One Shot: "El circo de la madera oscura" [Youtubers]

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Relato por Mangel:

  Iba caminando por las polvorientas calles de Hakodate. Un pueblo costero de una Isla al Norte de Japón, y esta isla de llama “Hokkaido”. Estamos bajo amenazas de Francia y del otro régimen de Japón, o sea, en una guerra civil. Nosotros como pueblo e isla, estamos a favor del “Shogunato Tokugawa”, que en resumen es un mandato absolutista. Y está metida la fuerza naval de Francia por una alianza con nuestros enemigos nacionales. Aún no se sabe cuándo se embarcarán a tierra, ni sabemos si seremos vencedores o perdedores. Jamás se nos cuenta nada al pueblo en sí. Lo que sí sé, es que debo disfrutar lo más posible de esta “tranquilidad”, hasta que lleguen y ver lo peor de esta batalla.

Mientras caminaba por las estrechas calles, con olor a pescado, orina y sudor de trabajadores, vi a dos chicos; pero que no vestían normales: eran dos chicos, metidos en un traje colorido. Como esos payasos que mostraban a veces funciones públicas en la plaza principal de la ciudad. Caminaban alegremente entre la multitud, riendo e irradiando felicidad. Noté que uno de ellos tenía flores en la cara, algo que resultaba ser bastante atractivo para un payaso y así tener mayor público en sus actuaciones. Decidí seguir caminando, a ver qué más faltaba para  la compra semanal de mi casa. En eso, vi un pequeño callejón oscuro. No sé porqué, pero un sentimiento raro recorrió mi pecho, como si algo me faltara. Preferí ignorar eso y seguir con lo mío, viendo los puestos de fruta y saludando a los vecinos.

Ya en casa, dejé la compra en la cocina y vi a mi madre que despellejaba un animal. Al parecer un pequeño cerdo.

-Hola mamá, ya traje la compra.- Dije acercándome a ella para saludarla.

-Hola hijo, que bien que llegaste. ¿Alguna noticia sobre “eso”?- Me miró bastante atenta a ver si había algo nuevo.

-No, nada de nada. Pero el panadero dijo que de todas formas siguen de guardia en la costa, para tener aunque sea unos momentos previos de aviso para la defensa hacia los franceses.

-Ah, por lo menos siguen con las observaciones. Bueno, no podemos hacer más que eso. Tu padre está trabajando, asique puedes descansar ahora. Ya te aviso cuando la cena esté lista.- Y siguió con su despellejamiento. Caminé a mi cuarto, cerrando la puerta corrediza y recostándome en mi cama, pensando en lo de antes.

-¿Será que realmente me falta algo?- Susurré para mi, mientras miraba fijamente el techo. Traté de hacer memoria, pero nada. Ninguna idea de lo que me podía faltar.- Quizás sean los nervios del ataque…- Volví a replicarme. No ganaba nada con pensar en una cosa así, por lo que traté de ignorarlo por completo; siendo casi imposible.

  A la hora de la cena, nos sentamos mis padres, mis hermanas y yo, mientras hablábamos y reíamos aunque sea un poco, para pasar las tensiones. “Lo único que podemos hacer ahora es divertirnos”, es mi actual dicho. Sólo cenamos arroz con pescado y uno que otro vegetal, ya que la hambruna estaba apareciendo de a poco en Hakodate, pero como mi padre es pesquero, aún tenemos posibilidades de sobrevivir sin problemas mayores; aparte de que el pescado se vende bien en el mercado abierto. Luego de cenar, todos fuimos a dormir, ya que mañana madrugamos a ver si mi madre con mis hermanas encuentran buenas ofertas en el mercado, y yo ayudo a mi padre en la bahía.

-

  Despertamos antes del amanecer y todos nos alistamos para el día de arduo trabajo que tendremos. Con mi padre caminábamos mientras charlábamos de una que otras cosas, intercambiando información que recolectábamos de las voces de los vecinos, y de opiniones sobre lo que sabíamos de lo que pasaba en la actualidad. Con mi padre siempre hemos sido bastante unidos y me alegraba por ello.

  Ya en la bahía, nos embarcamos a buscar las redes que colocaron el día de ayer, a cambiarlas por las otras y a ver si podíamos pescar un poco más de lo normal para llevar a casa. Agradezco que este día fue bastante bueno y pescamos buenos peces, así ganaríamos buen dinero e intercambios en el mercado. Ya al mediodía, salimos del mar, dividimos las ganancias, separamos para el consumo propio y nos fuimos a vender. La verdad es que el pescado es muy cotizado, en especial en la época de verano como ahora; asique no tardé en venderlo e intercambiarlo por buenas cosas. Con las manos llenas de comida y especias, caminé por las calles nuevamente para volver a casa. Noté que había una gran masa de personas juntas y decidí acercarme a ver qué pasaba. Al ver mejor, noté que estaban nuevamente ese par de payasos unidos por el traje, entregando invitaciones a uno de sus espectáculos. Uno de los payasos me vio y me entregó uno con una gran sonrisa. Me fijé que este payaso no tenía flores en la cara, pero su risa era bastante sonora, incluso a la distancia. Miré el papel y leí:

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