conseguir un marido que le proporcionará seguridad y no le importara lo que piense la seguridad sobre una pareja homosexual, sería feliz. Los o las que superaban la edad límite que exigía para el matrimonio, estarían marginados por el resto de sus dias, y Seokjin no tenía intención de seguir siendo uno de ellos.

En el pueblo me apodaban;el solteron. Un modo de recordarle que su independencia de nada le valía. Para ellos, según la Biblia. Eva había sido creada de la costilla de Adán y por extensión, había sido destinada a ser la esposa. Por eso, Seokjin se hubiese declarado libre de dicho sacramento, era una aberración.

Claro está, que su espíritu rebelde le imploraba un compañero que lo amara y le estremeciera en la cama, pero era difícil conseguirlo, ¿hombres que gusten de otro?. La mayoría se ahogaba en licor en sus ratos de ocio. El pueblo tan pequeño, que ni un cine tenía para acudir el aburrimiento, sólo ofrecía un bar de mala muerte exclusivamente para "Hombres" ya que el no era considerado uno, y para aquellos de "vida alegre". El estaba lejos de serlo, por más que ansiara ser follado; una cosa era calmar sus necesidades básicas, y, otra lo que su corazón aclamaba.

Subió una colina y atravesó un bosquesillo bastante tupido, que demarcaba los límites de civilización y la naturaleza salvaje. La zona montañosa se habría paso cuesta arriba, con grandes rocas impidiendole el paso. No sería fácil llegar hasta el ermitaño brujo, que un buen día, decidió autoexiliarse. Nadie conocía su nombre y verdadera edad. Algunos calculaban que tenía sesenta, otros: setenta y había quienes especulaban que más de noventa.

Pero todos acordaban que era de edad avanzada, desafiando poderes más allá de la comprensión. Un hereje adorador del diablo.

Seokjin considero que, si la habladurías de la gente fuesen ciertas, no tendría problemas para obtener su petición. Estaba dispuesto a pagar lo que fuera, había ahorrado durante tres años, como fruto de sus largas jornadas de trabajo como cocinero. Ya no tenía la vitalidad de antes y su belleza cada día se marchitaba. Llegar a la madurez no es un lecho de rosas, en la que se le valoraba por la experiencia vivida y se le respetaba por los frutos obtenidos. No....

Lo miraban con lástima, apenas era un cocinero que le servía a los camioneros y a los empleados de la fábrica de tabaco del frente, y le daban un escueto: Gracias.
Por ese motivo se propuso visitar al anciano.

Escaló las rocas hasta llegar a una cabaña casi tratada por la maleza, de madera descolorida y cayéndose a pedazos. Los músculos de las piernas le dolían una barbaridad y las llagas de los pies le sangraban, por la distancia recorrida y los zapatos, cuya suela estaba por despegarse de su horma. Esperaba que el esfuerzo valiera la pena. Observó el entorno, en busca de una señal de vida. El sol estaba por decaer y las nubes apuntó de teñirse naranja. Pronto la noche lo arroparia y estaría a merced de los elementos;por esos predios la temperatura descendía al punto de congelación, pase a que faltaba mucho para el otoño.

Acomodo la correa del bolso en su hombro y se arrebujo en su suéter color rosa y tocó la puerta, rogando que el anciano no lo recibiera con un cañón de escopeta apuntandole al rostro. Cuando alguien se apartaba de la civilización, es porque existía alguna razón de peso para hacerlo, como no le agradaba la gente, o era un cascarrabias.

Pero no hubo quien le abriera.

Seokjin suspiro. Por nada del mundo descendería hasta el pueblo con animales peligrosos deambulando por ahí a esas horas. Una vez, a un leñador, un lobo lo devoró, dejando para el que lo buscará, un torso sin extremidades.

- ¡Hola!- saludo - ¿¡Hay alguien en casa!?.- Tocó la puerta con más vigor,la preocupación de haber perdido el viaje, comenzaba a atenazarle- ¡Hola señor....! - ¿Brujo?¿cómo carajo se llamaba ese sujeto? - ¡Hola!.

Tocó, tocó y tocó.

- Maldicion- gruño. Eran sólo habladurías. El brujo no existía o se había largado de la cabaña hacia mucho tiempo.

Sin embargo.... se equivocó.

La puerta se abrió por si sola.

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Deseo Concedido [Kookjin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora